Secreto de confesión

Sergio Rubín

Fragmento

Secreto de confesión

PRÓLOGO

La vida y la muerte de María Eva Duarte de Perón tuvieron todos los elementos propios del drama y, por qué no, de una cierta épica. Coherente con ese sino, la saga de su cadáver se invistió de los rasgos característicos de la tragedia, tragedia que expandió sus consecuencias turbulentas sobre la vida política argentina.

Alrededor de los restos mortales tanto del general Juan Domingo Perón como de los de Evita, el peronismo ha edificado una verdadera construcción mítica cuya vigencia parece aún hoy inquebrantable. Por si alguna duda hubiera sobre dicha vigencia, basta recordar los hechos sucedidos el 17 de octubre de 2006 durante el traslado del féretro conteniendo el cadáver embalsamado del general Perón, travesía que terminó con los violentos enfrentamientos de triste recuerdo entre distintas facciones gremiales ávidas de sentar primacía en el apropiamiento de aquel ataúd con valor de trofeo.

En este marco, la cruel historia de los restos mortales de Evita asume, como se ha dicho, rasgos de tragedia a los que se le suman ingredientes propios de una novela en los que realidad y ficción —como lo reconoce el autor de este libro que se lee con voracidad— parecen mezclarse permanentemente. Se diría que, de algún modo, esta convivencia de realidad y ficción son parte constitutiva del engaño al que en muchos casos estuvo sometido el destino de María Eva Duarte de Perón. Hay que recordar que hubo engaño durante su enfermedad —ya que Evita nunca supo que quien la operó del cáncer de cuello uterino que padecía fue el afamado cirujano estadounidense George Pack— así como también hubo ocultamiento del verdadero mal que acabó con su vida, del que sólo se enteró accidentalmente poco antes de morir.

Casi como un sino, el peregrinaje al que, luego del golpe de Estado que derrocó al general Perón -en septiembre de 1955-, se sometió al cadáver embalsamado de Evita fue asimismo abundante en engaños. En las primeras páginas de esta atrapante obra, el padre Francisco “Paco” Rotger le participa al nuncio apostólico Mario Zanín que el cadáver de Evita había sido quemado y que sus cenizas habían sido esparcidas en las aguas del Río de la Plata. Su tumba, en el cementerio de Milán, estuvo a nombre de otra persona, María Maggi de Magistris. Giuseppina Airoldi, la laica consagrada que llevó flores durante todas las semanas de los casi catorce años que esa tumba albergó al cuerpo sin vida de Evita, sólo supo su verdadera identidad tiempo después de que se hubiera concretado su devolución al general Perón.

Sergio Rubín nos brinda un relato pormenorizado y apasionante de toda esta saga que constituye uno de los capítulos más oscuros de la historia argentina. Su investigación, profunda y puntillosa, descorre el velo de una trama a la que no le falta ninguno de los rasgos característicos de una novela de suspenso, constituyendo así una nueva demostración de que la realidad supera, y con creces, a la mejor ficción.

En su libro “El caso Eva Perón”, el Dr. Pedro Ara, el gran anatomista español que embalsamó el cadáver de Evita, termina diciendo:

“Quiera Dios que unos y otros dejen al fin en paz, donde quiera que se guarden, unos restos mortales cuyo eterno reposo no depende de la mayor o menor perfección técnica y estética de conservación”.

Hoy los restos mortales de María Eva Duarte de Perón descansan en el panteón de la familia Duarte ubicado en el cementerio de La Recoleta. Han hallado allí la paz que se les negó desde el momento mismo de su muerte, a las 20.25 del 26 de julio de 1952.

En esta obra, Sergio Rubín nos lleva por los vericuetos de un verdadero laberinto de intrigas que jalonaron el peregrinaje del cuerpo sin vida embalsamado de Evita que, a modo de una saga maldita, fue acompañado por el frenesí de violencia política que se expandió por la Argentina de aquellos años marcados a sangre y fuego.

Nelson Castro

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos