Una tacita de valentía (Serie Seasons 1)

Mar Poldark

Fragmento

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Capítulo 1

Boda equivocada

—Repítemelo de nuevo, creo que no te he entendido.

Las palabras de Autumn quedaron suspendidas en el aire, al igual que su firme y estoico dedo índice, mientras bebía su té favorito. Sus ojos azules no dejaron de perseguir cada uno de mis movimientos en el bonito salón de su casa.

Estaba inquieta. Apretaba mis largas uñas entre los dientes con la intención de calmarme. Había conducido hasta la casa de mi mejor amiga con un único propósito: revelarle mis intenciones.

Y por la turbación de su rostro no iba a ser mi mano derecha en esta locura.

—Voy a irrumpir en una boda.

—¿Te sientes Cameron Díaz esta mañana? —preguntó intentando no parpadear, deslizó con suavidad la taza de porcelana sobre la mesa y cruzó las piernas con su destacable elegancia—. No, espera. Seguro que esto ha sido cosa de los niños a los que cuidas, ¿te han dado con algún juguete en la cabeza y has perdido el norte?

—Los hijos de Greta son maravillosos.

—Yo diría que son pequeños demonios dispuestos a dejarte en el suelo como la silueta de su crimen perfecto.

—Autumn, esto es serio.

—No puedes estar diciéndolo de verdad.

Una carcajada irónica escapó de sus labios. Se levantó con aquel encanto tan propio de ella, incluso sus bucles dorados parecieron deslizarse por sus hombros con la perfección propia en una princesa Disney.

Sabía bien que en breve comenzaría a gesticular de manera exagerada, porque escapar de las reglas de Autumn Miller suponía erizar hasta el último pelo de su cabeza.

—Quiero tirarme a la piscina, y es el mejor momento para hacerlo.

—Lo que quieres es ahogarte en ella —dijo mordaz—, ni siquiera tirándote un enorme flotador en forma de unicornio vas a conseguir salir del agua.

Nos miramos durante unos instantes. Sus iris azules reflejaban su firme temperamento, los míos solo rogaban porque fuese conmigo al Four Seasons para detener la condenada boda.

—Bryce se casa.

—Y no sé cómo ha engañado a la pobre muchacha. —La amonesté con la mirada brevemente—. ¡¿Qué?! Siempre ha sido un vividor-follador.

—He venido hasta aquí buscando tu apoyo, ¿qué clase de amiga eres?

—Una que te dice las cosas como son —aseguró ella deslizando sus desnudos pies sobre la alfombra en color perla—. Entiendo que quieras ir en contra de tu timidez, Winter, pero hay muchos tíos en el mundo como para caer en las tonterías de uno que no ha querido nunca nada contigo.

—Pero era mi amigo cuando todo el mundo me decía «Témpano de hielo».

—Ese no es motivo para no dejarlo que se case —Autumn se giró dejando que su cabello se meciese con el movimiento—, sino el momento idóneo para dejar ir a ese recuerdo utópico que tienes de él.

—¿Esa es tu forma de sobrevivir cada día sabiendo que tu exmarido vive en tu sótano?

Si las miradas matasen, yo estaría lidiando con mi ascensión al cielo en las puertas de San Pedro. Seguro que me mostraría cada uno de mis cargos como «chica impenetrable», y yo le recordaría que puedo tener un pase estándar en sus dominios: las chicas buenas van al cielo; y las repletas de escarcha, también.

—Solo le hago un favor —se defendió mi amiga—, te recuerdo que no tiene dónde ir.

—Has sido muy considerada tras el divorcio.

—No lo iba a dejar debajo de un puente cuando podemos tolerarnos —zanjó el tema de forma abrupta—. De todas formas, estábamos hablando del chico por el que babeabas en la universidad, no del idiota de Vincent. ¿Qué quieres que haga?

—Ven conmigo —rogué haciendo un mohín incómodo—. Quiero demostrarle que me importaba lo suficiente para buscar esa oportunidad, pero si tengo que conducir hasta allí y lidiar con mi ansiedad, seguro que termino hecha una loncha de queso en la autovía, no siendo la protagonista de una comedia romántica.

Autumn suspiró con cierta pesadez. Sé que no se negará, especialmente cuando esta locura desviará el tema de su divorcio: firmó los papeles hace casi un año y aún sigue lidiando con la presencia del hombre que lo fue todo para ella y al que pondría una orden de alejamiento si no tuviera la lavadora en la zona de la casa donde él vive.

—Me invitarás a Juli’s después de esto —amenazó con su dedo índice mientras se alejaba de mí—. Voy a ponerme algo negro, a ver si así paso desapercibida.

***

El trayecto hacia el 200 de Boylston Street fue acompañado de los altos de Katy Perry y su Dark Horse.

Siempre me habían dicho que mis rasgos eran muy similares a los de la cantante. Contaba con una mirada gélida y un tanto impenetrable. Cabello en tono azabache hasta la altura de los pechos, además de unos labios bastante destacables. Aunque, por supuesto, no contaba con su riqueza, ni con su voz. Por eso, mientras Autumn y yo chillábamos como dos pollos sin cabeza, agradecía que tuviésemos la calefacción puesta y las ventanillas cerradas.

—Vamos a tener que dejar el coche en el hotel y caminar por el parque que hay enfrente. —Autumn me miró de soslayo, tamborileando sus dedos sobre el volante—. La boda se celebra en la parte este.

—¿Cómo sabes que están allí y no en la sala de celebraciones?

—Porque estoy viendo las historias de Facebook de Zander —admití algo avergonzada—, y si mi lado detective no me falla, creo que está cerca del templete donde suelen tocar los músicos.

—Empiezo a tener miedo de esta faceta tuya que intenta ir en contra de tu personalidad.

—¿Qué querías que hiciera? —Me mordí la mejilla mostrando mi lado más aniñado—. Siempre he sido parte de su vida, aunque fuese de manera intermitente.

—Cariño, las redes sociales muestran lo que nosotros queremos reflejar en ellas. —Mi amiga entró en el parquin con lentitud, no deseaba que a su coche (heredado tras el divorcio) le pasase algo—. Eso no nos hace parte de la vida de nadie, solo sabemos de su existencia.

—Vaya ánimos.

—Los que necesitamos para aparecer en una celebración así en vaqueros.

Cuando aparcó en la parte más profunda, donde no hay columnas ni peligro para que a su bebé no le pasase nada, salimos corriendo como alma que lleva el diablo. Creo que esta maratón con el móvil en la mano y con Autumn maldiciéndome no estaba dentro de mis planes. Se suponía que sería un momento épico, donde yo llegaría ataviada en una bonita falda de vuelo y una camiseta ajustada: él se giraría y todo esto le haría darse cuenta de que nuestras largas charlas de madrugada, para mí fueron más que unas cuantas risas.

«Solo espero que valga la pena».

—¿Te

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