Separadxs con hijxs

Pedro Ruminot
Sandra Arriagada

Fragmento

Así que ahora, a preocuparte de lo tuyo y soltar esa papa caliente, mujer. Que hay harto que hacer y el tiempo apremia. Porque, y aquí va la segunda revelación de la apóstola Sandra:

Cuando es, es. Y cuando no es, NO ES.

Esta frase, que suena tan de candidato conservador sin muchas luces, es el Santo Grial de las relaciones, el secreto mejor guardado de los terapeutas de pareja y, al igual que la clave de la energía limpia de Tesla, ninguno de ellos te dirá por qué, pues mujer, qué pregunta, si cada pareja en crisis les reporta el sustento del mes, cómo se te ocurre que te van a explicar este simple concepto para quedar sin client...bah perdón: pacientes.

Mejor seguir recibiendo sus lucas semanales de parte de personas que nunca debieron emparejarse, pero todavía no quieren darse cuenta que ni Atkinson ni Gottman ni toda la Escuela Sistémica con todas sus teorías de apego van a saber qué hacer con ustedes, porque encajar un paralelepípedo en un dodecaedro no es cosa de ganas. Es cosa de imposibilidad visible y concreta.

Pero nótese que usualmente, la que arrastra al marido/ pareja a ese gastadero, es la mujer. Sí, porque nuestro género tiene un elemento muy masoquista en el ADN que debemos erradicar.

Así es. Nuestro género, atávicamente, ha pasado generaciones, desde el homo erectus hasta la fémina whatsappdependiente, pensando que tiene la clave para —a través del amor— modificar caracteres de mierda, traumas infantiles o románticos insertados por otras personas, y/o incompatibilidades insalvables donde la culpa no es tuya ni de él, sino de esto: no sabemos, podemos o queremos hacer pareja con quien tuvimos hijos. Y es natural.

Lo que no es natural es tirarse a la espalda una vida infeliz sosteniendo lo insostenible. No existe suficiente bótox en este mundo para sostener esa sonrisa cuando sabes que la cosa ya no mejoró. Pues, en resumen: si ya pasaste por todo eso y has llegado leyendo hasta aquí, este es el libro que necesitas en esta etapa, compañera. Ahora anda a la caja y págalo, porque el guardia de la librería te está mirando hace rato ya. ; )

Y compra un cuento lindo para tus hijos porque lo que se viene, requiere enfocarse en lo bueno y tratar de superar lo malo de esta compleja etapa con fortaleza. De ellos y, sobre todo, TUYA.

Y ahora que te tengo algo convencida de mirarte al espejo, peinarte un poco y empezar a guardar su cepillo de dientes, máquinas de afeitar y de sacar pelos nasales de tu baño, empecemos a combatir el patriarcado con el paso iniciático: SACÚDETE ESA CULPA ATÁVICA. Y que mejor forma de hacerlo que derribando mitos heredados de nuestras tatarabuelas y, por tanto, hoy caducos.

Empecemos por parte:

Mito 1

Ningún niño se cría mejor que con sus padres juntos

Falso. He visto docenas de siniestros experimentos humanos que corroboran que los niños agradecen profundamente que les ahorres una infancia de pesadilla. Porque a diferencia de ellos, nosotros los adultos no somos actores innatos y se nos nota a la legua cuando estamos haciendo show para disimular frente a los niños las aberraciones que ellos ya escucharon mientras —suponíamos nosotros— dormían o estaban «distraídos jugando».

Este mito viene de aquellos años en que la publicidad nos mostraba costumbres insólitas y equivocadas, como padres fumando en el comedor, madres untándote las rodillas con metapío, dándonos de comer sesos para la inteligencia, aceite de ricino para los dolores de estómago y otras torturas peores.

Reemplaza esa frase añeja por la siguiente: «Ningún niño se cría mejor que en un ambiente saludable y feliz».

Y es por ello que cuando las peleas son imposibles de esconder de ellos, es momento de hacer un gesto adulto, conversar con el papá de tus hijos (en la medida de lo posible, si es un mono violento, lo unilateral es válido) y finiquitar.

Por supuesto, esto es un proceso para ti y, sobre todo, para ellos. Pero es mejor ayudarlos a ir asimilando conforme los días un quiebre familiar, que mantener por décadas una familia quebrada que luego les costará un psiquiatra en su adultez. Y con lo caros que están ahora, imagínate en el 2040.

Mito 2

Le estás quitando su familia al niño

En este mito suele haber harto de presión familiar. Las amigas del siglo XXI difícilmente te dirán esto, a menos que vengas de un círculo conservador, cosa que, si estás leyendo este libro, sin duda estás en la etapa de querer sacudirte esa pesadumbre. Las parejas se construyen de a dos, y tú no estás quitándole nada a nadie. Esto se derrumbó por causas que, de seguro, se fueron fraguando al interior de la relación con aporte de ambos bandos, a excepción de las separaciones bruscas por violencia machista. Si es tu caso, pues ni leas este mito porque no aplica. Te levanta la mano una vez y Run Forrest. Run! Lo mismo corre para los agresores verbales y sociópatas buenos para devorar espíritus. Ojalá en breve se inventen leyes que definan lo que todas sabemos: hombre violento con mujer, no tiene NADA bueno que enseñarle a niñe y debiese tener el menor contacto posible. Sobre todo si es varón. No perpetuemos la tontera.

Ahora, si se trató de una infidelidad tuya o suya, soy de la idea de que incluso allí hay elementos que el otro brindó y que, de seguro, no fueron resueltos de la manera más honesta. Pero, aun así, se trata de situaciones de adultos, no de la familia en sí, ya que el compromiso con la crianza dura toda la vida y ese no debe estar en juego cuando se quiebra la pareja.

Si tu ex lo entiende, bien. Si no, es más pega para ti, pero eres una mujer fuerte, lo asumo porque estás buscando soluciones, técnicas y respuestas. Y eso habla de que no piensas caer al suelo y vas a mantener una familia para tus hijos, monoparental o de cuidados compartidos, pero ya sin el hombre allí.

Y derribando el asuntito de la culpa femenina, termino diciendo que los hombres, cuando se separan, pueden seguir siendo papás perfectamente. La cosa es que sean lo suficientemente maduros para ello. Y la mayoría (post quiebre, despecho o lo que le toque a él) lo logra hacer muy bien.

Y si no, como te dije al principio: ellos no cambian como pareja. Quizás como padres estén más dispuestos a cambiar, pero ahí ya no tienes control. También te lo informo por si deseas perder tiempo en eso, siempre recordándote que tu tiempo es muy valioso y el camino personal lo debe recorrer cada quien.

Así es que no aceptes este mito, sobre todo si lo fuerza la familia. Siempre recuerda: la que hará la pega dura, eres tú. Ellos solo mirarán y, a lo sumo, colaborarán. Pero en rigor, esta decisión es tuya y el resto, que opine nomás. Los pelambres o críticas no alimentan ni visten a tus hijos, por mucho que lo diga tu adorada tía Keta, a la que le pusieron los cuernos y los aguantó estoicamente hasta que se convirtió en a

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