Solo pienso en besarte (Shakespeare y Edimburgo 2)

Laimie Scott

Fragmento

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Prólogo

Edimburgo

Megan abrió la puerta de su despacho con una mano mientras en la otra sostenía una pila de libros contra su pecho. Los dejó sobre la mesa con un resoplido, junto a la llave y su bolso.

—Vaya, parece que tienes tarea, ¿eh?

Iba tan centrada en dejar la carga que no se había percatado de que Kendra estaba sentada a su mesa.

—No lo sabes tú bien. Desde que obtuve la plaza de directora del departamento, mi trabajo se ha visto duplicado o triplicado —le explicó abriendo los ojos como platos y sus cejas subían hasta casi desaparecer bajo su pelo.

—Bueno, bueno, no será para tanto.

—Ufff, no sabría qué decirte. Por cierto, ahora que te veo y antes de que se me pase. —Megan se volvió hacia su mesa y rebuscó algo que tenía que ver con su compañera Kendra. Al momento, le tendía un papel en su mano—. Con motivo del festival de las artes que se celebra en poco menos de mes y medio, la facultad y la Asociación Británica de Shakespeare han acordado realizar un evento conjunto.

—¿Y qué tiene que ver eso conmigo?

—Han pensado tratar la influencia de Shakespeare en la obra de Scott. Y dado que tú eres la experta en la novelística de nuestro más conocido autor, he pensado en ti.

—Ya. —Kendra chasqueó la lengua y contempló desconcertada a Megan—. ¿Qué se supone que tengo que hacer?

—Sencillo. Me han comunicado desde la Asociación Británica de Estudios sobre Shakespeare, de la cual sabes que formo parte, que pretenden incluir, dentro de las conferencias que se celebrarán durante el festival, una parte que trate de Shakespeare y Scott.

—Bien, ¿y qué sentido me atañe? ¿Tengo que preparar dicha conferencia?

—Sí, pero no lo harás sola —le respondió observando el gesto de perplejidad de su compañera y amiga—. Uno de los miembros de la asociación vendrá para colaborar contigo.

—Me parece genial. ¿Y en qué se supone que tenemos que trabajar?

—Por lo que Kenneth, que es quien será tu colega de investigación, me ha contado, él estaría muy interesado en tratar la influencia de Shakespeare en Kenilworth.

Kendra permaneció en silencio con el ceño fruncido, a la expectativa de lo que su amiga tuviera que decirle. Pero al observar que esta no decía más, se aventuró a exponer lo que para ella era el tema más lógico a analizar.

—Supongo que se referirá al entramado histórico de la novela. Me refiero a la época isabelina, el auge de los primeros teatros y la figura de Shakespeare en la obra, que Scott convierte en dramaturgo y en como falseó la historia.

—Lo que tú me digas, ya que desconozco esa obra. Tú eres la experta en el romanticismo inglés en la novela y en la novelística de Walter Scott.

—Bueno, tendría que tratarlo con el tal Kenneth. ¿Tú lo conoces?

Megan abrió la boca para decirle la verdad de cómo era, pero al final cambió de idea a ese respecto.

—Sí. Es un tío abierto, muy simpático, estudioso de la obra de Shakespeare, como puedes suponer —le fue explicando mientras observaba como el semblante de Kendra pasaba por distintas fases. La estaba contemplando con una ceja arqueada y sus labios fruncidos. Parecía estar dándole a entender a ella que no se estaba creyendo una palabra sobre el tal Kenneth—. Exigente.

—¿Inglés?

—Ehhhhhh… sí, claro. ¿Por qué me lo preguntas? ¿No irás a decirme que tienes algún inconveniente con su nacionalidad? —Megan sintió una sacudida en todo el cuerpo al ver la cara de su compañera.

—No. Solo es curiosidad. Mientras él no tenga reparo en trabajar con una ferviente escocesa —ironizó Kendra echándose hacia atrás en su silla.

—No habrá ningún problema. Ya lo verás. Además, piensa que ese trabajo que vais a llevar a cabo se publicará y te dará prestigio.

Kendra entrecerró los ojos y asintió. Esa idea le gustaba más. Una nueva publicación académica que añadir a su bibliografía.

—De acuerdo. ¿Cuándo se supone que empezaremos a trabajar en esto?

—Tengo que hablar con él para saber la fecha en la que vendrá y…

—Ah… Pero ¿va a venir? —la interrumpió Kendra, extrañada por ese hecho.

—Sí, claro. Vendrá para colaborar contigo. ¿Por qué pones esa cara de sorpresa?

—No, es que pensé que nos dedicaríamos a trabajar vía email. Ya me entiendes, intercambiando información y todo eso. Y que quedaríamos en alguna ocasión para poner el trabajo en común antes del festival.

—No. Le he pedido que venga y que pase aquí el tiempo que necesite. Podéis utilizar este despacho para trabajar.

—Entiendo. Bueno, pues cuando sepas el día que llega…

—No te preocupes por eso. Te mantendré al día. Tú solo tienes que ir desempolvando tus conocimientos sobre Kenilworth.

Kendra esbozó una sonrisa irónica.

—Tomaré algunas notas de mi trabajo de doctorado mientras llega el tal Kenneth —le dijo pronunciando el nombre con un toque diferente, como si pretendiera burlarse de Megan.

Londres

Kenneth permanecía sentado, degustando su té, mientras leía el dosier que Megan le había hecho llegar al respecto de la colaboración entre la Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad de Edimburgo y la Asociación Británica de Shakespeare. A medida que iba leyendo, el gesto de su rostro mostraba diferentes emociones. Una vez concluida su lectura, dejó los folios sobre la mesa y su taza sobre el plato. Frente a él permanecía sentado Roland, el director de la asociación, quien entrelazó sus manos, apoyando los codos sobre los reposabrazos de su sillón, y mantuvo su mirada fija en Kenneth todo el tiempo que este tardó el leer el dosier.

—¿Y bien? ¿Qué te parece? Megan me lo propuso, como directora de departamento de la facultad y como destacado miembro de la asociación.

Kenneth frunció los labios en primera instancia. Arqueó sus cejas con expresión de expectación ante aquella posibilidad de colaboración con la Universidad de Edimburgo. Y se limitó a asentir.

—Interesante. No voy a negártelo.

—Eso mismo le dije a Megan cuando charlamos por teléfono el otro día. Tú eres un entendido en la relación entre Shakespeare y Escocia.

—Sí, bueno… He estudiado la influencia de este en la obra de Scott. De hecho, en la que menciona Megan hay ciertos elementos que habría que estudiar con minuciosidad.

—He dicho a Megan que estarías dispuesto a colaborar.

—Oh, sí. Estaré encantado de trabajar con ella. Conozco su impecable trayectoria académica. No hemos hablado demasiado sobre Shakespeare las veces que hemos coincidido, pero…

—Todo eso que cuentas de ella está muy bien y es cierto. Solo que Megan no será la persona con la que tendrás que colaborar.

—¿No? Vaya. ¿Y quién será? ¿No será un becario o un estudiante de doctorado? Uno siempre tiene que estar pendiente de ellos en todo momento.

El tono hizo sonreír a Roland, que conocía demasiado bien a Kenneth y sabía de su exigencia con los trabajos de investigación. Era de la clase de personas a las que no les gustaba perder el tiempo, o, mejor dicho, que se lo hicieran perder.

—Una profesora de la propia facultad. Colega de M

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