INTRODUCCIÓN
¿Por qué escribí este libro?
Vivimos bombardeados con consejos y directrices sobre cómo convertirnos en personas de alto rendimiento y desbloquear nuestro máximo potencial. Estas sugerencias nos instan a optimizar cada aspecto de nuestras vidas: «levántate a las cinco de la mañana, medita, haz ejercicio, ayuna durante dieciocho horas, métete a una tina con hielo, haz tu cama en las mañanas, agradece, repite afirmaciones, sé estoico, sé disciplinado, encuentra tu pasión, desarrolla una mentalidad de campeón, establece objetivos claros, sé resiliente, trabaja sin descanso, no pares...». Pero ¿qué necesita, en realidad, cada uno de nosotros?
Pareciera que cada día surge una nueva estrategia y que nuestra lista de prácticas se alarga eternamente. No sé si te ha pasado, pero las rutinas de las mañanas suelen ser tan largas que cuando terminas ya es hora de almorzar; hasta yo me abrumo de solo pensarlo.
Después de investigar, trabajar y especializarme en alto rendimiento durante más de quince años, estoy convencida de que no existe una fórmula mágica o una receta infalible para alcanzar nuestras metas. Lo que predica el Navy Seal, el empresario de moda o el monje budista no necesariamente te va a servir a ti; quizá no va a calzar con tu estilo de vida o lo que sientes en este momento de tu vida, y puede que, más que motivarte, te lleve a compararte, sentir culpa y recriminarte por no tener «la disciplina» para seguir esas fórmulas.
¿Piensas que, si ellos pueden hacerlo, tú también puedes, y que al final se trata de voluntad?
No, no siempre se trata de voluntad. Nuestro comportamiento no es blanco o negro. Somos seres complejos, y hay muchas razones para no hacer lo que los gurús dicen que «tenemos» que hacer. La más relevante es que tú eres la única persona que puede vivir tu vida, solo tú sabes qué es lo importante para ti y determinar qué te funciona, qué no y cuándo es el mejor momento para implementar esos consejos. Nadie más. Los otros te pueden apoyar, inspirar, sugerir, pero eres tú quien tiene la última palabra.
Vivimos con la presión constante de rendir, tener éxito y «alcanzar nuestro máximo potencial». En ese esfuerzo por llegar a la cima sin descanso, existe el riesgo de agotarnos y llegar al burnout.
Burnout: Causas, mitos y soluciones desde los hábitos mentales
El burnout es un estado de agotamiento físico, emocional y mental causado por un estrés excesivo y prolongado. Es mucho más que trabajar demasiado: surge cuando las demandas superan los recursos disponibles para enfrentarlas. Este desequilibrio, común en entornos laborales y áreas como el cuidado de otras personas o los estudios, desgasta nuestra capacidad de funcionar al máximo, tanto personal como profesionalmente.
Cuatro mitos sobre el burnout
1. Ocurre porque somos menos resilientes
Esto es falso. El burnout se genera por desajustes entre una persona y su trabajo:
• Sobrecarga laboral: demandas altas con recursos insuficientes.
• Falta de control: baja autonomía o herramientas inadecuadas.
• Recompensas insuficientes: falta de reconocimiento financiero, social o intrínseco.
• Bajo apoyo social: conflictos laborales y falta de confianza.
• Falta de justicia: inequidad en cargas de trabajo, salarios o evaluaciones.
• Conflicto de valores: desalineación entre valores personales y organizacionales.
2. Es fácil de detectar
No es «todo o nada»; es un proceso gradual que se manifiesta de manera diferente en cada persona, con componentes como:
• Agotamiento: fatiga emocional, física y cognitiva persistente.
• Sensación de cinismo: desapego y actitudes negativas hacia el trabajo.
• Ineficacia: sensación de incompetencia y baja productividad.
3. No es tan grave
La OMS lo reconoce como un fenómeno ocupacional serio que afecta la salud, las relaciones y la felicidad, erosionando valores, espíritu y dignidad. Si no se aborda, puede convertirse en un ciclo difícil de romper, obligando a muchos a abandonar trabajos que antes les apasionaban.
