No culpes a mercurio retrógrado

Álvaro Norambuena Donoso

Fragmento

¿Enviaste un correo con confesiones y algunas palabras subidas de tono sobre tu jefe a la persona equivocada? ¿Hablaste de tu novia a otra persona y sin darte cuenta le enviaste el WhatsApp a ella? ¿Tu conexión a internet está cada vez más lenta, sobre todo el día en que justo más lo necesitas? ¿Se ha estropeado tu computador y no respaldaste la información? ¿Dijiste algo que no querías decir, y mientras lo decías te estabas arrepintiendo?...

Lamentablemente ya es tarde.

Todos los desastres que puedas estar viviendo en tu vida, que se intensifican en semanas específicas a lo largo del año; todos los males que han desatado la catástrofe tienen un posible responsable y principal sospechoso.

¿Adivinaste? Sí, el culpable podría ser Mercurio retrógrado.

Es la opinión cada vez más generalizada entre jóvenes y adultos jóvenes que, un poco en broma y un poco en serio, encuentran en esta frase su chivo expiatorio y ponen a Mercurio como el principal responsable de la calamidad cotidiana.

Entonces, si aún no has tenido una disputa con tu pareja o con tu compañero de trabajo, si aún no has tenido esa discusión insólita que solo podría justificarse por la aparición de este rufián, o si aún no se te ha descompuesto tu teléfono o computador, ni se ha caído Instagram o Facebook; estás a tiempo todavía de enterarte y tomar las precauciones que sean necesarias para no caer en las manos de este astro de nombre encriptado, con pequeñas dimensiones pero que, al parecer, tiene magnitudes superlativas y que para lo único que existe es para arruinarnos la vida... Todo esto según los mitos urbanos y algunos exponentes de la astrología tradicionalista.

¿No les parece curioso que, mientras más pasa el tiempo, más pareciera crecer la figura en torno a este particular astro?

Si alguien, hace unos treinta años, hubiera contado en una junta con amigos que cosas extrañas le estaban pasando, que se le extraviaban los mensajes de texto o que tuvo en una semana variados desacuerdos con su entorno, difícilmente habríamos escuchado la frase: «¡ah, debe ser Mercurio retrógrado!».

En cambio, en la actualidad y gracias al rápido acceso a la información, la proliferación de redes sociales y el auge de las disciplinas llamadas espirituales o místicas —en las cuales se ha incluido a la astrología—, el concepto de Mercurio retrógrado es casi tan popular como decir: «¿Qué vas a hacer para Halloween?» o «¿qué le pediste al viejito pascuero?» o Santa Claus, Papá Noel, San Nicolás, o cualquiera sea el nombre que le demos.

Antes, estos problemas eran principalmente atribuibles a maldiciones, al mal de ojo y, en extremos, era un sacerdote quien exorcizaba los males. Y ni hablar si llegabas a encontrar cenizas en el exterior de tu casa, sobre todo si estaban junto a algunos trozos pequeños de algo parecido a huesos... ¡Ah, no! Eso de frentón se trataba de un trabajo de magia negra. Pero pensándolo ahora, quizás se trató de alguien que se sentó ahí, fumando un par de cigarrillos y jugando con algunas ramitas de ligustrina que dejó caer justo al lado.

Entre los factores que explicarían esto, está la necesidad que tenemos de creer en otras fuerzas, de que haya «algo» que esté causando este desorden. Sumado a la pérdida constante y paulatina de credibilidad en las instituciones espirituales de tiempos pasados, en los que estas «malas rachas» o malos tiempos significaban que había una poca o mala comunicación con Dios. Tenías que depositar tu fe en esa entidad externa a ti y de esa forma podías liberarte de la responsabilidad de hacer la tarea necesaria para cambiar tu situación, generando una relación simbiótica de doble conveniencia.

Es por esto que quiero entregarles respuestas a todas esas interrogantes nacidas en conversaciones de pasillo, juntas con amigos o incluso en la investigación periodística, desde el punto de vista de la astrología que yo practico, que se separa de la astrología tradicional o predictiva. De esta forma, iremos develando lo que se oculta en el misterio de la figura de Mercurio retrógrado.

Para esto, es necesario definir un marco teórico, para así poner paños fríos a la exagerada —y a veces ridícula— visión que se tiene de este momento astrológico.

La astrología es una disciplina analógica, es decir, no pretende definirse como científica. A veces es difícil entender el afán que tiene la ciencia de estar constantemente hablando de una disciplina que no manifiesta interés en acogerse al método científico, sobre todo porque no creo que muchos científicos se hayan detenido a conocer el origen y método usado en la astrología; disciplina que, dicho sea de paso, tiene aún más años que la astronomía.

Las metáforas, los símiles o las comparaciones son también figuras retóricas que perfectamente se cuadran con la definición de analogía. Se utilizan en diferentes áreas del pensamiento como el lenguaje, la escritura, el derecho y la psicología.

La analogía o herramienta inductiva es el camino que conduce al estudio de los astros y es la que le confiere coherencia al lenguaje de códigos astrológicos. Aquí se unen los conceptos que nacieron en la antigüedad como, por ejemplo, la simbología asociada a los doce signos del zodiaco, que no son más que una representación icónica del recorrido del Sol en el lapso de un año solar, pasando por diversas estrellas o constelaciones desde nuestra visión terrestre y geocéntrica.

El mundo antiguo pudo proporcionar simbología a la posición del Sol, lo que dio origen a las cuatro estaciones y, de esta forma, podían saber cuándo era el mejor momento de siembra y cosecha.

Posteriormente, en el afán de ser aún más específicos, se subdividieron las cuatro estaciones en tercios, ocasionando cuatro tercios o doce signos del zodiaco, donde cada uno posee una historia codificada para que el hombre de la antigüedad pudiera entender con facilidad el momento del año en que se encontraba.

Entonces, los signos del zodiaco son el sistema de códigos primarios en los que, mediante la asociación con la mitología, encontrabas el sentido metafórico de cada uno de los doce espacios en los que se dividió el año solar. Para estas divisiones no importa si el Sol pasa por trece, catorce o veinte constelaciones desde el punto de vista terrestre, ya que las estrellas y constelaciones se usaron únicamente como una referencia para crear este lenguaje codificado.

Este mismo sistema de códigos se utilizó para los demás astros y planetas que se movían atravesando estas constelaciones o signos del zodiaco, ampliando el vocabulario del lenguaje que se estaba creando.

Así, desde los babilonios, pasando por los griegos y romanos, hasta la actualidad, se fue construyendo la simbología asociada al significado que los planetas en constante movimiento aportaban al método astrológico. También, a cada planeta se le asoció a una historia mitológica que le impregnó de un carácter específico y, por consiguiente, la influencia que ese astro podría tener en nosotros.

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