Nunca fue tan perfecto

Laimie Scott

Fragmento

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Capítulo 1

Marlene llegó a la Terminal 1 del aeropuerto Adolfo Suárez Madrid-Barajas con tiempo de sobra. Se detuvo frente a los monitores de información buscando su vuelo con destino a Basilea, y asintió satisfecha cuando comprobó que saldría a la hora: esto era a las 9:55. Debería pasar el control de seguridad cuanto antes, no fuera a ser que se encontrara con largas colas, pensó tirando de su maleta hacia este. No soportaba tener que esperar más de la cuenta para pasarlo. Buscó su pasaporte en el interior de su abrigo y abrió la aplicación en su móvil, donde guardaba su billete. Saludó a la empleada que había en el control de pasajeros antes de acercar su smartphone al lector. Escuchó un pitido antes de que las puertas se abrieran ante ella. Tenía que estar en Estrasburgo ese mismo día. Calculaba que estaría allí justo a la hora de comer, y eso que en esta ocasión había decidido volar vía Basilea en vez de coger un vuelo directo hasta allí. Ello no supondría tener que pasar al sector suizo, sino al francés. El cambio de ruta, para esta ocasión, se había debido a la insistencia de su amiga Esther. Esta le había asegurado que se ahorraría unos euros volando vía Basilea y de paso podría contemplar el paisaje nevado desde el tren.

Marlene lo había considerado como una buena idea, después de todo. Y si podía ahorrar unos euros en el billete de avión para después gastarlos en Estrasburgo, todavía mejor. Tenía tiempo, ya que, hasta el día siguiente, no tendría que presentarse en el Parlamento Europeo.

Como ya se conocía el ritual, viajaba con el equipaje justo. De manera que dejó todo en la bandeja y esta sobre la cinta transportadora para que lo escanearan al tiempo que ella caminaba en dirección al arco de detector de metales. Allí una amable empleada de seguridad le hacía gestos para que siguiera. No se había dado cuenta de cambiarse de calzado antes de pasar el arco. De manera que cuando le ordenaron que se quitara las botas, lanzó una maldición y tuvo que continuar descalza. Pocos segundos después, recogió la maleta, el abrigo, las botas, el gorro, el móvil y demás pertenencias. Era todo un coñazo viajar esos días. Nada que ver con el verano cuando iba con un vestido de tirantes y unas sandalias. Entonces no tenía que desprenderse de la ropa, claro.

Se encaminó hacia uno de los puestos de café para desayunar, por segunda vez esa mañana, antes de dirigirse a la puerta de embarque. Se sentó en una mesa y chequeó sus wasaps y sus correos para comprobar que no tenía mensajes nuevos. Nada había cambiado respecto de su urgente presencia en Estrasburgo. Marlene cogió su café y bebió sin apartar la mirada de la pantalla de su móvil. Le vino a la mente la conversación mantenida con su superior en el Departamento de Traducción. No quería fastidiarle esas fechas, ya que en tres días sería Navidad y ella estaba de vacaciones, le había dicho con voz compungida. Pero una compañera había caído con gripe y necesitaban una sustituta. Así que ella se había convertido de la noche a la mañana en una firme candidata. Claro que a eso había contribuido que ella no era muy dada a celebrar las Navidades. No le importaría trabajar durante esos días porque para ella eran como cualesquiera otros. Y era verdad, se decía a ella misma apurando su café antes de dirigirse a la puerta de embarque con paso tranquilo y relajado, y una fugaz sonrisa.

Luc comprobaba el registro de entradas en el hotel para esa semana. Lo cierto es que no podía quejarse ya que en breve el pequeño hotel familiar estaría casi completo. Sabía que aquellas fechas eran cruciales para ellos. Ya eran tres generaciones las que habían dirigido el establecimiento, y en ese momento le tocaba hacerlo a él. Su padre todavía se dejaba caer por allí para echar una mano en ciertos aspectos. Aseguraba que le gustaba comprobar que todo marchaba, pero si veía mucho jaleo, desaparecía el primero.

El hotel contaba con cierto renombre en las redes sociales. Las opiniones de la clientela que pasaba por este no hacían sino aumentar su prestigio. Aunque también había algún que otro comentario que mostraba su desacuerdo con algunos aspectos del alojamiento.

Luc apartó la vista de la pantalla del ordenador por un segundo y la dirigió hacia Sophie, su hermana, quien no dejaba de retocar los adornos navideños esparcidos por la recepción. Se quedó contemplándola con la mirada fija a la espera de que esta le dijera algo.

—¿Por qué te quedas mirándome con cara?

—Porque no dejas de mover los adornos de un sitio a otro. Por eso. Llevas haciéndolo desde el día que empezamos a decorar el hotel con motivo de las Navidades. Por eso mismo. No dejas de sorprenderme.

—Todo tiene que estar perfecto. Los huéspedes que vienen a Colmar en estos días vienen buscando un ambiente navideño. Y todo tiene que estar acorde a este —le replicó poniendo los ojos como platos—. Dime, ¿qué tal va la ocupación para esas fechas? —Sophie hizo un gesto con sus cejas hacia el ordenador.

—No marchan mal.

—¿Colgaremos el cartel de completo este año?

Luc hizo una mueca de no saber a ciencia cierta si lo conseguirían.

—Ya me gustaría. Pero temo que a estas alturas si no lo hemos conseguido ya… —El tono de su comentario dejaba claro que no lo harían.

—No estés seguro. Ya sabes que siempre hay gente que en el último momento busca una habitación.

—Sí, pero esas posibilidades son cada vez más escasas. Además, con el frío y la nieve caída estos días, la gente prefiere quedarse en sus casas —le pronosticó Luc con seguridad—. Mira, hablando de la nieve. Está empezando a nevar otra vez.

La muchacha se volvió hacia el gran ventanal del vestíbulo para contemplar cómo caían gruesos copos sobre el ya mullido manto blanco que ocupaba las calles.

—Míralo por el lado bueno; los huéspedes que tengamos podrán disfrutar de una Navidad blanca —le aseguró ella con un toque de ilusión en su voz.

—No te lo discuto. Bueno, esperemos a ver qué sucede hasta el último momento.

* * *

El avión aterrizó a la hora prevista en el aeropuerto de Basilea. Marlene había permanecido ocupada durante las casi dos horas de vuelo. Había repasado la información recibida días antes por su superior. Una reunión extraordinaria del Parlamento antes de las vacaciones de Navidad, nada serio pero… «Bueno», se dijo, no había ningún inconveniente en acudir y realizar el trabajo, ya que no tenía pensado hacer nada especial durante esos días. Caminó hacia la puerta del avión para descender por la escalerilla cuando vaciló sobre si hacerlo o no.

—¡Joder! —exclamó cuando una ráfaga de frío la recibió.

—Por favor, ¿sería tan amable de dejarme pasar? Tengo que coger otro avión.

—Ya voy, ya voy. Un momento —le rebatió de malhumor Marlene al hombre que pretendía pasar mientras ella trataba de abrocharse el abrigo. Le lanzó una mirada tan fría como la temperatura de aquel sitio.

El hombre sacudió la cabeza lanzándole una mirada bastante explícita.

—Vaya educación.

—Oiga, que me estaba abrigando. No me he parado con gusto para que el frío me dé en la cara —le rebatió furiosa por ese motivo y por la gélida temperatura que la recibía.

Marlene hizo una mueca de desagra

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