Era la mañana del Solsticio de Invierno y me desperté con mucha ilusión.
¡Había estado esperando todo el año a que llegara este día!
La noche del Solsticio de Invierno es especial para el Reino de las Hadas. Es una celebración de la naturaleza y de las estaciones, ¡y es la noche más larga del año!
La tía Crystal y el tío Wren nos habían invitado a su casa, en el Reino de las Hadas del Invierno. ¡Y nos habían prometido que nos llevarían al Festival de la Nieve! ¡Habría patinaje sobre hielo, lucecitas brillantes, chocolate caliente, nieve y muchas más cosas maravillosas y emocionantes!
Salí de la cama de un salto, y me preparé para bajar a desayunar. Para ahorrar tiempo, bajé VOLANDO la escalera, batiendo mis alas de hada vampiro, con Pinky dando saltos detrás. Pinky era mi muñeco de peluche favorito hasta que mamá le dio vida con su varita. Ella puede hacer cosas así porque es un hada.
—Buenos días, Isadora —me dijo mamá cuando llegué a la cocina—. ¿Has dormido bien?
—Más o menos —respondí—. Pero parecía que tenía mariposas en el estómago toda la noche. ¡Estoy MUY nerviosa!
Mamá se rio.
—Pues nos iremos pronto al Reino de las Hadas del Invierno —dijo—. ¡Te he hecho un buen desayuno!
Me puso un cuenco con gachas de avena y nueces por encima, y cogí el sirope de arce. A mi lado, mi hermanita bebé Flor de Miel metió los dedos dentro de su cuenco de gachas y luego se los restregó por el pelo.
—He hecho unas también para ti, Bartolomeo —dijo mamá.
—¿Para mí? —preguntó papá, con cara de sorpresa—. ¡GACHAS! ¡No puedo comer gachas! No es muy de vampiros. Yo solo como cosas rojas…
—Lo sé —dijo mamá sonriendo. Dejó un cuenco sobre la mesa delante de papá y me incliné para verlo. Mamá les había echado un montón de frambuesas.
—Oh —dijo papá—. Sí que parecen unas gachas bastante rojas. Gracias, Cordelia.
—Es el desayuno perfecto para entrar en calor un día frío de invierno —dijo mamá sentándose a comer sus gachas, que estaban espolvoreadas con pétalos de flores bonitas—. Y va a hacer todavía más frío en el Reino de las Hadas del Invierno.
—¡Brrr…! —dijo papá, arropándose bien con su capa—. ¡A esas hadas del invierno les gusta mantenerlo todo… HELADO! Llevaré mi capa de lana más calentita. Me alegro de que tú seas un hada del verano, Cordelia.
—Yo también cogeré ropa de abrigo —dijo mamá—. ¡Solía pasar mucho frío compartiendo habitación con la tía Crystal cuando éramos pequeñas!
Después de desayunar, volví a subir la escalera a toda prisa para hacer la maleta. Revolví el armario buscando la ropa más abrigada que tenía. Encontré un jersey muy agradable que me había tejido la abuela Starspell, con el dibujo de un copo de nieve, y un par de orejeras rosas y blanditas. Me lo puse todo y me miré en el espejo. Sí, ¡estaba perfecta para ir al Reino de las Hadas del Invierno! Pinky me dio un toquecito. ¡Él también quería un jersey!
Saqué uno de los de mi armario, pero dijo que no con la cabeza y señaló otra cosa con la pata. ¡Era su espectacular y brillante chaqueta plateada! A Pinky le encanta llevarla cuando hacemos obras de teatro o si vamos a algún sitio especial, para ir elegante. La saqué del armario y se la puso. Dio saltos y piruetas por la habitación, admirándose en el espejo.
—¿Estáis preparados? —preguntó mamá más o menos una hora después.
Bajé arrastrando la maleta detrás de mí.
—¡Está muy bien que hayas hecho sola tu equipaje, Isadora! —dijo mamá—. ¿Te has acordado de tu bufanda y tus manoplas?
Asentí satisfecha.
—Fantástico —dijo mamá sonriendo—. Pinky, ¡qué elegante estás! Menos mal que tú no sientes el frío, porque esa chaqueta no parece abrigar mucho.
Fui corriendo a la ventana y apreté la nariz contra el cristal. La tía Crystal y el tío Wren iban a venir a buscarnos en su trineo mágico. ¡Qué ganas tenía de que llegaran!
—¿Dónde está papá? —preguntó mamá—. ¡BARTOLOMEO!
—¡Un minuto! —llegó la voz de papá desde el piso de arriba.
Lo esperamos todas en el recibidor. Flor de Miel empezó a querer escapar de los brazos de mamá. Por fin, papá