El valor de las cosas

Mariana Mazzucato

Fragmento

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AGRADECIMIENTOS

 

 

 

 

En 2013 escribí un libro titulado El Estado emprendedor. En él exponía cómo los mitos sobre las empresas emergentes de alta tecnología y los emprendedores solitarios han acaparado la teoría y la práctica de la innovación mientras se ignoraba a un actor clave, que ha sido un inversor de primer nivel: el Estado. La innovación es un proceso colectivo en el que distintos tipos de instituciones públicas desempeñan un papel crucial. Ese papel se ignora, de manera que nuestra teoría de la creación de valor no es del todo válida. Y esta es una razón fundamental por la que, con frecuencia, la riqueza se distribuye de maneras disfuncionales.

El libro que tienes en las manos es una consecuencia directa del razonamiento anterior. No podemos comprender el crecimiento económico si no nos remontamos al principio: ¿qué es la riqueza y de dónde procede el valor? ¿Acaso no es verdad que gran parte de lo que hoy se considera creación de valor no es más que extracción de valor disfrazada?

Para escribir estas páginas tuve que indagar en los últimos trescientos años de pensamiento acerca del valor. ¡No fue una tarea fácil! Hubo mucha gente que, de manera desinteresada, me ayudó a cumplir tan abrumadora tarea, desde la inmersión profunda en la teoría hasta navegar por la riqueza de las historias industriales.

Me gustaría dar las gracias a Gregor Semieniuk, quien, como yo, obtuvo un doctorado en la Graduate Faculty of The New School de Nueva York, un lugar extraño donde aún se enseñan teorías alternativas del pensamiento económico. Con gran generosidad, Gregor compartió su extraordinario conocimiento sobre la teoría del valor, desde los fisiócratas hasta los clásicos. Supuso un tremendo apoyo cuando me ayudó a documentar, de una manera «accesible», los debates entre los fisiócratas, Adam Smith y David Ricardo, y el extraño hecho de que ni siquiera Karl Marx tuvo una verdadera teoría sobre la manera en que el Estado puede contribuir al valor.

A nivel editorial, Michael Prest me ofreció una ayuda experta, junto con su infinita paciencia, utilizando su bolígrafo mágico para hacer que el material, con frecuencia demasiado denso, fluyera mucho mejor. Acudía alegremente en bicicleta a nuestras reuniones, incluso en los días más calurosos del año; además de un amigable editor fue un gran compañero, capaz de aportar calma a lo que solían ser unos meses frenéticos, intentando terminar un libro mientras criaba a una gran familia y ponía en marcha un nuevo departamento en el University College de Londres (UCL). Nuestras reuniones semanales en el pub Lord Stanley de Camden para estudiar detenidamente el material, derivaban con frecuencia en concienzudas fijaciones sobre los males del capitalismo moderno, puro deleite, acompañadas de una o dos pintas de vez en cuando, para seguir adelante.

Otros amigos fundamentales fueron Carlota Pérez, que me proporcionó sabias ideas no solo del contenido, sino del estilo, y las siguientes personas, que leyeron capítulos concretos del libro y que, en la etapa final, volvieron a comprobar si había errores, ofreciendo desinteresadamente su buen juicio y su cuidado: (en orden alfabético) Matteo Deleidi, Lukas Fuchs, Tommaso Gabellini, Simone Gasperin, Edward Hadas, Andrea Laplane, Alain Rizk y Josh Ryan Collins. Por supuesto, cualquier error o afirmación marcadamente subjetiva solo se me puede atribuir a mí.

Mi editor en Penguin, Tom Penn, ha sido un consultor genial durante nuestras inacabables reuniones, con grandes cantidades de café, en la Biblioteca Británica. Posee la rara cualidad de ser un corrector de pruebas meticuloso que además se implica con profundidad en el contenido, tanto económico como filosófico.

También quiero dar las gracias por el excelente apoyo administrativo que he tenido en los últimos cuatro años, primero en la Unidad de Investigación de Política Científica (SPRU, por sus siglas en inglés) de la Universidad de Sussex y ahora en el nuevo centro que he fundado en el UCL, el Instituto para la Innovación y los Fines Públicos (IIPP, por sus siglas en inglés). Gemma Smith, en particular, siempre me ha ayudado a transmitir mensajes —ya fuera en las noticias de las diez o en un informe de contenido político— que pudieran ser comprendidos por el público en general. Con respecto al nuevo equipo del IIPP, espero que el mensaje del libro acerca de la necesidad de un renovado debate sobre cuestiones clave relacionadas con el valor pueda vincularse con la ambición de dicho centro; en concreto, con la redefinición de las formas de conceptualizar el valor público: cómo crearlo, alimentarlo y evaluarlo.

Finalmente, quiero dar las gracias a Carlo, Leon, Micol, Luce y Sofia por aguantar las innumerables largas noches y fines de semana que requirió el libro, dejándome subir las escaleras para sentarme a la mesa de la cena más feliz y parlanchina que una esposa y madre puede reclamar, volviendo a poner la vida en el centro, que es donde debe estar.

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PREFACIO

HISTORIAS SOBRE LA CREACIÓN DE RIQUEZA

 

 

 

 

Entre 1975 y 2017 el producto interior bruto (PIB) real de Estados Unidos —el tamaño de la economía ajustado por la inflación— más o menos se triplicó: pasó de 5,49 a 17,29 billones de dólares.[1] Durante ese periodo la productividad creció alrededor de un 60 por ciento. Sin embargo, desde 1979 los sueldos por hora reales de la gran mayoría de los trabajadores estadounidenses se han estancado o incluso reducido.[2] En otras palabras, durante cerca de cuatro décadas una pequeña élite se ha apoderado de casi todas las ganancias de una economía en expansión. ¿Es porque son miembros de la sociedad particularmente productivos?

En una ocasión Platón sostuvo que los contadores de historias dominan el mundo. Su gran obra, la República, es en parte una guía para educar al líder de su Estado ideal, el guardián. Este libro cuestiona las historias que nos han contado acerca de quiénes son los creadores de riqueza en el capitalismo moderno actual; historias sobre las actividades que son productivas, en oposición a las improductivas, y por tanto, sobre la procedencia de la creación de valor. Pero también cuestiona el efecto que tales historias están teniendo en la capacidad que disfrutan unos pocos para, en nombre de la cr

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