Antes de cualquier cosa, lo primero y más esencial para mí es darles las gracias de corazón por tener este libro en sus manos. Gracias infinitas por tomarse el tiempo de abrirlo e interesarse por lo que acá está escrito. Este texto resume cómo, para mí, la enfermedad encierra una energía sanadora que cuando la entendemos y le permitimos entrar en contacto con nosotros, nos transforma para siempre.
Nosotros somos los responsables de la existencia que llevamos; tenemos el poder de entenderla como la más grande escuela, a la que debemos ponerle toda nuestra atención para poderla construir bajo cimientos edificantes y trascendentes, o simplemente como una experiencia en la que nos dejamos llevar por los acontecimientos que se nos van presentando, a los que les cedemos el control y, además, les permitimos que se conviertan en capitanes de nuestro barco, que marquen la ruta por la cual caminaremos hasta el día de nuestro último aliento.
Escribir este libro para mí ha sido un regalo de la vida. Lo llevaba gestando en mi cabeza y en mi corazón desde hace un muy buen tiempo, y una tarde, hablando y compartiendo experiencias espirituales con mi amiga Mónica Urrea Franco, se convirtió en un plan de vida con el que quiero compartirles mis más grandes lecciones de vida.
Alguna vez recibí un correo electrónico de un oyente del programa de radio sobre bienestar que dirijo en Colombia, en el que me decía que le parecía absurdo que yo dijera que la enfermedad trae bendiciones y enseñanzas bonitas para la vida de quienes la experimentamos y también para nuestras familias, que cómo se me ocurría semejante disparate, que la enfermedad solo puede ser negativa.
Y la verdad es que no. La enfermedad conlleva dolor en sí misma, frustración y en muchas ocasiones impotencia, claro que sí, pero esa es su primera capa, la más superficial, pues la enfermedad siempre es una maestra que entra en nuestra vida para transformarnos y enseñarnos cómo vivir de manera diferente.
También soy una fiel convencida de que cuando uno padece una enfermedad, la lección o las lecciones que hay que aprender no son solamente para quien la experimenta en carne propia, sino también para el entorno más íntimo y cercano. Incluso cuando la enfermedad termina en la muerte del cuerpo físico. Por eso siento que este libro cobra todo el interés, tanto para quienes están experimentando un reto grande con su salud y reciben información de primera mano que puede resultarles valiosa —pues aquí les cuento cómo viví y aprendí de la enfermedad— como para quienes los acompañan: aquí, los acompañantes, pueden ayudarles a entender las enseñanzas que en muchas ocasiones están escondidas y que, en mi propia experiencia, fui descubriendo con el pasar del tiempo.
Si ustedes están completamente sanos, este libro también es para ustedes, pues está lleno de experiencias que abren el panorama y permiten el espacio a la reflexión desde una de las múltiples verdades que existen para vivir una vida mucho más consciente, feliz y armoniosa, eligiendo bien los ingredientes de la mezcla de su propia vida.
Este libro es, ante todo, una inspiración venida del cielo que me permitió consignar en palabras el poder sanador de las experiencias retadoras de la existencia y el milagro que a cada instante disfrutamos por el simple hecho de estar respirando en este bello planeta con su infinidad de posibilidades para realizarnos.
Mi papá, uno de los seres que más amo en este mundo, decidió bautizarme con tres nombres (Beatriz Clara Leonor) pues él decía que yo iba a ser alguien especial y merecía tener un nombre único; escogió cuidadosamente cada uno de ellos mientras estaba en la clínica en la que nací, pues las personas de la notaría estaban allí listas para registrarme; yo era la hija número 4. En cada uno de esos embarazos los nombres de niño eran los que abundaban, pues siempre guardaban la esperanza de que naciera un varón. Los de niña eran más escasos. Aun así, y con ese amor gigante, escogió mis tres nombres de la siguiente manera: Beatriz decidió elegirlo porque así se llamaba la acompañante de Dante en el cielo, en la obra la Divina comedia; Clara, por ser el nombre de la santa de Asís y una mujer que, entre muchas cosas, vivió una vida de ayuda a los demás, y Leonor por ser la única ópera que escribió Beethoven —de quien es un gran admirador—, Fidelio-Leonor. Yo amo mis tres nombres y me siento muy orgullosa de tenerlos.
Cuando yo tenía apenas un año de vida, mi padre me escribió un poema —era el segundo, pues cuando nací escribió el primero, llamado “Ha llegado otra novicia”— en el que, de todas las cosas lindas que decía, hubo una que, sin querer queriendo, se convirtió en mi lema de vida: “Extrae de las cosas lo mejor que hay en ellas”. Él la puso entre comillas porque me contó que fue una frase que alguna vez leyó y sintió que era una hermosa recomendación para mí.
Y ese consejo que me dio mi padre se convirtió en una de las reflexiones de este libro, pues qué lindo sería que todos nos dedicáramos a extraer lo mejor de lo que nos ocurre y se nos presenta, a mirar el lado bueno de cada experiencia vivida.
En La energía sanadora de la enfermedad les hablo de los dos diagnósticos que me transformaron por dentro y por fuera —el cáncer y el lupus eritematoso sistémico— y de cómo cada uno trajo a mi vida enseñanzas y la sanación de mi alma y de mi mente, para lograr el equilibrio y el balance que hoy me permiten seguir gozando de la vida con la mayor alegría que puedo sentir. Quiero compartirles cómo los retos en mi vida se convirtieron en mis grandes transformadores, en los protagonistas que permitieron una sanación que inspiró mi propia existencia, y que pueden ayudar a quienes estén preparados para caminar en esa dirección.
Aquí consigno cómo experimenté cada una de estas enfermedades, qué aprendí de ellas a lo largo de sus tratamientos, recuperaciones y recaídas —en el caso del lupus—, y cuáles fueron esos insumos que me sirvieron de apoyo fundamental para reconstruir mi vida y poder hoy sentirme plena y completa, aunque mi cuerpo no lo esté, y, desde esa posición, sentir que con mi experiencia ayudo a otros a reflexionar sobre sus propias vidas.
La resiliencia es la capacidad que tenemos todos los seres humanos de reponernos a las adversidades, y depende, en gran parte, de la actitud optimista que tengamos frente a cada momento que vivimos. Este libro muestra cómo es mucho más edificante y constructivo para nosotros tomar la decisión de ser resilientes. No siempre es fácil, pues esa elección nos lleva a enfrentarnos con nosotros mismos, a encarar la realidad, a reaccionar frente a lo que nos sucede de una manera sincera y genuina para poder elegir, con total honestidad, lo que de verdad nos va a permitir salir adelante desde el amor.
Hoy les agradezco a mis enfermedades y todo lo que me apor