4. Se debe únicamente a una mala gestión personal
Este mito culpa a las personas y omite el impacto de los ambientes laborales tóxicos. Resolver el burnout requiere un enfoque integrado que considere tanto al individuo como al equipo y la organización.
Cómo los hábitos mentales ayudan a prevenir el burnout
El enfoque tradicional de «trabaja más duro y por más horas» es contraproducente. Estas prácticas no solo disminuyen la creatividad, la energía y la concentración, sino que también reducen la cooperación y la resiliencia. Para prosperar, necesitamos desarrollar hábitos mentales que nos permitan operar desde el interior y guiar nuestras decisiones desde nuestros valores, propósito y equilibrio, en lugar de solo reaccionar a las presiones externas.
Un cambio personal y organizacional
Aunque las organizaciones están comenzando a entender que su éxito depende de que sus colaboradores prosperen, los cambios son lentos. Este libro se enfoca en el nivel individual, porque es lo que puedes controlar. Al aplicar estas herramientas, mantendrás un ritmo personal estable mientras se desarrollan las transformaciones en equipos y organizaciones.
Lugares de trabajo vibrantes requieren líderes que operen con principios basados en la investigación para inspirar a sus equipos a desarrollar y aprovechar al máximo sus capacidades esenciales.
Escribo este libro porque quiero ayudar a quienes, como yo, buscan ir más allá, vivir una vida plena y sobresalir frente a las demandas del mundo.
En estas páginas te contaré cuáles son los hábitos que he incorporado y que enseño a otros para que encuentren su propio camino hasta alcanzar su potencial. Hay muchos libros y contenido con «recetas para el éxito», sin embargo, pocas veces encuentro algo novedoso o con información que no haya escuchado anteriormente. Pueden cambiar las palabras, pero los conceptos siguen siendo los mismos, y se vuelve difícil filtrar lo importante. Por lo mismo, aclaro que no estoy tratando de inventar la rueda: las ideas que leerás no las descubrí yo; son una combinación de mi experiencia personal y profesional, de mis investigaciones y estudios. Deseo proporcionarte una guía de hábitos mentales de alto rendimiento, que te permitirán reorganizar la información para que la uses sin abrumarte.
Con estos hábitos mentales como guía, podrás filtrar la información que recibas, clasificarla y discernir qué consejos y estrategias son mitos y cuáles son los más adecuados para ti según el momento en el que estés, sin estresarte y, lo más importante, sin culpas ni recriminaciones. En cada capítulo encontrarás ideas concretas para desarrollar hábitos mentales que te ayudarán a alcanzar tu máximo potencial y mejorar tu calidad de vida.
Esa es mi principal motivación.
¿Qué son los hábitos mentales?
Los hábitos mentales son patrones arraigados de pensamiento, percepción y respuesta que definen la manera en que tú y tu equipo enfrentan los desafíos y las oportunidades. Tus hábitos mentales afectan la forma en que procesas la información, tomas decisiones y respondes emocionalmente frente a las situaciones que se presentan. Asimismo, desempeñan un papel fundamental en tu manera de responder bajo presión, tu manejo del estrés y el modo en que maximizas tus habilidades y potencial.
A diferencia de los hábitos diarios o rutinas —como levantarte a las cinco de la mañana―, que se centran en las acciones y comportamientos que realizas de manera regular, los hábitos mentales se enfocan en la forma en que piensas y respondes a los eventos y desafíos que enfrentas. Ambos tipos de hábitos son importantes para tu desempeño, bienestar y éxito personal, pero influyen en distintas áreas de la vida. La mayoría de las veces el foco está solo en las acciones, sin considerar los mecanismos internos que te permiten alcanzar todo tu potencial.
