Cumbres borrascosas

Emily Brontë

Fragmento

Creditos

Título original: Wuthering Heights

Diseño de portada e interior: Donagh I Matulich

1.ª edición: mayo, 2016

© 2016 by Emily Brontë

© Ediciones B, S. A., 2016

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

ISBN DIGITAL: 978-84-9069-443-5

Maquetación ebook: Caurina.com

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

Contenido

Contenido

Portadilla

Créditos

 

Capítulo I

Capítulo II

Capítulo III

Capítulo IV

Capítulo V

Capítulo VI

Capítulo VII

Capítulo VIII

Capítulo IX

Capítulo X

Capítulo XI

Capítulo XII

Capítulo XIII

Capítulo XIV

Capítulo XV

Capítulo XVI

Capítulo XVII

Capítulo XVIII

Capítulo XIX

Capítulo XX

Capítulo XXI

Capítulo XXII

Capítulo XXIII

Capítulo XXIV

Capítulo XXV

Capítulo XXVI

Capítulo XVII

Capítulo XVIII

Capítulo XIX

Capítulo XXX

Capítulo XXXI

Capítulo XXXII

Capítulo XXXIII

Capítulo XXXIV

cumbres_borrascosas-3.xhtml

CAPÍTULO I

He vuelto hace unos instantes de visitar a mi casero y ya se me hace que ese solitario vecino va a inquietarme por más de una causa. En este bello país, que ningún misántropo hubiese podido encontrar más agradable en toda Inglaterra, el señor Heathcliff y yo nos habríamos llevado de maravillas. Porque ese hombre me ha parecido extraordinario. Y eso que él no imaginaba la espontánea simpatía que me inspiró. Por el contrario, hundió los dedos más profundamente en los bolsillos de su chaleco y sus ojos desaparecieron entre sus párpados cuando oyó anunciar mi nombre y preguntarle:

—¿El señor Heathcliff?

Él asintió con la cabeza.

—Soy Lockwood, su nuevo inquilino. Lo visito tan pronto como me ha sido posible, para decirle que espero que mi insistencia en alquilar la Granja de Thrushcross no le haya causado molestia.

—Puesto que la casa es mía —respondió apartándose de mí—, no hubiese consentido que nadie me molestase sobre ella, si así se me antojaba. Pase.

Dijo «pase» entre dientes, como si quisiera mandarme al diablo. Ni siquiera tocó la puerta para confirmar lo que decía. Esto bastó para que yo resolviese entrar, interesado por aquel hombre, al parecer más reservado que yo mismo. Y como mi caballo empujaba la barrera, él soltó la cadena del portón y me precedió, con hosquedad, hacia el patio, donde dijo a gritos:

—¡Joseph! ¡Llévate el caballo de este señor y danos vino!

Puesto que ambas órdenes se dirigían a un solo criado, juzgué que toda la servidumbre se reducía a

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos