Bendita locura

Raúl Gómez (Maraton Man)

Fragmento

Prólogo
Prólogo

Suena de fondo (bajito)

«Me gusta la vida», de Funambulista

La vida te da sorpresas. La vida te da y te quita, te regala y te roba, te afirma y te niega. La vida es como ese bollycao que cogías con ansias y pasión en el patio del cole y, de pronto, descubrías que tenía más pan que chocolate. La vida es (a veces) todo o nada, por eso nos gusta tanto. Y es en este funambulismo de holas y adioses, en esto de mantener el equilibrio sin caer a un lado o al otro, cuando a veces la vida también es maravillosa.

Recuerdo con cariño y muchas menos canas en el pelo el día que conocí a Raúl Gómez, hace ahora once años. Ya le había visto antes en televisión, pero no sé por qué, y esto me suele pasar con pocas personas, en cuanto crucé dos palabras con él tuve la sensación de que le conocía de toda la vida. La vida, de nuevo la vida. Esa que, desde entonces, nos ha unido a nosotros y a nuestras familias. Quizá la culpa de esta bendita locura la tenga el famoso efecto espejo. Sí, ese estudio sobre psicología personal que asegura que el exterior actúa como un espejo para nuestra mente y que lo que sueles ver proyectado, en situaciones de tu día a día y particularmente en las personas, es porque de alguna forma tú también lo llevas dentro. Raúl es un buen espejo en el que mirarse, y seguro que en este libro que ahora mismo tienes entre manos te será fácil sentirte reflejado.

Todo en ti, querido amigo mío, es una bendita locura. Bendita locura la de amar a tus abuelos, siempre eternos y felices, haciendo que tus yayos también sean los nuestros. Bendita locura la de retratar cada momento de tu vida en familia con una cámara colgada del hombro con tantas magulladuras como recuerdos caben en un disco duro. Bendita locura la de mezclar colores sin sentido alguno y, a la vez, con todo el sentido del mundo, porque las personas felices también somos de colores. Bendita locura la de estar a tu lado con un móvil con batería y tiempo libre porque de ahí solo pueden salir tonterías magnánimas en forma de filme. Bendita locura la de tu amor infinito por Julieta que nunca podrán ni siquiera empatar todos los Romeos del mundo. Bendita locura la hora en que Olivia llegó para poneros de nuevo la vida patas arriba y el corazón bocabajo. Bendita locura la de tu mirada y la de Sandra cuando sin deciros nada os lo decís y compartís todo, incluso esos pantalones de tejido amoroso de ella que tan bien os quedan. Y, por supuesto, bendita locura la de tu fortaleza, la de tu alegría bufonesca, la de sobrevivir echando de menos porque sabes que tus payasadas terrenales también se aplauden desde arriba.

Alguna vez he dicho que la televisión necesita a personas como Raúl Gómez. Como titular está bien, pero para mi gusto, viéndolo ahora con perspectiva, está incompleto. La vida necesita a personas como Raúl Gómez. Creo que los investigadores escoceses que clonaron a la oveja Dolly no anduvieron listos. A quien tendrían que haber clonado es a Raúl, que tiene un pelo parecido y, además, es buena persona. Bien es cierto que a Dolly la clonaron de una célula adulta, y claro, esto con Raúl sería harto complicado. Me niego a creer que dentro del ADN de un ser tan especial y tan lleno de vida como el autor de este libro exista alguna célula adulta, y si la tiene, lo disimula muy bien.

Benditos los locos que nacieron para hacernos la vida a los demás un poco más llevadera. Dijo Simón Bolívar que los tres chiflados más grandes de la historia fueron Jesucristo, don Quijote y él mismo... No quisiera yo llevarle la contraria a don Simón, ni al libertador ni al vino, pero está claro que en ese triunvirato de la majadería hay que hacerle un hueco a mi amigo.

Bendito seas, Raúl Gómez. A jugar.

ROBERTO LEAL

1. La línea de salida
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La línea de salida

Todos los que bailan están locos a ojos de quienes no escuchan la música.

HENRI BERGSON

Mis pies se mueven nerviosos... Sí, una vez más vivo la emoción de la línea de salida. Trato de refrescarme. En esta ocasión, el termómetro marca exactamente veintiún grados, pero a mí me suben los calores como nunca. Estoy tratando de canalizar los nervios, calmar la impaciencia por echar a correr ya mismo. Los minutos van pasando muy despacio, parece que nunca va a llegar el momento, el pistoletazo de salida. Deambulo de un lado para otro, hoy el calzado no me acompaña. Llevo mocasines verdes. Y bata. Bata EPI. Y un gorrito de color verde a juego.

Esta maratón es muy diferente a las que he corrido hasta ahora y no tengo ninguna duda de que será la más especial, porque va a durar toda la vida. Estoy en la sala de espera del paritorio del Hospital Montepríncipe de Madrid... ¡Voy a ser padre!

Miro la línea roja pintada en el suelo, marca el lugar donde deben esperar todos los padres antes de pasar al paritorio. Pero para mí es la línea de salida hacia una nueva vida que, según me advierten, será un terremoto digno de la escala de Richter. Mi corazón late como nunca antes, sudo de lo lindo, entre el gorrito, los rizos y la mascarilla... chorreo lava. La verdad que para ser la primera vez que me va a ver mi hija Julieta, vaya pintas, amigo.

KOI NO YUKAN. La seguridad de que vas a enamorarte
de alguien cuando lo veas por primera vez. (Japonés)

En la sala de espera me siento como un perro atado en la puerta de un restaurante: fiel, paciente, quiere saber, quiere participar; pero ni sabe, ni participa. Sandrita lleva algo más de quince minutos en el paritorio, y por aquí son todo caras amables, pero ningún dato, no sé nada. ¿Estará bien? Desespero. Debo andar ya por el kilómetro treinta y pico de la maratón de hoy porque las piernas me fallan, tengo la lengua seca y ya solo me queda «tirar de coco», pero... ¡es que también el coco me falla! Apenas quedan diez minutos para que Julieta llegue a este mundo, pero yo, claro, ¡lo ignoro! Así que la cabeza me va a mil. Si ya me dicen a menudo que tengo un discurso desordenado, no quisieras saber cómo estoy hoy por dentro, no hay un mueble en su sitio.

Por la autopista de mi cerebro pasan a toda velocidad toda clase de recuerdos, ideas, sentimientos... Julieta, me pregunto cómo será tu carita, tu voz, si tendrÃ

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