Sabias en la Segunda República (Flash Ensayo)

Adela Muñoz Páez

Fragmento

cap-18

 

España siglo XX, un comienzo esperanzador

LA EDUCACIÓN DE LAS MUJERES

La primera disposición legal que se ocupó de la educación de las mujeres en España fue la ley Moyano de 1855, que decretó que la enseñanza primaria era obligatoria para niños y niñas entre los seis y los nueve años. En memoria de este político se erige una estatua al pie de la cuesta Moyano, junto al paseo del Prado de Madrid, donde se ubican los puestos de venta de libros usados. A raíz de la promulgación de esta ley se crearon las Escuelas Normales de Maestras para formar a las docentes que habían de darles clase a niños y niñas. A pesar de los buenos deseos de esta ley, la mayoría de los españoles y españolas siguieron sin saber leer y escribir dada la escasa dotación de fondos asignados al cumplimiento de la ley. A pesar de ello, la alfabetización progresó y la creación de las Normales representó un avance considerable para las mujeres españolas, porque no solo proporcionó una formación básica a muchas de ellas, sino una forma decente de ganarse la vida a las que no querían o podían depender económicamente de sus familias o maridos.

El siguiente hito llegó con la Revolución liberal que derrocó a la reina Isabel II en 1868 y trajo a España el sufragio universal masculino. Entonces se publicó el decreto de libertad de enseñanza que posibilitó el acceso de las mujeres a los centros de educación secundaria. La Restauración de la monarquía en 1875 restableció muchas de las disposiciones anteriores a 1868. En 1882 se publicó una Real Orden que prohibía su entrada en la universidad a no ser que el ministro de Instrucción Pública les concediera un permiso oficial.

Sin embargo, lo más relevante en el terreno educativo fue la rebeldía de un grupo de catedráticos que, en 1875, se negaron a jurar fidelidad al dogma y a la corona, tal y como ordenaba el decreto Orovio, y fueron separados de sus puestos y encarcelados. Entre estos intelectuales insumisos de inspiración krausista se encontraban Gumersindo Azcárate, Nicolás Salmerón, Emilio Castelar y Francisco Giner de los Ríos. El sistema de pensamiento creado por el filósofo alemán Karl Christian Friedrich Krause (1781-1832), que daba nombre a esta corriente de pensamiento, surgió en Alemania a comienzos del siglo XIX y, aunque en este país apenas tuvo seguidores, en España gozó de una gran aceptación tras ser introducido por Julián Sanz del Río. Los krausistas españoles estaban convencidos de que para mejorar el país era imprescindible renovar profundamente el sistema de educación de sus ciudadanos. Por ello, en 1876 y bajo la dirección de Giner de los Ríos, fundaron la Institución de Libre Enseñanza, ILE, ente educativo de carácter laico que proponía la formación integral, tanto física como intelectual, del individuo en el marco de la coeducación de niños y niñas, entonces considerada revolucionaria. La influencia de la Institución fue decisiva no solo en la pedagogía, sino en la política, la ciencia y el arte de España a comienzos del siglo XX.

Además de la Institución, otros ámbitos favorables a la educación de las mujeres eran los movimientos obreros de la Internacional Socialista y las acciones de personalidades femeninas como Concepción Arenal, Emilia Pardo Bazán o la escritora Gertrudis Gómez de Avellaneda. Uno de los foros de debate a favor de la educación de la mujer fueron los Congresos Pedagógicos celebrados a finales del siglo XIX, el Hispano-Americano de 1882 y, sobre todo, el Hispano-Luso-Americano, celebrado en 1892, en el cual tanto Concepción Arenal como Emilia Pardo Bazán tuvieron intervenciones destacadas. Esta última llegó a afirmar: «No puede la educación de la mujer actual llamarse tal educación sino doma, pues se propone como fin la obediencia, la pasividad y la sumisión». La contundente afirmación de la condesa de Pardo Bazán ponía de manifiesto lo que pensaba la inmensa mayoría de los españoles, que el sitio de la mujer estaba en su casa, y que cuanto menos «leída» fuera, mejor. Esto se debía en parte a que el país estaba dominado por la Iglesia, para la cual el ideal de comportamiento femenino seguía siendo el descrito por fray Luis de León cuatro siglos atrás en su obra La perfecta casada.

Pero el debate sobre la educación de la mujer preocupaba solo a una pequeña élite de la sociedad española, no al grueso de una población que seguía siendo analfabeta: el 71 por ciento de las mujeres y el 56 por ciento de los hombres no sabían leer ni escribir en España en 1900. No obstante, desde los primeros años del siglo XX hubo un avance lento, pero constante, en alfabetización. Así, en 1909 se estableció el sistema coeducativo en la enseñanza primaria y secundaria, y en 1910 se estableció, por fin, el libre acceso de las mujeres a la universidad cuando la famosa ley Burrell derogó el requisito previo de consulta a la superioridad que obligaba a las mujeres que querían acceder a la universidad a pedir un permiso oficial al ministro.

Tras la instauración de la Segunda República en 1931, además de todas las mejoras legislativas, fue determinante la creación de numerosos institutos femeninos en los cuales llegó a haber más de 30.000 alumnas matriculadas en 1932, lo que representaba un digno 27 por ciento del total de alumnos de enseñanza secundaria.

LAS PRIMERAS FEMINISTAS ESPAÑOLAS

«Feminismo» y «español» parecen conceptos antitéticos, especialmente si nos referimos a épocas anteriores a la década de 1970. No obstante, hubo un movimiento feminista en España gestado a finales del siglo XIX que tuvo sus frutos más brillantes durante la Segunda República. En el franquismo no solo se anularon todos los logros conseguidos por este movimiento, sino que se desprestigió a las mujeres y los hombres que lo protagonizaron y se borraron sus huellas de la historia. Este puede ser el motivo de que en los compendios de historia de las mujeres realizados más allá de nuestras fronteras, en general, no se hayan acordado de Concepción Arenal, Emilia Pardo Bazán o Carmen de Burgos. Pero cuarenta años después del fin de la dictadura no hay excusas para que todas estas mujeres sigan siendo desconocidas en España.

Aunque Concepción Arenal (1820-1893) y Emilia Pardo Bazán (1852-1921) nacieron en Galicia en el seno de familias acomodadas, sus vidas fueron muy distintas. La de Concepción Arenal estuvo marcada por las ideas políticas de su padre, víctima de la represión de Fernando VII, que la llevaron a asistir a clases de derecho en la universidad central disfrazada de hombre en el año 1842. Aunque es fundamentalmente conocida por la reforma de las prisiones, suya es la máxima «Odia el delito y compadece al delincuente», Concepción fue el primer criminalista español, el primer sociólogo, el primer tratadista de Derecho Internacional y la primera feminista. Aunque durante el franquismo su personaje se presentaba como firmemente católica y conservadora, tuvo una actitud rebelde y extraordinariamente crítica con las instituciones y leyes de la época, por lo que fue duramente atacada por las autoridades políticas y religiosas y por la sociedad conservadora.

La fortuna familiar permitió a la condesa de Pardo Bazán llevar una vida mucho menos dura que la de Concepción, pero no por e

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