Robinson Crusoe (edición ilustrada)

Daniel Defoe

Fragmento

cap-1

INTRODUCCIÓN

Cuando en abril de 1719 se publicó Robinson Crusoe, Daniel Defoe tenía cincuenta y nueve años. Había entrado en la vida adulta como hombre de negocios y ambicioso emprendedor, pero la bancarrota y una condena por deudas en 1692 lo habían obligado a recurrir a la escritura para mantener a su numerosa familia (su mujer y siete hijos). En las primeras dos décadas del siglo XVIII, produjo una cantidad ingente de escritos como poeta, folletista político y económico, historiador, moralista y periodista de todos los temas. A Defoe se lo recuerda (vagamente) como el hombre que escribió Robinson Crusoe, pero este clásico es tan solo una fracción, en absoluto representativa, de su extensa producción literaria. En calidad de escritor profesional que luchaba por ganarse la vida en aquellos años, Defoe fue espectador de primera fila de unas transformaciones que anticipaban los modernos medios impresos de masas: la aparición en Londres, a principios del siglo XVIII, de un mercado considerable de material de lectura, y también de un nutrido público ávido de libros, folletos y periódicos en unas cantidades sin precedentes. Con independencia de lo que Robinson Crusoe haya supuesto para los millones de lectores que ha tenido desde los tiempos de su autor, Defoe la escribió con la misma intención que cualquier otra de las obras que produjo en su larga carrera: venderla a ese público nuevo del incipiente mercado de la cultura impresa. Robinson Crusoe debe de ser unos de los libros más populares jamás escritos, reeditado continuamente y traducido a multitud de lenguas (se calcula que hacia finales del siglo XIX se habían publicado ya setecientas ediciones, traducciones e imitaciones). El héroe de Defoe, con sus ropas de piel de cabra, es instantánea y universalmente reconocible; un arquetipo del heroico individualismo moderno y la autosuficiencia: el hombre que sobrevive por sí solo en una isla desierta. Pero a pesar de toda su capacidad de atracción, atemporal y sin fronteras, el libro surge en el contexto de este nuevo mercado de la letra impresa que tuvo su origen en la Inglaterra de principios del siglo XVIII y en el que el autor se ganaba su precario sustento.

Defoe nació en el otoño de 1660 en la parroquia de St. Giles, Cripplegate, al norte de la antigua City de Londres. Su padre, James Foe (este era el apellido de la familia), era velero, un comerciante que fabricaba y vendía velas de sebo animal, negocio en el que prosperó hasta convertirse en un comerciante eminente de la City. En 1662, los Foe y la congregación a la que pertenecían siguieron a su pastor, Samuel Annesley, y se hicieron disidentes: protestantes disconformes (presbiterianos) que se separaron de la Iglesia de Inglaterra, la iglesia establecida, después de que esta demandara lo que muchos consideraron una observancia inaceptablemente estricta de sus principios mediante la Ley de Uniformidad, que se promulgó aquel año. Los Foe pertenecían al sólido escalafón medio de la clase comerciante en la que estaba pensando Napoleón un siglo más tarde cuando dijo que Inglaterra era un país de tenderos. Defoe tuvo una infancia privilegiada y bastante cómoda en esta próspera y devota familia. El joven Daniel cursó estudios superiores en uno de los mejores centros, conocidos como academias, que se fundaron para los hijos de los adinerados disidentes, privados por ley de la mayoría de derechos civiles y, por tanto, excluidos de las universidades de Oxford y Cambridge. Ingresó en 1674 en la academia de Charles Morton, en Newington Green, y la excelente educación que le proporcionaron allí tal vez fuera mejor y sin duda más útil que la del currículum tradicional, que en las universidades al uso se basaba mayoritariamente en la literatura clásica. Morton era un clérigo y académico formado en Oxford (más tarde se convertiría en el presidente del Harvard College), y sus estudiantes recibían clases en inglés (y no en latín) de las materias tradicionales, además de lecciones de lenguas contemporáneas, ciencias modernas y filosofía, incluido el Ensayo sobre el entendimiento humano (1690) de Locke, que por aquel entonces estaba vetado en Oxford.

Los biógrafos de Defoe han llegado a la conclusión de que en 1681 se planteó seriamente hacerse clérigo, pero que después de lo que parece una crisis de fe y en su compromiso con la vocación, optó por dedicarse a los negocios. Esta elección, esta disyuntiva de caminos, seguirá resonando en toda su obra, en la que las exigencias, a veces en conflicto (aunque a menudo complementarias), de la religión y el comercio, de la devoción y la ambición secular, comparten escenario y ocupan los pensamientos tanto del autor como de sus personajes. En lugar de pastor, Defoe se hizo mayorista de medias, calcetero, dentro del mercado en expansión de prendas manufacturadas; una industria emergente en aquellos tiempos en que la producción doméstica de ropa fue dando paso a la producción en masa. También comerció con vino y tabaco, y realizó numerosos viajes por Inglaterra, y tal vez también por Europa continental a mediados de la década de 1680. Fue un ambicioso hombre de negocios, y al parecer hizo apuestas temerarias en la especulación de tierras. Los registros legales indican que estuvo envuelto en ocho demandas en aquellos años. En 1692, debido a las importantes pérdidas de mercancía en el mar durante la guerra con Francia, se fue a la bancarrota con una inmensa deuda de 17. 000 libras (el equivalente actual en poder adquisitivo a 675. 000 dólares), y los últimos años del siglo XVII sobrevivió gracias a una diversidad de empleos y puestos públicos bastante peculiares: sirvió como fideicomisario de la lotería del estado en 1695 y 1696, y entre 1965 y 1699 fue contable de los impuestos estatales sobre cristalería y botellas. En 1694 abrió una fábrica de ladrillos y tejas en Tilbury, al este de Londres, en el Támesis, que al parecer habría prosperado y le habría permitido liquidar muchas de sus deudas y establecerse como un importante propietario en las afueras de Londres. En 1697 publicó su primer libro, An Essay on Projects (una colección de propuestas para una reforma social y económica radical, como, por ejemplo, un sistema bancario racional, un departamento nacional de carreteras o mejoras en la asistencia social y la educación femenina). De ahí en adelante, el volumen de la producción literaria de Defoe es ya extraordinario: miles y miles de páginas sobre cualquier tema imaginable en una amplia variedad de registros y formatos. Durante los primeros años del siglo XVIII, fue un activo folletista político en defensa de las políticas de su héroe, el rey Guillermo III, príncipe holandés de Orange, que había subido al trono tras la abdicación forzosa de su cuñado, Jacobo II, en 1688. En 1703, Defoe se había convertido en escritor prácticamente a jornada completa, y en los años siguientes, en uno de los periodistas y autores políticos (y poetas) de mayor fama (mala fama, según sus enemigos). Parece ser que el gobierno de Guillermo III lo habría contratado para defender sus políticas, y para cuando la reina Ana lo sucedió en el trono en 1702, Defoe era ya sin duda un activo autor político a sueldo.

Un suceso clave en los comienzos de Defoe como escritor tuvo lugar en 1703, cuando lo arrestaron por la publicación, el año anterior, de un ataque satírico contra los extremistas conservadores de la Alta Iglesia, que querían intensificar la supresión de la disconformi

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