El hábito más importante
Por más que otros quieran hacerte creer lo contrario, tu valor como persona no está definido por los resultados que obtengas, por cuánto dinero tienes, por tus posesiones materiales, por lo que haces, por tu trabajo, la universidad donde estudiaste, si terminaste o no el colegio, por cuántas personas ayudas o por cuánto pesas. Eres valioso o valiosa por el solo hecho de existir. Tu valor como persona es inalterable; no eres más ni menos valioso que otro. Una persona de alto rendimiento reconoce que nadie es inferior ni superior, pero tampoco igual, porque todos somos únicos. No se trata de ser mejor que otro, porque somos simplemente distintos. Nuestras decisiones, acciones y resultados pueden ser más o menos acertados —algunas veces son muy poco acertados—, pero esto no cambia en ningún momento tu valor como ser humano. ¡Nunca lo olvides!
HÁBITO 1:
ALTO RENDIMIENTO NO ES IGUAL A ALTOS RESULTADOS
¿Qué significa para ti ser una persona de alto rendimiento? ¿Es tener una gran fortuna? ¿Ganar medallas olímpicas? ¿Escribir un bestseller internacional? ¿Ser el CEO de una empresa famosa? ¿Tener millones de seguidores en redes sociales? ¿Descubrir la cura del cáncer? ¿Salvar a las ballenas? ¿Crear una startup millonaria? ¿Tener un cuerpo envidiable? ¿Ser libre financieramente?
Todos tenemos nuestra propia idea sobre lo que es el alto rendimiento. Existen muchas definiciones según el contexto, pero en general se refiere a la capacidad de una persona o equipo para alcanzar resultados excepcionales o sobresalientes en una tarea o área específica.
Antes yo creía que el alto rendimiento significaba ser la mejor en todo, incluso en cosas que no me interesaban o gustaban. Pero ser la mejor en todo es imposible, y esa definición, en lugar de ayudarme, me saboteaba. Vivía comparándome con los demás y sin importar cuántos éxitos lograra, nunca eran suficientes. Vivía buscando más, y creía que solo sería feliz o me sentiría satisfecha cuando alcanzara algo lo suficientemente grande, aunque no supiera muy bien qué.
¿Te ha pasado?
Eventualmente, después de alcanzar muchos logros que creía imposibles, tras varios años estudiando, investigando, trabajando, compitiendo, viviendo y usando las estrategias que te compartiré en este libro, me di cuenta de que el problema no estaba en que mis logros no fueran suficientes, sino en mi definición de alto rendimiento. Y no era solo yo quien tenía ese concepto errado. ¿Cuántas veces has escuchado a personas muy exitosas, con resultados extraordinarios, asegurar que no son felices? Jim Carrey, actor y comediante icónico, lo expresó de manera contundente: «Espero que todos puedan hacerse ricos y famosos, y tener todo lo que siempre soñaron, para que vean que esa no es la respuesta». Pensemos también en el caso de Robin Williams, otro actor brillante y aclamado que, a pesar de su enorme éxito en la industria del entretenimiento, luchó contra la depresión por años y, lamentablemente, falleció por suicidio.
El problema con las definiciones tradicionales de alto rendimiento es que se centran demasiado en los resultados en comparación con otros, sin tener en cuenta cómo se llega en primer lugar a esos resultados, considerando la calidad de vida, la salud, la ética o la sostenibilidad a largo plazo de la persona que los alcanza. La presión en el proceso puede llevar a conductas poco éticas o a prácticas que perjudican tu salud o a otras personas a tu alrededor. Para mí, eso no es alto rendimiento.
El alto rendimiento va más allá de conseguir resultados excepcionales: implica dirigir conscientemente nuestra energía y esfuerzos hacia metas significativas que estén alineadas con nuestros valores en todas las áreas de nuestra vida bajo un equilibrio sostenible, aprender de los desafíos, contribuir positivamente a nuestro crecimiento, el de los demás y el de nuestro entorno y, a la vez, disfrutar del proceso.
Sé que esta definición no es tan simple y que puede generar controversias. Por lo mismo, te invito a que reflexionemos sobre las siguientes preguntas:
• ¿De qué te sirve tener éxito en una dimensión de tu vida si no eres feliz?
