Espartanos. Reescribiendo Historias

Carlos M. Reymundo Roberts
Eduardo "Coco" Oderigo

Fragmento

Prólogo

PRÓLOGO

DAR SEGUNDAS OPORTUNIDADES: DE ESO SE TRATA

POR AGUSTÍN PICHOT*

No sé con exactitud cuándo fue la primera vez que escuché hablar sobre los Espartanos, pero sí recuerdo nítidamente que desde el primer instante que conocí el proyecto, me pareció una genialidad. Y no solamente por la misión que cumplen Eduardo “Coco” Oderigo y su equipo, sino porque también representa una lección para los que no estamos tan atentos a esta realidad, que nos resulta algo distante.

Formamos parte de una sociedad en la que la desigualdad y los prejuicios circulan casi con impávida naturalidad, cuando en verdad debería suceder todo lo contrario. La bondad, la comprensión, muchas veces no son actitudes asumidas como prioridad, y mucho menos si hay que aplicarlas para tratar a personas que se han equivocado. Por eso, el propósito que ideó Coco Oderigo y lleva adelante junto a un enorme grupo de colaboradores es admirable. Tenderle la mano al que está caído, mostrarle una salida, es de una grandeza única.

Me pone particularmente feliz que el rugby, deporte que abrazo desde mi niñez, sea la columna vertebral del proyecto.

Coco es un genuino hombre de bien. Cada vez que me encuentro con él para hablar, y son muchas las veces que lo hacemos, me invade la misma sensación: celebro que existan personas así, que dedican su vida a ayudar a los demás. Estoy seguro de que fue por eso que, cuando hace años con una sonrisa me dijo “tengo un sueño…”, no dudé ni un segundo en acompañarlo. Pude ayudarlos a disputar un partido en el Estadio Único de La Plata, en la víspera del test match entre los Pumas y los All Blacks. Fue una aventura increíble, porque los Espartanos, personas privadas de su libertad, enfrentaron a un combinado de jueces, fiscales, abogados… Los mismos funcionarios judiciales que dictaban sus condenas, que decidían si podían recuperar la libertad o no. ¡Qué linda locura fue esa, Coco!

También conocí con cierta profundidad algunas de las historias de vida de los chicos de Espartanos, y podría rememorar varias anécdotas, pero las sintetizo diciendo que cuando los veo jugar me produce una gran alegría. Disfruto profundamente cada partido del que participo, ya sea desde adentro de la cancha o desde la tribuna.

No pretendo apropiarme de un protagonismo que no me corresponde: quiero dárselo a todas esas personas que con incondicional generosidad dedican su tiempo y visitan las distintas unidades penitenciarias, con el auténtico deseo de, simplemente, mostrar nuevos destinos y encender nuevas ilusiones. El proceso no es sencillo, pero sobran ejemplos de que se puede salir adelante.

El reconocimiento es también para aquellos que con orgullo se identifican con el escudo de Espartanos, que defienden con fervor esa camiseta, que asumen desde el encierro el compromiso de cambiar. Soy un ferviente admirador de su disciplina, perseverancia, de sus ganas de mejorar, de la solidaridad con sus compañeros.

Todo el mundo de

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