Aprender a educar

Francisco Castaño Mena
Pedro García Aguado

Fragmento

cap

Este libro lo quiero dedicar a Visi por estar siempre ahí.

A mis conejillos de indias Gaby e Isma; aprendo mucho de ellos.

A mis padres; parte de lo escrito aquí se lo debo a ellos.

FRANCISCO CASTAÑO MENA

Quiero dedicar este libro a todos aquellos padres y madres que, como Francisco y yo, quieren que sus hijos sean felices, entendiendo la felicidad como la capacidad para gestionar la frustración que aparece en los momentos difíciles, para aceptar las normas establecidas y saber vivir en sociedad, para no desarrollar conductas antisociales y para triunfar en su vida usando valores que sobrevivan a esta sociedad tan llena de dificultades cada vez más deshumanizada.

Si eres de esos padres que quieren esta felicidad para tu hijo, ¡¡este libro es para ti!!

PEDRO GARCÍA AGUADO

Cuando yo tenía 5 años, mi madre me decía que la felicidad era la clave de la vida. Cuando fui a la escuela, me preguntaron qué quería ser cuando fuera mayor. Respondí: «Feliz». Me dijeron que no entendía la pregunta y les contesté: «Ustedes no entienden la vida».

JOHN LENNON

cap-1

Prólogo

Pedro García Aguado y Francisco Castaño Mena son dos tipos valientes. Ahora se lo explico.

El primero, supongo que a estas alturas de la película habrá pocos que no lo sepan, se hundió en lo personal al mismo tiempo que tocaba el cielo en lo deportivo. Fue campeonísimo del waterpolo y drogadicto. Conoció los extremos de la vida a la vez. Y fue valiente porque quiso y pudo bajar de la cumbre, que, como dicen los alpinistas, es lo más complicado. Y todo eso lo ha puesto al servicio de los demás. ¿Por qué? Porque es valiente. Solo les diré una cosa: cuando pienso en lo que Pedro ha pasado, se me quitan las ganas de sentirme el hermano mayor del hermano mayor.

Francisco Castaño no le va a la zaga en valentía. Es profesor de ESO, un oficio que requiere valor, y ha sido pionero en buscar una vocación a los alumnos desmotivados y tímidos para los estudios. Yo siempre defiendo que los niños, aunque sean problemáticos, tienen que estar en la escuela, que la sociedad debe esforzarse en encontrarles un sitio en el mundo. Lo fácil es expulsarlos y lavarse las manos. Mi experiencia como juez de menores me ha enseñado que todos valemos para algo. Yo he «condenado» a chavales a limpiar cementerios y me lo han agradecido. Nunca se sabe dónde puede haber un sepulturero en ciernes. Por eso digo que Francisco Castaño es valiente, porque se atreve a aportar soluciones para aquellos que, según muchos, no tienen arreglo.

Pero Pedro y Francisco son valientes por más cosas. Por ejemplo, por tener la osadía de titular este libro Aprender a educar. Siempre digo que yo no puedo dar recomendaciones para ser un buen padre y educar bien. Lo que sí puedo hacer es dar consejos para formar a un buen delincuente, caso de aquel que dice: «Nunca regañe a su hijo ni le diga que ha obrado mal. Podría crearle un complejo de culpabilidad».

Pues bien, en esta obra que tienen ahora en sus manos, Pedro y Francisco, que son padres, hacen exactamente lo contrario: ofrecen herramientas útiles para formar familias razonables (ya sabemos, o deberíamos saber, que la perfección no existe) y nos llevan de viaje al sentido común, al punto medio en el que habita la virtud. El profesor ya no es ni debe ser aquel señor don Francisco del antiguo Régimen, pero tampoco el «Paquillo» que nos trajo la ansiada libertad. Entre ambos extremos está el equilibrio. Atreverse a encontrarlo es de valientes.

EMILIO CALATAYUD,

Titular del Juzgado de Menores 1 de Granada

cap

1

Por qué enseñar a educar

cap-2

 

Lo que se dé a los niños, los niños darán a la sociedad.

KARL A. MENINGER

NOS PRESENTAMOS

Este libro contiene una historia que, sin ser de ficción, tiene su arte: versa sobre educación y sus protagonistas sois los padres (entendiendo siempre por «padres», «los padres y las madres») y, cómo no, vuestros hijos. Queremos que sea una historia directa, fácil de entender, alejada precisamente de la casi ciencia ficción o teoría que se queda en el aire de los manuales de pedagogía. Porque, para nosotros, el día a día motivando y enseñando a niños y adolescentes, más que una ciencia es un arte.

A Pedro García Aguado lo conocéis por el programa de televisión Hermano mayor, donde aplica las pautas de las que hablamos en estas páginas, aunque sea para casos de chavales en situaciones un poco más extremas. Él mismo dejó de ser un campeón olímpico del waterpolo español para caer en un pozo sin fondo del que supo salir gracias a su empeño, y que podéis conocer gracias a otro libro, Mañana lo dejo. Su paciencia, honradez, franqueza y experiencia, además de todo lo que aprende de sus hijas Claudia y Natalia, le sirven para poner su especial granito de arena en el proyecto «Aprender a educar».

Francisco Castaño Mena, que no se queda atrás en cuanto a tratar chicos con problemas (entendiendo siempre por «chicos», «los chicos y las chicas»), lo hace desde las aulas de secundaria. Profesional de la educación y orientador, ve a diario cómo encaran la vida sus alumnos y qué relación tienen con sus padres. Durante todos estos años, ha indagado en las raíces de los conflictos, y su conclusión es que los jóvenes no son malos, sino que no se les ha educado bien. En casa, sus hijos Ismael y Gabriel puede decirse que, a su vez, son sus profesores. Es de los que piensan que es mejor prevenir que curar, y por ello cree firmemente en el proyecto «Aprender a educar», que difunde con Pedro García Aguado a través la página web aprenderaeducar.org, de su gabinete de orientación y de los talleres para padres que ofrece en el Centro Tempus, y de la conferencia «Aprender a educar: cómo hacer de nuestros hijos personas felices».

Este libro es el reflejo de esa conferencia a dos voces de la que ya han disfrutado padres, abuelos, cuidadores y educadores de todos los ámbitos en muchas ciudades españolas.

OBJETIVO: SENSIBILIZAR, PREVENIR O EVITAR (SI ES PRECISO: DETECTAR, ACTUAR)

El gran escritor Oscar Wilde, que pese a su talento y lucidez no lo tuvo nada fácil en su época para que aceptaran su forma de ver el mundo, afirmó aquello de qu

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