Segunda Fundación (Ciclo de la Fundación 5)

Isaac Asimov

Fragmento

Doble desenlace para una doble espiral (galáctica), por Carlo Frabetti

DOBLE DESENLACE PARA UNA DOBLE ESPIRAL (GALÁCTICA)

Segunda Fundación es la tercera y última parte de la Trilogía de las Fundaciones. Al igual que los dos anteriores de la serie, este libro constituye un todo autónomo y puede ser leído independientemente, aunque para el lector interesado en una visión completa del «ciclo de Trántor», como también se ha llamado la trilogía (por motivos que el lector comprenderá plenamente al final del libro), es aconsejable leer las tres partes en su orden cronológico.

En Fundación asistíamos a los conflictos internos de un planeta de científicos establecido para preservar la cultura durante la irreversible decadencia del Imperio Galáctico. En Fundación e Imperio veíamos una Fundación ya consolidada enfrentarse de igual a igual con los restos de un Imperio agonizante pero todavía poderoso, para luego encontrarse ante un enemigo imprevisible, un mutante de extraordinarios poderes: el Mulo.

Pero quedaba una Segunda Fundación, oculta y misteriosa, en cuyas manos podía estar la solución a los interrogantes y tensiones planteados.

La serie de las Fundaciones empezó a publicarse en 1942, en forma de relatos sueltos, en la revista Astounding (hoy Analog), pero hasta 1949 no terminaría Asimov el último capítulo de lo que se convertiría en la trilogía más famosa y más veces editada de la SF.[1]

Si en las dos primeras partes el autor se inspiró abiertamente —como él mismo reconocería— en la Ascensión y caída del Imperio Romano, de Edward Gibbon, en Segunda Fundación los esquemas del relato histórico dejan paso, en gran medida, a los propios del relato policiaco. La búsqueda de la misteriosa Segunda Fundación se convierte en un juego de astucias y contraastucias en el que no desentonaría en absoluto la presencia de un Holmes... aunque en este caso tuviera que sustituir su tradicional sombrero a cuadros por un casco espacial.

Tras su terminación como serie de relatos, en 1949, el «ciclo de Trántor» fue publicado en forma de trilogía, y en 1956, en la XXIV Convención Mundial de SF, celebrada en Cleveland, se le concedió el Premio Hugo[2] a la mejor «serie de novelas» publicada hasta entonces.

Esta estructuración definitiva del ciclo en tres volúmenes, que ha quedado como uno de los grandes clásicos de la SF de todos los tiempos, es la misma que hemos ofrecido a nuestros lectores, y tiene en este tomo su culminación y desenlace. Doble desenlace, como conviene a la doble espiral galáctica que sirve de marco al colosal drama cósmico planteado.

CARLO FRABETTI

A Marcia, John y Stan.

Prólogo

PRÓLOGO

El Primer Imperio Galáctico se prolongó durante decenas de miles de años. Había incluido todos los Planetas de la Galaxia en un gobierno centralizado, unas veces tiránico, otras benevolente, pero siempre ordenado. Los seres humanos habían olvidado que pudiera existir otra forma de existencia.

Todos, menos Hari Seldon.

Hari Seldon fue el último gran científico del Primer Imperio. Fue él quien llevó la ciencia de la psicohistoria a su desarrollo completo. La psicohistoria era la quintaesencia de la sociología; era la ciencia de la conducta humana reducida a ecuaciones matemáticas.

El ser humano individual actúa de modo imprevisible, pero, según descubrió Seldon, las reacciones de las masas humanas podían ser tratadas estadísticamente. Cuanto mayor es la masa, mayor es la exactitud de la predicción. Y el volumen de las masas con que trabajó Seldon fue nada menos que el de la población completa de la Galaxia, que en su tiempo se calculaba en trillones de personas.

Así pues, fue Seldon quien previó, contra todo sentido común y creencia popular, que el brillante Imperio que parecía tan fuerte se hallaba en un estado de irremediable decadencia. Previó (o resolvió sus ecuaciones e interpretó sus símbolos, lo cual equivale a lo mismo) que la Galaxia, si no recibía ayuda, pasaría por un período de treinta mil años de miseria, anarquía y barbarie antes de que una forma de gobierno unificado apareciese de nuevo.

Se dispuso a remediar la situación de forma que la paz y la civilización se restaurasen en un solo milenio. Cuidadosamente, estableció dos colonias de científicos a las que llamó «Fundaciones». Las colocó deliberadamente «en extremos opuestos de la Galaxia». Una Fundación fue instituida con conocimiento de todos y amplia publicidad. La existencia de la otra, la Segunda Fundación, fue sumida en el silencio.

En Fundación y Fundación e Imperio se describen los tres primeros siglos de la historia de la Primera Fundación. Empezó como una pequeña comunidad de enciclopedistas perdida en el vacío de la periferia exterior de la Galaxia. Periódicamente se enfrentaba a una crisis derivada de las relaciones humanas y las corrientes sociales y económicas de la época. Su libertad de movimientos se desarrollaba a lo largo de una línea determinada y sólo en ella, y cuando se movía en aquella dirección, un nuevo horizonte de desarrollo se abría ante ella. Todo había sido planeado por Hari Seldon, fallecido hacía ya mucho tiempo.

La Primera Fundación, con su ciencia superior, se apoderó de los planetas bárbaros que la rodeaban. Se enfrentó a los anárquicos señores guerreros que se separaron del Imperio moribundo, y los derrotó. Se enfrentó a los restos del propio Imperio, gobernados por su último y poderoso emperador y su también último general, y los derrotó.

Entonces se enfrentó a algo que Hari Seldon no había podido prever: el poder arrobador de un solo ser, un mutante. El ser conocido como el Mulo nació con la facultad de moldear las emociones y las mentes de los hombres. Sus más acérrimos adversarios se convirtieron en sus fieles servidores. Los ejércitos no podían, no querían, luchar contra él. Frente

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