La parte inventada

Rodrigo Fresán

Fragmento

cap

Para Ana y Daniel:

la parte verdadera

La literatura no es autobiografía en código, y no es acontecimientos reales. No estoy escribiendo mi autobiografía y no escribo cosas según me sucedieron, excepción hecha del uso de ciertos detalles: tormentas y ese tipo de cuestiones. No, no es nada que me haya sucedido. Es tan sólo una posibilidad. Es una idea.

JOHN CHEEVER

No tenía aún la menor idea de que, a veces, la vida se vuelve literatura; no por mucho tiempo, desde luego, pero sí el tiempo suficiente para ser lo que mejor recordamos y con la suficiente frecuencia como para que lo que al final entendemos por vida sean esos momentos en que, en vez de ir de lado, hacia atrás, hacia delante o en ninguna dirección, la vida forma una línea recta, tensa e inevitable, con una complicación, un clímax y, si hay suerte, una purgación, como si la vida fuese algo que se inventa y no algo que sucede.

NORMAN MACLEAN

La gente dice que lo que importa en la vida no es lo que sucede, sino lo que piensas que sucede. Pero, evidentemente, esa definición no sirve de mucho. Es muy posible que el acontecimiento central de tu vida sea algo que no ha sucedido o algo que crees que no ha sucedido. De lo contrario, no habría necesidad de ficción y sólo habría memorias e historias, legajos clínicos; con lo que ha sucedido —con lo que realmente sucedió y lo que crees que ha sucedido— sería suficiente.

GEOFF DYER

 

Hay una historia, siempre delante de ti. Apenas existiendo. Sólo gradualmente te acoplas a ella y la alimentas. Descubres entonces el caparazón que contendrá y pondrá a prueba tu carácter. De este modo encuentras el sendero de tu vida […]. Y a su tiempo aprendes a alterar esa vida […]. Todas esas cosas que están a la vista de todos.

MICHAEL ONDAATJE

Vemos partes de cosas, intuimos cosas completas.

 

IRIS MURDOCH

No se hará aquí ningún intento serio de competir con la verdad.

ROBERT MUSIL

Aquí el autor. Quiero decir, el verdadero autor, el ser humano sosteniendo un lápiz, no una de esas abstractas personas narrativas […]. Todo esto es verdad. Este libro es realmente verdadero.

DAVID FOSTER WALLACE

¿Es éste el más noble objetivo de una ficción? ¿Convencer al lector de que aquello sobre lo que escribes está en verdad sucediendo o ha sucedido? No lo creo.

JOSEPH HELLER

Todo sucedió de verdad.

BRET EASTON ELLIS

Todavía hoy me parece increíble que todo esto haya sucedido.

CHRISTOPHER ISHERWOOD

No estoy seguro de que lo que me sucedió ayer sea verdad.

BOB DYLAN

Todo esto sucedió, más o menos.

KURT VONNEGUT

Nada de esto sucedió.

JAMES SALTER

¿Puedo llamar a esto una novela?

MARCEL PROUST

Esto no es una pipa.

RENÉ MAGRITTE

cap-1

I

cap-2

EL PERSONAJE REAL

Jueves 4 de junio, 1959

BIOY: Habría que escribir sobre los primeros pasos de un escritor.

BORGES: Sí, pero habría que hacerlo exagerando un poco.

ADOLFO BIOY CASARES, Borges

 

Los finales son esquivos, las partes del medio no se encuentran por ningún lado; pero lo peor de todo es empezar, empezar, empezar.

DONALD BARTHELME, «The Dolt»

 

 

Cómo empezar.

O mejor todavía: ¿Cómo empezar?

(Añadir los signos de interrogación que, nada es casual, tienen la forma de anzuelos, o de garfios. Curvas afiladas y punzantes ensartando tanto a quienes leen como a quienes son leídos. Tirando de ellos, trayéndolos desde el claro y calmo fondo hasta la turbia e inquieta superficie. O haciéndolos volar por los aires hasta caer justo dentro de la playa de estos paréntesis. Paréntesis que más de uno criticará o juzgará ortográfica y estéticamente innecesarios pero que, en la incertidumbre de la partida, son, ah, tan parecidos a manos juntándose en el acto de rezar rogando por un buen viaje que ya comienza. «Lasciate ogni speranza o voi ch’entrate», leemos; «Once more unto the breach, dear friends, once more», oímos. Y buena suerte a todos, les desea esta voz a la que la mordaza de los paréntesis vuelve desconocida. Aunque —como suele ocurrir con algunas canciones inolvidables, donde la melodía se impone al título y hasta a los versos del identificador estribillo, ¿cómo se llamaba?, ¿cómo decía?— esta voz también recuerda a la de alguien cuyo nombre no se alcanza a identificar y reconocer del todo. Y, sí, de ser posible, evitar este tipo de párrafos de aquí en más porque, dicen, espanta a muchos de los lectores de hoy. A los lectores electrocutados de ahora, acostumbrados a leer rápido y a leer breve en pantallas pequeñas. Y, sí, adiós a todos ellos, al menos por el tiempo que dura y dure este libro. Desenchufarse de fuentes externas para sólo alimentarse de electricidad interna. Y ésa es —warning!, warning!—, al menos en principio y en el principio, la idea aquí, la idea de aquí en más, están advertidos.)

O mejor aún: ¿Empezar así?

Y, apenas más abajo, lo que sigue.

La luz que se hace para hacer. La súbita pero no inesperada aparición de un paisaje.

Ir de lo general a lo particular, al individuo, al «héroe» del asunto.

El tipo de inicio —el firme establecimiento y fundación de todo un mundo dentro de una página y entre sus líneas, antes de que aparezcan sus habitantes, desplazándose de izquierda a derecha— al que se veían obligadas las novelas del siglo XIX. Novelas cuyos autores, en muchos casos, han sido completamente olvidados pero recién luego de haber redactado comienzos todavía inolvidables —¿hay alguien allí que recuerde a un autor titulado Edward Bulwer-Lytton, a una novela llamada Paul Clifford?— como aquél de «It was a dark and stormy night…». Novelas que, desde el siglo XXI, muchos lectores —no demasiados, cada vez menos— exploran con la feliz extrañeza retrovintage de quien debe aprender otra vez a respirar. A respirar así: como se respiraba entonces al abrir y entrar en uno de esos libros con perfume a libro y no, ya se apuntó, con olor a máquina, a motor eléctrico, a velocidad y a ligereza y a frase breve no por sabio poder de síntesis sino a bu

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