Muchas personas exitosas recurren a conductas que las perjudican para atenuar su dolor. En mi opinión, ningún éxito justifica tu infelicidad.
• ¿Vale la pena tener éxito si pones en riesgo tu salud?
Nunca. Tu salud física, mental y emocional vale más que cualquier éxito momentáneo.
• ¿Obtienes altos resultados en tu disciplina, pero perjudicas a otros?
No es suficiente ser la o el mejor en lo que haces. Una persona de alto rendimiento tiene altos estándares para sí misma y no perjudica a otros en su disciplina o en su vida privada. Todo lo contrario: también busca el crecimiento de las otras personas.
A raíz de esto, mi primer principio es: alto rendimiento es diferente a altos resultados. Alto rendimiento a cualquier costo no es alto rendimiento. No da lo mismo cómo consigues tus resultados. Puede que obtengas resultados extraordinarios en un aspecto de tu vida, pero si lo haces a costa de ti o de otros, entonces no es alto rendimiento.
¿Por qué la integridad es importante en el alto rendimiento?
Ser una persona íntegra significa que tus pensamientos, palabras y acciones están alineados con tu visión y valores fundamentales. Si bien existen razones morales y éticas por las cuales es importante actuar con integridad, también tiene un impacto directo en tu capacidad para alcanzar tu máximo potencial. Etimológicamente, la integridad hace referencia a la rectitud, la pureza y la cualidad de estar intacto y completo. Cuando no actúas de acuerdo con tus principios, creas una brecha interna que te pesa y te limita. Puedes lograr resultados altos sin ser íntegro, pero es difícil encontrar calma y satisfacción, lo que a largo plazo te resta energía.
Parte de ser fiel a ti mismo implica decir «no» cuando realmente quieres decir «no», y «sí» cuando realmente quieres decir «sí». Ser honesto contigo es cumplir tus compromisos sin traicionar tus principios ni lo que es verdaderamente importante para ti. Esto no solo construye confianza con los demás, sino ―lo más importante― contigo mismo. Cuando tus palabras y acciones están en armonía contigo, refuerzas tu confianza personal y tu sentido de integridad.
La coherencia interna te permite eliminar el conflicto interior, reducir distracciones y gestionar mejor tu energía, lo que optimiza tu rendimiento. Ser coherente te aporta claridad y enfoque, facilitando la toma de decisiones. El alto rendimiento no se trata solo de obtener resultados excepcionales de vez en cuando, sino mantener una consistencia elevada a lo largo del tiempo. Cuando no eres coherente, el conflicto interno genera estrés y desgaste emocional, lo que limita tu capacidad para rendir al máximo. El alto rendimiento en ambientes de presión depende de tu habilidad para gestionar este estrés, y la falta de integridad aumenta tu carga. Por eso las personas de alto rendimiento tienen un «código personal de honor», un conjunto de principios, valores y normas que guían su comportamiento y decisiones. Este código no es solo una serie de reglas abstractas, sino una forma concreta de ser coherente en todo lo que hacen.
Veamos un caso. Carlos, CEO de una multinacional, al reflexionar sobre su código personal de honor, identificó como algunos de sus principios fundamentales: el desarrollo constante, la integridad en sus decisiones, la creación de ambientes de respeto mutuo, la salud, su familia y amigos, la integridad financiera, el esfuerzo y la alegría. Tener claridad en estos principios le permite priorizar con facilidad y tomar decisiones que no parecen evidentes a simple vista. Por ejemplo, sabe con qué tipo de personas quiere trabajar, el ambiente de trabajo que busca promover y en qué clase de proyectos colaborar o no. Puede decir «no» con calma, a pesar de que existan ofertas tentadoras que lo hagan dudar, y le otorga espacio y tiempo de calidad a su familia y amigos en medio de todas las demandas por cubrir.
¿Qué pasa con la competencia?
Estamos constantemente comparándonos con los demás, buscando ser «el o la mejor» en lo que sea, como si hubiera un premio final que ganar. Y si bien hay galardones como m