Horoscopo chino 2022

Ángeles Lasso

Fragmento

Introducción

INTRODUCCIÓN

Tras dos años de pandemia, podemos decir que nos encontramos inmersos en una burbuja del tiempo, en la que nuestras vidas se han visto detenidas. Como si un misterioso acto de magia hubiese cambiado por completo la realidad a la que estábamos habituados.

Actualmente vivimos restringidos, limitados. Por completo coartados en nuestro libre albedrío ante una situación tan extrema que nos obliga a acatarla o bien quedar expuestos a la muerte. Esta nueva realidad, que nos mantiene confinados entre cuatro paredes, nos impulsa a desarrollar tanto el trabajo como la educación y las relaciones sociales tras una pantalla.

La vida, poco a poco, se vuelve virtual, cambiando radicalmente nuestra cotidianidad. Ingresamos de este modo a un nuevo paradigma como humanidad. La tecnología se volvió esencial y todo parece transcurrir tras mascarillas que ocultan tanto las lágrimas como las sonrisas. Los abrazos son peligrosos; las emociones, controladas.

El culpable de tal nivel de transformación es nada menos que un microscópico enemigo, capaz de controlar, con solo un golpe, a toda la población humana. La misma que ha logrado explorar el espacio exterior, así como desarrollar armas de destrucción masiva, pero que sin embargo aún no logra dominar a este pequeñísimo virus. Tal vez sea solo el mensajero que vino a recordarnos cuán vulnerables somos ante las fuerzas de la naturaleza.

A lo largo de la historia han existido otras epidemias y pandemias, y por eso sabemos que al final esta larga tormenta amainará y podremos retomar nuestras vidas en libertad. Pero la lección aprendida no la podemos olvidar. No somos invencibles ni tampoco indestructibles, y esta experiencia debería ser suficiente para tomar conciencia. Es innegable que somos depredadores naturales, al extremo de habernos convertido convertido en un virus tanto o más mortal que el COVID-19 para el planeta en que vivimos.

Nuestro hábitat sufre una destrucción masiva por cuenta nuestra. El calentamiento global no apareció solo, nosotros lo provocamos. Son nuestras emisiones, nuestros combustibles fósiles, nuestras mineras, nuestro plástico, lo que está asfixiando al planeta. Tal vez, este asesino microscópico llegó en el momento exacto para que de una vez tomemos no solo conciencia, sino también acciones para acelerar la sustentabilidad verde, antes de que sea demasiado tarde para remediar el daño. No podemos seguir cerrando los ojos a lo que sucede frente a nuestras narices.

Los recursos naturales son capaces de regenerarse, pero no a la velocidad que los explotamos. Nada estamos haciendo para detener el derretimiento de los hielos antárticos, las olas de calor asolan continentes enteros, se queman las selvas, crecen los desiertos, islas de desechos plásticos navegan a la deriva por océanos contaminados, la flora y la fauna de este maravilloso planeta agoniza bajo el efecto de nuestra brutal inconsciencia. Es algo tan evidente y, no obstante, la reacción es demasiado lenta.

La gran esperanza pospandemia será que una sociedad mucho más despierta tenga las actitudes necesarias para alcanzar a revertir esta temible realidad, cambiando el rumbo hacia una forma de vida sustentable y amigable con el medio ambiente.

El lamento de las víctimas del virus se une al de la madre naturaleza, impulsándonos a alcanzar la medicina salvadora para los enfermos, así como la conciencia globalizada ante la emergencia ecológica. Pero ya sabemos que todo proceso necesita su tiempo. Esta crisis sanitaria estará amainando tras los años regidos por el elemento Metal: 2020 y 2021. Entonces vendrán los que están controlados por el Agua: 2022 y 2023. Y será el tiempo de sanar al planeta.

Todo es parte del gran cambio de paradigma. Aprenderemos gradualmente a adaptar buena parte de nuestras costumbres, creando nuevas realidades y aceptando una gran diversidad, en las cuales los nuevos sistemas políticos y económicos serán muy distintos a los que estábamos acostumbrados. El creciente despertar de la humanidad va a dejar atrás el duro materialismo, así como la loca adicción al consumismo, causantes de que hayamos llegado al extremo de encontrarnos oscilando al borde del colapso, no solo ambiental, sino también espiritual. Es que el descrédito de la política va unido al de las religiones tradicionales, dejando a la humanidad en una cierta indefensión, una carencia de modelos o de guías. Esto tiene mucha relación con el aumento de la delincuencia, debido a la total desesperanza de una juventud sin posibilidades, bloqueada por el sistema jerárquico que valora el dinero más que la vida.

Justo desde ahí surgirán las raíces del nuevo paradigma. En el paulatino nacimiento de un sistema más horizontal que piramidal, donde reine la meritocracia y ofrezca oportunidades más justas a la personas según sus capacidades y no su nivel económico. La pandemia, al fin y al cabo, está cumpliendo una función trascendental: sacudir a una población mundial aletargada, impulsándola a reinventarse con cualidades humanas que estaban olvidadas en los arcones de un frío sistema individualista que comienza a desmoronarse como una estatua de arena.

Son la imaginación, la creatividad, la solidaridad las que nos llevarán a una manera diferente de construir una economía sustentable, efectiva y visionaria, en la que podamos observar el inicio de una organización social pareja, en que deberes y derechos sean coherentes. Que tenga leyes que protejan los recursos naturales a la vez que eduque a los que vienen en un comportamiento saludable para sí mismos y para el hábitat en que nos desarrollamos. Podríamos decir que la inminente tarea consistirá en «humanizar» a la humanidad. Una extraña paradoja de la que formamos parte.

Por ahora, debemos enfrentar la triple crisis en la que estamos inmersos. Sanitaria primero, pero en consecuencia también política y económica. Los dos años de parálisis han provocado la pérdida de miles de puestos de trabajo, que arrastrará a la pobreza a una buena parte de la población, con las secuelas inmediatas sobre el sistema, que pierde su sustento y obliga a los gobiernos a entregar recursos mientras continúa el loco vaivén de la economía mundial.

Nuevos líderes irán apareciendo. Las personas irán uniendo fuerzas para acceder a sus necesidades básicas. Nacerán comunidades agrícolas, organizaciones de todo tipo, que paulatinamente darán forma a una nueva realidad. La vida tendrá un antes y un después de la pandemia. Incluso la espiritualidad encontrará cuerpo por cuenta de disciplinas que busquen el equilibrio interno. Oriente y Occidente irán fusionando sus culturas como parte del nuevo tiempo, en el que caerán los muros y se construirán puentes.

Asistiremos también a un tiempo en que caducarán muchos mitos y serán develados grandes enigmas. La ciencia avanzará junto a la tecnología a tal velocidad que pocas cosas lograrán sorprendernos.

Consideremos también que estamos transitando un cambio de era. Atrás queda Piscis con sus límites acuosos, para dar paso al aéreo Acuario, que nos sumerge sin vacilar en una espiral virtual en que viajarem

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