Las 8 reglas del amor

Jay Shetty

Fragmento

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Introducción

—¿Cuál es la diferencia entre gustar y amar? —pregunta un alumno.[1]

El maestro responde:

—Cuando te gusta una flor, la cortas. Cuando amas una flor, la riegas a diario.

Este diálogo, citado con frecuencia, ilustra una de mis ideas favoritas acerca del amor. La belleza nos atrae —la anhelamos— y la queremos para nosotros. Es la flor que cortamos y disfrutamos. Pero el deseo, como una flor cortada, acaba marchitándose, y lo desechamos. Cuando la atracción se convierte en amor, requiere más cuidados. Cuando queremos mantener viva una flor, no la cortamos para ponerla en un jarrón. Le proporcionamos luz, tierra y agua. Y es solo cuando cuidas de una flor a lo largo del tiempo, haciendo todo lo posible por mantenerla con vida, cuando experimentas por completo su belleza: la frescura, el color, el aroma, la floración.

Te fijas en los delicados detalles de cada pétalo. Observas cómo responde a las estaciones. Experimentas alegría y satisfacción cuando aparecen nuevos capullos y te emocionas cuando estos se abren.

El amor nos atrae del mismo modo que nos atrae una flor —primero con su encanto y su belleza—, pero la única manera de mantenerlo vivo es a través de un cuidado y una atención constantes. El amor es un esfuerzo cotidiano. En este libro, quiero desarrollar contigo el hábito del amor. Te daré a conocer prácticas, actitudes y herramientas que te ayudarán a amar de una forma que te reporte recompensas diarias, estación tras estación.

Se dice que la mayor conquista de la vida humana consiste en amar y que te amen. Creemos en el amor: está en nuestra naturaleza sentirnos atraídos por las historias de amor, anhelar una propia y abrigar la esperanza de que el amor verdadero es posible. Pero muchos de nosotros también sabemos qué se siente al ser una flor que han cortado y metido en agua solo para que se marchite y pierda su belleza. Quizá te hayas sentido así o quizá cortaste y desechaste unas cuantas flores en su momento. O quizá aún no hayas encontrado el amor y sigas buscándolo. Estas decepciones podrían presentarse de distintas maneras: pensar que estabas enamorado y luego sentirte engañado. Creer que era amor, y descubrir que era deseo. Estar seguro de que era amor, pero descubrir que se trataba de una mentira. Esperar que el amor dure, pero verlo desvanecerse. Quizá tengamos miedo al compromiso o escojamos a gente que lo tenga; o pongamos el listón demasiado alto y no demos una oportunidad a la gente. Quizá tengamos a un ex todavía en mente o puede que solo hayamos pasado por una mala racha. En lugar de tragarte falsas promesas o enamorarte de alguien que no te llena, en lugar de sentirte derrotado y desesperanzado, en lugar de que te rompan el corazón, quiero que experimentes el amor expansivo que tienes la esperanza de que exista.

El amor romántico es a la vez común y complejo. Se ha considerado y descrito de infinidad de maneras a lo largo del tiempo y las culturas. El psicólogo Tim Lomas,[2] del Human Flourishing Program de la Universidad de Harvard, analizó cincuenta lenguas e identificó catorce clases de amor únicas. En la antigua Grecia, decían que había siete tipos básicos: el eros, que es el amor sexual o apasionado; la philia, o amistad; el storge, o amor familiar; el agape, que es el amor universal; el ludus, que es un amor pasajero o sin compromiso; el pragma, que se basa en el deber y otros intereses, y la philautia, el amor propio.[3] Un análisis de la literatura china que abarca desde quinientos hasta tres mil años de antigüedad revela numerosas formas de amor, que van desde el apasionado y obsesivo hasta el amor abnegado o el amor pasajero.[4] En la lengua tamil, existen más de cincuenta palabras para distintos tipos y matices de amor, como el «amor como gracia», el «amor en una relación gratificante» y un «derretirse por un sentimiento de amor».[5] En japonés, el término koi no yokan[6] describe la sensación de conocer a alguien y sentir que estás destinado a enamorarte de esa persona, y kokuhaku[7] describe una declaración de compromiso amoroso. En la lengua boro de la India, onsra alude a la conciencia de que una relación se consumirá.[8]

Nuestra propia cultura describe el amor de múltiples maneras. Si echamos un vistazo a la lista Billboard de las cincuenta mejores canciones de amor de todos los tiempos, se nos dice que el amor es una emoción de segunda mano (Tina Turner), el amor es una montaña rusa (Ohio Players), el amor es una resaca (Diana Ross), el amor es una cosita loca (Queen), mientras que ¡el amor es una locura para Beyoncé! y Leona Lewis no deja de sangrar amor.[9] El cine idealiza el amor, pero rara vez averiguamos qué ocurre después del «y vivieron felices para siempre». Cada día, nos rodean tantos enfoques, retratos y parábolas del amor que quiero que este libro te ayude a crear tu propia definición de este y a desarrollar las habilidades para practicarlo y disfrutarlo todos los días.

Cuando tenía veintiún años, me salté mi propia graduación para unirme a un ashram en un pueblo situado cerca de Bombay. Allí pasé tres años como monje hindú, meditando, estudiando las antiguas escrituras y trabajando como voluntario junto con mis compañeros monjes.

Las escrituras hindúes más antiguas que estudiamos allí se llaman Vedas. Se escribieron en sánscrito sobre hojas de palma hace más de cinco mil años. La mayoría de esas hojas ya no existen, pero los textos han sobrevivido. Algunos incluso se encuentran online. Su presencia y su relevancia en el mundo moderno siguen produciéndome sorpresa e inspiración. Hasta hoy, llevo dieciséis años estudiando los Vedas, y durante los tres años que viví como monje profundicé en ellos. Cuando descubrí la sabiduría práctica y accesible que albergaban, empecé a compartir estos mensajes y conocimientos con gente de todo el mundo a través de pódcast, libros y vídeos. Gran parte de mi trabajo actual consiste en asesorar a individuos y parejas, y en enseñar a otros a hacer lo mismo. Este trabajo me ha permitido certificar a más de dos mil coaches, todos los cuales siguen un plan de estudios que desarrollé partiendo de los principios védicos.

Recurrí a la sabiduría de los Vedas para formular los conceptos de este libro porque estos antiguos escribas hablan del amor de formas que no había oído nunca. Lo que explican es sencillo y accesible: una vieja lente que ofrece una nueva perspectiva. Los Vedas me dieron a conocer la idea de que el amor tiene fases, de que el amor es un proceso, de que todos deseamos amar y ser amados. Al trabajar con individuos y parejas en sus relaciones y procesos de transición tanto para entrar como para salir del amor, he comprobado que la validez de estos conceptos pasa la prueba de los escenarios de la vida real. Además, por comentarios a mis vídeos y respuestas a mi pódcast, const

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