Las diez tendencias que transformarán Chile

Joaquin Lavin

Fragmento

 Prólogo

PRÓLOGO

Estoy en Madrid. Mi idea es mirar Chile desde afuera, alejado lo más posible de la actualidad política y de la intensidad diaria que he vivido durante muchos años. Hoy es 18 de septiembre. Pasaron justo dos meses desde las primarias presidenciales y, ya desde fuera de la política electoral, una feliz coincidencia hace que empiece a escribir justo en el día de la Patria.

Lo que quiero contarles es que, si lo hacemos bien, Chile tiene un gran futuro. Esta frase, sabemos, se ha dicho innumerables veces en nuestra historia, pero ahora adquiere una dimensión a otro nivel. Nunca los intereses del mundo y los de Chile habían estado tan alineados. Para salvar el planeta, la humanidad necesita a Chile como su socio estratégico.

Pero vamos por partes.

En este breve ensayo quiero hablarles de las diez tendencias que transformarán Chile. Algunas de ellas ya se están manifestando. Otras vendrán en los próximos años. Algunas podemos decir que son propiamente chilenas y otras están ocurriendo a nivel global.

Las ventajas comparativas del cielo del desierto de Atacama son, claro está, únicamente chilenas. También es chileno el surgimiento de la necesidad de vivir todos juntos, «mezclados», en una sociedad más integrada. Este sentimiento también se encuentra presente en otros países, pero aquí adquiere una dimensión mayor, porque prácticamente no existen momentos vitales ni lugares geográficos en que personas de diferentes sectores socioeconómicos puedan compartir o convivir. Vivimos en ciudades segregadas, y la educación pública no es un lugar de encuentro, como sí ocurre en países desarrollados.

Otras tendencias tienen que ver con nuestra ubicación geográfica. Compartimos con los países del hemisferio sur estar en verano cuando todo el mundo desarrollado, el del gran poder de compra, el del hemisferio norte, está en invierno. Eso le da a nuestra fruta, por ejemplo, una opción privilegiada. Y compartimos con los países del Pacífico el hecho de estar en el centro del mundo, en el lugar en que están pasando —y van a pasar— las cosas.

La creciente disputa entre Estados Unidos y China, que va mucho más allá de la era Trump y el «fin del petróleo», del que hablaremos posteriormente, cambia la importancia geopolítica de las diferentes regiones del mundo, otorgando a la cuenca del Pacífico una posición privilegiada.

Otras tendencias que tienen que ver con la innovación, con el «boom» del emprendimiento tecnológico y la inteligencia artificial, que influye en nuestras vidas cada día más, son propias del mundo global en que vivimos.

Están pasando, ya lo veremos con detalle, muchas cosas de manera simultánea. Podríamos decir que todas las tendencias están relacionadas con los tres grandes cambios mundiales del momento. Con ello me refiero al cambio tecnológico, el cambio climático y el cambio demográfico. Estos se potencian e interrelacionan. El cambio tecnológico permitirá que el mundo comience a utilizar autos eléctricos, que a su vez nos ayudarán a enfrentar la crisis climática. Los avances de la ciencia, asimismo, permiten que nuestra esperanza de vida siga creciendo.

El mundo contemporáneo se caracteriza también por la conectividad global. Podemos ver en vivo lo que pasa en cualquier lugar del mundo y en tiempo real, ya sea China, Francia o Afganistán. La tecnología está impactando de manera profunda en nuestra forma de vida. Los algoritmos y los robots reemplazarán parte importante de los trabajos que hoy conocemos. No se trata solo de que en el futuro desaparecerán los choferes o incluso las motos que realizan deliverys, reemplazados por autos sin conductor, robots y drones, sino de lo que ya está pasando hoy, en que gracias a la «remotización» una máquina que opera al interior de una mina de cobre en el norte puede ser dirigida desde una oficina en Santiago.

Otro aspecto importante de esta transformación del mundo moderno es que parte de la economía ya no se centrará en el «tener» sino en el «compartir». Marta García Aller en su libro El fin del mundo tal y como lo conocemos se refiere a que lo importante ya no será tener un auto sino tener movilidad. El auto compartido ya es una realidad en las capitales europeas, y pronto en Santiago habrá cada vez flotas más grandes de vehículos para ser utilizados igual que las bicicletas públicas y los scooters.

El fin del dinero y de los cajeros automáticos, que serán reemplazados no por las tarjetas de crédito sino por el celular como medio de pago, y la venta online de droga, modificarán las formas en que operarán la delincuencia y el narcotráfico. Estamos asistiendo entonces a una nueva forma de criminalidad, a cargo de hackers y mediante cibersecuestros, fenómeno que ya hemos comenzado a conocer en Chile.

Entre lo que llegará a su fin está también el «reinado del petróleo». Cuenta Marta García Aller que en 1900 había unos trescientos mil caballos tirando los carruajes-taxis en Londres. En Nueva York había cien mil. Y el gran problema urbano para los alcaldes de la época era cómo solucionar el problema del estiércol de caballo que repletaba las calles. Después vino el carbón y el vapor, y en 1903 Henry Ford lo cambió todo con el Ford T. Diez años después ya había en Nueva York más autos que caballos. El problema del estiércol me recuerda una anécdota: cuando asumí como alcalde de Las Condes, en diciembre del 2016, mi primera reunión fue con el intendente Claudio Orrego, quien me manifestó la preocupación de que la gran mayoría de las comunas de Santiago tenía un sistema de bicicletas públicas distinto al de Las Condes. Las bicicletas debían ser dejadas en estaciones, y las estaciones de Las Condes no servían para las bicicletas del resto de Santiago. A su vez las de Las Condes no podían cruzar los límites de la comuna. El intendente me planteó la necesidad de unificar el sistema. A los pocos meses el problema se resolvió solo. Llegaron las bicicletas «sin estaciones», es decir, que pueden ser dejadas en cualquier parte debido a que tienen GPS y que se bloquean y desbloquean con una aplicación de celular. Después llegaron las bicicletas eléctricas y los scooters, incluso de diferentes compañías que compiten entre sí. Estas cruzan con tranquilidad todos los límites comunales porque se dejan en cualquier parte, donde el viaje termina. La tecnología y la innovación resolvieron nuestro problema, tal como los autos ayudaron a los alcaldes de comienzos del siglo pasado a hacer desaparecer el complejo tema del estiércol de los caballos.

La llegada de los automóviles inició el largo reinado del petróleo, que ha significado una gigantesca transferencia de riqueza desde los países que no lo tienen, o no tienen lo suficiente, a los que sí. La geopolítica mundial durante el siglo xx cambió por completo. Medio Oriente pasó a ser clave. A través de la OPEP, algunos países lo aprovecharon al máximo. Otros no tanto.

La era del petróleo, sin embargo, tiene fecha de caducidad.

La lucha contra el cambio climático, la electromovilidad y la baja en el costo de producción de energías limpias

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