Grandes misterios y leyendas de España

José María Zavala

Fragmento

cap-1

Prólogo

He tenido ocasión de escribir más de una vez sobre José María Zavala. Por mucho que irrite a algunos, se trata de un historiador riguroso al que complace caminar por las páginas enmascaradas de la historia. Acierta casi siempre en la busca del tiempo perdido.

No es un filósofo de la historia como Toynbee, Spengler o Huizinga. Tampoco un historiador académico, sujeto a los convencionalismos de la profesión. Desentraña la Historia con rigor y plantea al lector la reflexión sobre incógnitas de especial interés. Ha escrito una veintena de libros y, entre ellos, varias biografías sagaces sobre personajes de cristal.

José María Zavala me desveló la relación entre Federico García Lorca y José Antonio Primo de Rivera, víctimas ambos de la guerra incivil. Su sagacidad para el juicio crítico quedó robustecida en Infantas, el libro en el que retrató a una veintena de hijas de los reyes de España.

Ajeno a prejuicios y descalificaciones, el historiador se adentró con La pasión de José Antonio en un personaje polémico y admirado. En Bastardos y Borbones, relata las realidades históricas y también los bulos, maledicencias y calumnias sobre la dinastía que desde el año 1700 reina en España. Lo hace con nervio periodístico y frialdad científica de historiador.

Zavala ha sabido adentrarse en el mundo religioso con un libro sobre el padre Pío y otro sobre los milagros de Fátima. A Alfonso de Borbón Dampierre lo disecciona en El Borbón non grato y al hijo mayor de Alfonso XIII y príncipe de Asturias lo desvela psicológicamente en El Borbón de cristal.

Tuvo el acierto Zavala de radiografiar al hermano del dictador. Su libro sobre Ramón, Franco el republicano, no tiene desperdicio. Tampoco lo tiene su estudio sobre el dinero de Alfonso XIII en el exilio, aunque se deslicen algunos errores.

En Grandes misterios y leyendas de España vibra de nuevo el historiador riguroso, con alma de periodista, que es José María Zavala. El autor ha sabido agavillar una setentena de incógnitas sobre acontecimientos que afectaron al pueblo español y que aborda con documentos nuevos, serenidad imperturbable y profundo sentido de lo que tiene interés hoy.

El lector se quedará asombrado por la exposición de Zavala sobre el descubrimiento de América, la enfermedad y muerte de Alfonso XII, el fin de Isabel la Católica, las horas atroces de la reina Victoria Eugenia, las maldiciones de los primos de Alfonso XIII, fusilados el 1 de noviembre de 1936, al costado de Ramiro de Maeztu, el enigma de Garabandal, la muerte de Manolete, la autopsia de Cristóbal Colón, el fallecimiento de Durruti, el verdadero padre de Eulalia de Borbón, los atentados contra Juan Carlos I y tantos otros asuntos que convierten este libro en un apasionante relato que mantendrá en vilo al lector desde el principio hasta fin.

Capítulo aparte para un Quevedo, que participó en el complot para derribar a la República veneciana, y un Cervantes, según Zavala, perseguido de casa en casa. Logró escapar de la persecución disfrazado de pordiosero.

José María Zavala, en fin, acredita en este libro, una vez más, su calidad de historiador riguroso que sabe elegir y desentrañar pasajes de especial interés en la larga historia de la nación española.

LUIS MARÍA ANSON

de la Real Academia Española

cap-2

1

La increíble historia del falso inca

FECHA: 1657. Pedro Bohórquez demostró su inigualable labia, siendo capaz de embaucar al mismísimo virrey para realizar una expedición al fantasioso reino de Paititi, donde aseguró que había oro.

LUGAR: PERÚ. Se hizo pasar ante los indios calchaquíes por el último descendiente de los emperadores incas, ofreciéndose a comandarles en una terrible guerra contra la Corona de España.

ANÉCDOTA: Por toda la región se proclamaba el nombre del Inca Hualpa y no había un solo varón que no anhelara empuñar un arma contra los hombres blancos.

La increíble historia que vamos a relatar sucedió en la localidad de Pomán, Virreinato del Perú, en julio de 1657.

El gobernador se reunió con un aventurero andaluz a quien los indígenas acababan de coronar como su Inca o líder supremo. Todos iban ataviados con sus mejores galas. Los españoles, a caballo, entre un cortejo de hidalgos, clérigos y soldados; y el aventurero, portado en una litera de oro y rodeado por una docena de caciques que le rendían pleitesía.

Aquel trotamundos que se hacía llamar «Inca Hualpa» aseguró a las autoridades coloniales que, si le garantizaban su reconocimiento como monarca, convertiría a los indígenas al cristianismo. Y por si fuera poco, éstos debían revelarle antes la ubicación de sus inagotables yacimientos de oro.

El gobernador quedó satisfecho con sus palabras y le dio el tratamiento de capitán general. Una semana entera de festejos se celebró en su honor.

¿Cómo logró aquel sujeto tan poco fiable ser encumbrado de semejante forma? Eso es precisamente lo que vamos a descubrir. Se trata de la historia de un disparatado pícaro cuya vida hubiera inspirado a su anónimo autor, de haberla conocido, El Lazarillo de Tormes. Una grandiosa historia que alcanzó incluso ribetes de leyenda. Aludimos, naturalmente, a la vida exagerada de nuestro protagonista Pedro Bohórquez.

Llamado en realidad Pedro Chamijo, había nacido en Sevilla. Cruzó el océano con dieciocho años para hacer las Américas. Su periplo en el Nuevo Continente fue de lo más azaroso. Probó suerte en distintos oficios, pero eran demasiado humildes para él y enseguida colmaron su paciencia y ambición.

Por eso viajó a la ciudad más opulenta del mundo entonces: Potosí, el emporio donde se concentraba la mayor parte de la fortuna del Virreinato del Perú. Acudían allí muchos españoles para reclamar su parte del botín. Entre ellos, cómo no, Pedro Chamijo.

Aunque tampoco logró prosperar allí, al menos pudo apropiarse del apellido de un clérigo con el que hizo buenas migas. Chamijo cambió así su apellido por el de Bohórquez. Y con su nueva identidad se instaló en Lima para intentar medrar en las más altas esferas.

Demostró desde el principio su inigualable labia, siendo capaz de embaucar al mismísimo virrey para realizar una expedición al fantasioso Reino de Paititi, donde aseguró que existían yacimientos de oro y otros preciados tesoros. Pero la expedición resultó ser un fiasco y Bohórquez debió poner pies en polvorosa.

Capturado finalmente, fue conducido a la penitenciaría en el extremo sur de Chile, de donde logró escapar y cruzar después la cordillera de los Andes para establecerse en la provincia de Tucumán, en el límite del Virreinato peruano.

A esas alturas, Bohórquez era un estafador profesional cuya vida se había convertido en una permanente huida.

En aquella remota región, los españoles se hallaban en situación muy precaria. Su inferioridad era manifiesta ante la abrumadora prese

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