Torres de Malory 7 - Nuevo curso

Enid Blyton

Fragmento

De vuelta a Torres de Malory

—Darrell, ¿estás segura de que Sally y tú no queréis venir con papá y conmigo a acompañar a Felicity a la escuela? —preguntó la señora Rivers mientras untaba una tostada con mantequilla.

—Completamente —respondió Darrell con rotundidad—. Me temo que si veo mi querida Torres de Malory sabiendo que ya no es mi hogar, me echaré a llorar como una magdalena. ¿A ti no te pasa lo mismo?

Sally Hope, una muy buena amiga de Darrell que estaba pasando unos días con la familia Rivers, asintió con la cabeza.

—Exactamente lo mismo —confirmó—. Algún día me gustaría ir y ver nuestra antigua escuela, pero todavía no. Los recuerdos de todos los buenos momentos que compartimos y las amigas que hicimos aún son demasiado recientes. —Sally dejó escapar un largo suspiro—. No puedo creer que nuestros días en la escuela se hayan terminado y que ya no vayamos a regresar a Torres de Malory nunca más.

—Oh, pobrecitas mías —dijo el señor Rivers levantando la mirada del periódico—. Cualquiera que os oiga creerá que ya no os queda nada en la vida, pero las dos iréis muy pronto a la universidad y empezaréis una nueva etapa.

—Ya lo sé, y estoy impaciente por empezar en la universidad —reconoció Darrell—, pero no será tan divertido como la escuela.

—Yo creo que sí lo será, solo que de un modo diferente —intervino su hermana pequeña, Felicity—. Pensadlo bien: tendréis vuestra propia habitación, nadie os dirá cuándo hay que apagar la luz y estoy segura de que os invitarán a un montón de fiestas y bailes y...

—Y, quién sabe, incluso puede que estudiemos un poco —la cortó Sally riendo—. También nos tocará trabajar muy duro, Felicity, así que yo que tú no nos tendría tanta envidia.

—Oh, si no os tengo envidia, Sally —aseguró Felicity apartando a un lado el cuenco de cereales—. Estoy superencantada de ir a Torres de Malory y se me está haciendo muy larga la espera.

—Y supongo que tu impaciencia por regresar a la escuela no tiene nada que ver con el hecho de que por fin podrás quitarte de encima a esa Bonnie Meadows, ¿verdad? —dijo Darrell con astucia—. Estoy convencida de que la pobre no sabrá qué hacer cuando te vayas.

—Espero que colgarse de otra —gruñó Felicity—. Esa niña me ha arruinado las vacaciones. Con la de pueblos que hay en el país ¡y sus padres tuvieron que mudarse precisamente al nuestro!

—¡Felicity! —protestó la señora Rivers—. Eso no está nada bien, y menos aún sabiendo que esa pobre niña te adora.

Felicity, que ya había empezado a hartarse de oír hablar de la hija de los vecinos como de «esa pobre niña», levantó la mirada con exasperación y dijo:

—No, eso no es verdad. Solo se alegra de tener cerca a alguien de su edad, para variar. Estoy convencida de que se habría comportado del mismo modo con cualquiera que hubiera sido amable con ella.

—Ahí está el problema, Felicity: fuiste demasiado amable con ella —observó Darrell—. Hay que ser más firme con las personas como Bonnie.

—Ya lo sé —repuso Felicity con un suspiro, convencida de que a Darrell no le habría costado nada librarse de Bonnie—. Pero es que no podía ser antipática con ella... ¡A pesar de que es un auténtico muermo!

—Eso es lo que ocurre cuando los niños crecen envueltos entre algodones —sentenció el señor Rivers—. Estoy seguro de que Bonnie cambiaría si la mandaran a una escuela como Torres de Malory, donde estuviese con otras niñas y pudiese aprender a valerse por sí misma.

—Creía que Bonnie estaba demasiado delicada de salud como para ir a la escuela —dijo la señora Rivers.

—Puede que fuera así cuando era más pequeña —opinó el señor Rivers doblando el periódico—, pero ahora no tiene ningún problema... Salvo una madre demasiado sobreprotectora, claro.

—Y si lo dice papá... —murmuró Darrell, que pensaba que el señor Rivers era un médico muy respetado.

—Por supuesto —confirmó la señora Rivers—. Pero no puedo evitar sentir lástima por la señora Meadows. Debió de ser horrible para ella que Bonnie estuviera tan enferma, sobre todo teniendo en cuenta que su marido estaba fuera tan a menudo. Supongo que es normal que se haya habituado a ser sobreprotectora.

—Mamá, ¿tenemos que pasarnos mis últimos momentos en casa hablando de Bonnie la Muermo? —preguntó Felicity algo cansada—. ¿No ha sido ya bastante latoso tenerla pegada a mí durante estas últimas semanas?

—Está bien, cariño; no volveremos a mencionarla —la tranquilizó la señora Rivers—. A ver, ¿estás segura de que lo llevas todo? Y ¿te has preparado ya la bolsa de viaje para esta noche?

—Sí; lo he comprobado dos veces y no me he dejado nada —respondió Felicity.

—Bien —dijo el señor Rivers apartando la silla y poniéndose en pie—. En ese caso, debería empezar a cargar el coche. Luego ya podremos irnos.

—Supongo que yo también tendría que aprender a valerme por mí misma —caviló Felicity dejando escapar un suspiro—. Ahora mi hermana mayor ya no estará en la escuela para cuidar de mí. ¡Me sentiré tan sola!

Darrell se echó a reír.

—Creo que sabrás apañártelas muy bien. Y sobre eso de sentirte sola... Bueno, cada vez que quería hablar contigo cuando estábamos en la escuela te encontraba rodeada de amigas, así que seguro que estarás bien.

—¡Tengo tantas ganas de ver a las demás! —exclamó Felicity—. A Susan y a Pam, y a Julie y...

—¿A June? —preguntó Sally con una mirada incrédula.

—Sí, también a June —se rio Felicity—. Ya sé que puede ser un fastidio, y que no tiene pelos en la lengua, y que a veces es muy traviesa... Pero es superdivertida y me parto de risa con ella.

Como su prima Alicia, pensó Darrell.

—Bueno —dijo su hermana—, mientras no te involucre en alguno de sus planes locos y no acabes metiéndote en problemas...

—Estoy convencida de que June ha empezado a cambiar —aseguró Felicity pensativa—. ¿Recuerdas lo mucho que se implicó en los juegos el curso pasado? ¡Y no te olvides de que le salvó la vida a Amanda!

—Sí, June demostró tener un buen fondo —reconoció Sally— y nadie puede poner en duda su valentía, pero es de esas personas que se esfuerzan al máximo cuando algo les interesa, o cuando quieren demostrarles algo a alguien. Sin embargo, en cuanto pierde el interés o ha conseguido convencer al otro o ya no necesita seguir esforzándose... ¡cuidado! Porque a la que se aburre o no tiene nada en lo que concentrar su atención, ¡June empieza a liarla!

Exactamente como Alicia, pensó Darrell sonriendo para sí al recordar alguna de las bromas más atrevidas de su amiga.

Felicity se echó a reír.

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