Ah el amor...

Héctor Abad Faciolince

Fragmento

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Llevo muchos años tratando de entender y de desenredar las complejas relaciones que hay entre una institución social, el matrimonio, y ese inasible sentimiento que llamamos amor, capaz de manifestarse de modos muy distintos según la cultura, la historia y las influencias poéticas, novelísticas o cinematográficas. De que el matrimonio sea una institución regulada socialmente, no hay duda. No estamos seguros, sin embargo, de si el amor es real como un taburete, o si más bien es una ilusión que nuestra mente genera de un modo tan intenso que parece (o quizá sea) real.

La mayor perplejidad que intento resolver aquí (y se notará que mis opiniones no son firmes, sino que evolucionan y se contradicen con el tiempo) es si el matrimonio y el amor deban ir juntos o separados. Hay tradiciones culturales en que el matrimonio es concertado por padres o suegros, con total independencia de los sentimientos de los jóvenes que se casan, y al parecer este tipo de matrimonios no son más infelices ni menos sólidos y duraderos que aquellos que se practican siguiendo solo el faro del amor y el deseo recíproco de los contrayentes.

Ya no en la mitad, sino a las tres cuartas partes del camino de la vida, mis dudas y perplejidades siguen intactas. Sin embargo, en los textos que aquí se reproducen, verán que al final paso de las reflexiones abstractas (de matrimonios y amores como ideas generales) a la celebración de un amor y un matrimonio concreto -el de mi propia hija-, que además representa una ampliación bastante reciente de lo que se admite también como matrimonio en el mundo occidental. Al pasar de lo abstracto a lo concreto, y de lo general a algo muy particular, a algo que me implica de un modo muy directo afectiva y psicológicamente, noto que hay en mí un intento por reconciliar mis concepciones (antes bastante excluyentes) en cómo podría haber una convergencia entre cierto tipo de amor y cierto tipo de matrimonio.

Una nota como esta no debe anticipar ninguna conclusión, si la hubiere. En realidad, en un tema siempre abierto como este del matrimonio y el amor, más que a conclusiones definitivas, a lo que se suele llegar es a nuevas aperturas y a nuevos territorios que el amor y el matrimonio conquistan o abandonan. Las hipérboles retóricas del amor eterno y el matrimonio para siempre parecen llegar a puerto de un modo más modesto: son conceptos y realidades variables, fugaces, finitas e inapresables.

H. A. F.

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