PREFACIO
El motivo inmediato de este libro es que se cumplen cuarenta años de la publicación de En una voz diferente,* así como el aniversario cuadragésimo quinto de la aparición del ensayo original, aparecido en 1977, con el mismo título de «En una voz diferente», en la Harvard Educational Review. Sin embargo, el elemento gatillador más de fondo fue, en rigor, la intuición que me ha llevado a cambiar el título original.
Había estado rondando esa intuición durante años, presionada por las nuevas investigaciones y por los cambios producidos en el clima sociopolítico imperante. Lo sorprendente para mí es que me haya tomado tanto tiempo vislumbrar lo que, visto en retrospectiva, parece evidente: la voz asociada a la ética del cuidado es una voz simplemente humana y adjudicarle a una voz humana el rótulo de lo «femenino» es problemático. En la aproximación a esta novedosa claridad, tuve a menudo la sensación de estar intentando abrirme paso en un terreno enmarañado. Escuchar la «voz diferente» como una voz humana implicaba sortear una serie de impedimentos que surgían en el camino a la conclusión de que la división binaria del género —la construcción de las capacidades humanas como «masculinas» o «femeninas»— no es solo una distorsión de la realidad, sino una piedra angular del patriarcado. Este libro cobró ímpetu a partir de todo lo que se deriva de esa toma de conciencia y queda clarificado por ella.
Al desplegar la senda que recorrí para llegar a esta fusión más intrincada de lo psicológico y lo político, he incorporado nuevos escritos, junto a algunos trabajos recientes que han operado como peldaños en que apoyar los pies durante el ascenso. Escribí la primera mitad de este libro, los capítulos 1 y 2, en el invierno de 2021-2022, y la mayor parte de la introducción al verano siguiente. Ninguno de esos textos se ha publicado anteriormente. Los capítulos 3, 4 y 5 aparecieron con formas relativamente distintas en 2020, 2014 y 2019, aportando nuevos materiales (la Eva bíblica, el concepto de daño moral, tres filmes escritos y dirigidos por hombres insertos en el actual cine comercial) que influyeron en mis reflexiones en torno al silencio y la voz, la iniciación y la resistencia, el género y el desarrollo individual, el patriarcado y la democracia.
El párrafo que abre la introducción se remonta a una fecha anterior, a inicios de los noventa, cuando escribí sobre mi experiencia de escuchar a Anita Hill. Ese momento ha quedado impreso en mi memoria porque trajo a colación la diferencia entre tener una voz propia y ser escuchado. Hoy en día me muestro escéptica cuando oigo a la gente hablar de encontrar su voz, como si ello fuera a resolver por sí solo la miríada de problemas, tanto psicológicos como políticos, que siguen al descubrimiento de que la propia experiencia no logra ser oída o de que no será escuchada y tomada en serio. Recuerdo que una vez en Japón fui en el tren de Kioto a Tokio. Una estudiante ya licenciada se había ofrecido gentilmente a acompañarme para que no me perdiera en la estación de trenes de Tokio. Ella me preguntaba sobre la voz, sobre perder la propia voz, y cuando yo le dije