Vamos deprisa, no vemos nada y sobre todo no vemos la locomotora.
V. G.
La reflexión anterior, escrita por Van Gogh en una de sus luminosas cartas a Theo, fue fruto de alguno de los muchos viajes en tren que aquel gran artista realizó en su angustiada búsqueda, pero sirve perfectamente para describir la situación del hombre actual, sometido a la implacable aceleración, fragmentación y evaporación de la realidad que le llega a través de sus sentidos.
El brutal chorro de información y desinformación generada en los medios se lleva por delante todo intento de pensamiento autónomo, personal, e incluso aquellos que tienen el tiempo, el valor y la capacidad para enfrentarse a esa poderosa corriente acaban aferrándose, agotados, al primer tronco que pasa por su lado.
La pantalla del ordenador, ese parapeto que oculta cuanto exhibe, es el último y más potente motor de esa locomotora que arrastraba e intrigaba al pintor.
Encontrar un lugar impermeable al estruendo pero sensible a los sonidos más sutiles es hoy por hoy una de las hazañas más urgentes y necesarias para poder sobrevivir como ente soberano.
Esa tarea nos corresponde a todos, pero muy en especial a los que tenemos acceso a los medios de comunicación, que por su naturaleza son siempre restrictivos (incluso en el caso de internet, dond