INTRODUCCIÓN
El extraño caso del funyi negro
El 2 de noviembre de 1924, la Selección Argentina de fútbol fue a jugar a Montevideo la final del torneo Sudamericano contra Uruguay. Necesitaba ganar para salir campeón. El 0-0 terminó beneficiando a los charrúas, que conquistaron así su cuarta Copa América. A la salida del estadio se produjo una pelea con hinchas argentinos; sucedió en las inmediaciones del hotel Colón, en la esquina de Mitre y Rolón, plena Ciudad Vieja, donde se alojaba nuestra selección. Porque si bien la Copa se había quedado en Uruguay, los argentinos festejaban que el campeón olímpico no había podido vencerlos, cuando un mes atrás, en Buenos Aires, el partido había finalizado 2-1 para la albiceleste. Un grupo de uruguayos empezó a burlarse de los argentinos por celebrar un subcampeonato y las pasiones se desataron. La pelea dejó un muerto por arma de fuego: Pedro Demby, uruguayo, veintidós años, cuyo crimen sigue impune noventa años después.
¿Por qué es importante el hecho?
Según un estudio realizado por el especialista Amílcar Romero, éste es el primer de crimen por violencia comprobable en el fútbol donde está implicado un barra argentino. ¿Qué tiene que ver con La Doce? Muy simple: quien terminó acusado por el crimen fue José Lázaro Rodríguez, alias el Petiso, un conocidísimo hincha de Boca, número dos de la proto barra que lideraba José Stella, más conocido como Pepino El Camorrista, “un protegido del arquero de Boca, Américo Tesorieri, que desde chiquilín se paraba siempre detrás del arco de su ídolo, y al que los boquenses habían adoptado como mascota” (Muerte en la cancha, Amílcar Romero, 1986). A Pepino y al Petiso, que se alojaban en el hotel Colón, se los vio aquel día liderando la barra argentina, que había arribado en dos viajes del Vapor de la Carrera, que por entonces cubría el trayecto entre Buenos Aires y Montevideo. Ambos usaban funyi negro, y una de las pistas que los incriminaban fue precisamente el sombrero que, según declararon algunos testigos, portaba quien hizo los disparos. Ese sombrero que apareció tirado a menos de cuarenta metros del cuerpo de Demby tenía estampada la etiqueta del comercio donde había sido adquirido: Casa Grande y Marelli, Almirante Brown 870, corazón de la República de La Boca. Pero al igual que en la actualidad, la política argentina no se mostró muy predispuesta a investigar los crímenes del fútbol. “Lamento vivamente el incidente sangriento que ha sombreado el digno y prestigioso signo de cultura y noble espíritu deportivo. Stop”, escribió telegráficamente Vicente Gallo, ministro del Interior argentino, a su par uruguayo. Fue todo lo que se hizo oficialmente para desentrañar el caso. Corría 1924 y la violencia en el fútbol, originada por un barra de Boca, se cobraba su primera víctima.
Pero la policía uruguaya no se quedó con esa respuesta.