Querida Violeta

Nerea De Ugarte López

Fragmento

Querida Violeta

Querida Violeta,

Esta carta es para ti.

No nos conocemos en persona, pero estoy segura de que habitas en cada niña, adolescenta y mujer que he conocido durante estos últimos trece años. No nos conocemos en persona, pero algo me pasa contigo; algo de ti me remueve, me emociona y me pone la garganta como un nudo. Desde que me senté a pensar y a escribir lo que te quiero decir, no he hecho más que llorar. Llorar de pena y de emoción, de rabia y de inspiración, de lucha y de pasión, porque me di cuenta de que también eres parte de mí.

No será fácil escribirte, Violeta. Creo que será una travesía, y no solo para mí, que te siento tan cerca, sino para todas quienes lean esta carta.

*

Me gustaría decirte algunas cosas antes de empezar, para que te sientas cómoda y en confianza mientras haces este viaje. Quiero que sepas que te respeto con todo mi ser, y que te entiendo. Entiendo gran parte de lo que has vivido. Entiendo que muchas veces te sientas mal contigo misma: insegura, incompleta, insuficiente. Y aunque quizá darte cuenta te lleve años (y algunas relecturas de esta carta), te aseguro que mucho de lo que crees en relación a ti responde a una invención social, a enunciados que te quieren hacer creer, a cosas que no son ciertas. Te prometo que mientras vayas leyendo lo entenderás mejor, y ojalá termines comprendiendo que eso que te han hecho creer no es necesariamente tu verdad.

Desde aquí, desde mis treinta y siete años, después de haber pasado mucho tiempo sintiéndome insegura, habiendo logrado hace muy poco liberarme de tanta imposición, quiero pedirte que te cuestiones. Que te cuestiones todo lo que por años te han dicho que debes ser, todo eso que te han metido en la cabeza desde que eras chica. ¿Has sentido, Violeta, la obligación de ser «tierna», «educada», «bien portada», «amable», «generosa», «señorita»? Estoy segura de que sí, pero ¿te has preguntado quién inventó las definiciones de esos conceptos? ¿De dónde vienen? ¿Para qué te sirven? ¿A quién le sirve que existan? ¿Cómo te han limitado?

¿Te has preguntado cómo te sientes cuando no cumples con esas características?... ¿Te aíslas? ¿Te silencias? ¿Te restas? ¿Dejas de levantar la mano para dar tu opinión? ¿Dejas de hacer lo que te gusta? ¿Le das más poder a la opinión de los demás que a tu propia libertad?

Violeta, la belleza es una construcción social. En cada rincón del mundo «lo bello» es diferente, y eso no lo regulamos nosotras, lo regula el mercado. Cuestionarnos qué hay detrás de estos mandatos es la única posibilidad que tenemos de liberarnos de esos patrones que predeterminan, en tantas ocasiones, nuestro estado de ánimo y, sobre todo, nuestra capacidad de accionar y agenciar en el mundo. El mundo es diverso e imperfecto, y por más que nos traten de convencer de que buscar la perfección asegura la felicidad, tienes que saber que eso no es más que un eslogan de venta, en el que espero caigamos cada vez menos. Quizás esto te suene a frase de autoayuda, Violeta, pero quiero asegurarte algo: eres suficiente simplemente siendo tú. No necesitas seguir los consejos de la influencer de moda para validar tu existencia. Tu existencia es válida porque sí. Punto.

También quiero que sepas que te creo. Creo en tus vivencias, en esas que has ocultado por vergüenza o por culpa, porque te convencieron de que si algo malo te pasó fue porque tú lo provocaste, y que por lo tanto es tu responsabilidad. Ten claro que yo sé que no fue así. Sé que no fue, que no es ni será tu culpa, y menos tu responsabilidad. Sé que no hiciste nada para provocarlo, aunque tu mente busque millones de explicaciones para convencerte de que sí, que por algo pasó, por algo te pasó a ti. No fue por nada que hiciste, Violeta, nada. Entiendo tu vergüenza; muchas la hemos sentido. Entiendo tu culpa; todas vivimos con ella. Pero no son emociones inherentes a nosotras, Violeta. Nos enseñaron a vivir así, nos educaron para sentirlas, porque a través de este mecanismo han conquistado nuestro silencio. Así lograron mantenernos calladas, separadas, desconfiadas las unas de las otras... Pero ya no. Tu vergüenza y tu culpa no te corresponden, le corresponden a un sistema sociocultural que se construyó hace muchísimos años para mantenernos sin voz y hacernos creer que somos las culpables. No es así. La vergüenza tienen que sentirla únicamente quienes se supone deberían velar por nuestra seguridad y garantizar nuestros derechos.

Otra cosa que quiero decirte es que te quiero. Sí, puede que te suene raro, pero te quiero por ser tú. Por existir. Te quiero porque una parte tuya habita en todas nosotras y lucha por un mismo propósito. Podemos ser todas diferentes, podemos pensar de manera desigual, pero te aseguro que todas las mujeres queremos lo mismo: una vida libre de opresiones, una vida justa, una vida digna, una vida que se respete, una vida que nos pertenezca, Violeta. Y esa parte tuya que habita en todas nosotras trabaja por eso, cuerpo a cuerpo, codo a codo, de la mano de amigas o no amigas... eso da igual en esta causa. Acá somos todas mujeres, acá lo que importa es nuestra libertad, acá lo importante es luchar y no bajar los brazos jamás, sacar la voz, decir lo que pensamos, usar los espacios de los que por años nos desapropiaron, vestirnos como se nos dé la gana, estudiar lo que nos dijeron que no era para mujeres, gritar por los derechos que aún no nos aseguran, caminar sin miedo a no volver vivas, carretear sin la paranoia de mantener nuestro vaso al acecho para no ser drogadas y posiblemente abusadas o violadas. Recuperar colectivamente el poder que nos negaron, dignificar el trabajo de cada una de nosotras, de todas; abolir todo aquello que nos convencieron que era parte de nuestra «esencia (de señoritas)» y comenzar a definir juntas quiénes queremos realmente ser y cómo queremos realmente vivir.

Tomémonos las calles, Violeta. Sí, puede parecerte arriesgado, pero te aseguro que nunca irás sola, siempre habrá alguna compañera que te dará la mano mientras caminas por esos lugares que nos han hecho históricas. Por esas calles que recorrimos miles, millones, juntas, cantando, saltando, bailando, gritando al son del feminismo, sintiendo en nuestras venas la sororidad, mostrando los nombres y los rostros de las que ya no están, incluyendo en el recorrido a las que vienen, haciéndolas parte de ese lugar seguro, ese espacio único, ese pedacito de cielo que algunos días al año, cuando las calles son nuestras, lo sentimos como la experiencia más hermosa que se puede vivir entre mujeres.

Te quiero por eso, porque esa parte tuya que habita en todas ha sanado a muchas. Me sanó a mí y me sigue fortaleciendo cada día. Nos acompaña. Nos contiene. Nos reconoce. Nos visibiliza. Nos recuerda que ya nunca más estaremos solas. Que nos tenemos. Que podemos descansar mientras otra está despierta, cuidándonos. Esa esperanza que habita en ti nos recuerda que el metro con falda no es una pesadilla si al frente tuyo, en la mochila de otra mujer, cuelga un pañuelo verde. Nos recuerda que la calle no es tan insegura si por ella trans

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos