Las aventuras de Menguamán

R.L. Stine

Fragmento

Creditos

Título original: The Adventures of Shrinkman

Traducción: Carlos Abreu

1.ª edición: diciembre, 2015

© 2015 by Parachute Press

© Ediciones B, S. A., 2015

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

Publicado originalmente en los Estados Unidos por Amazon Publishing 2012. Esta edición se publica por acuerdo con Amazon Publishing.

ISBN DIGITAL: 978-84-9069-279-0

Maquetación ebook: Caurina.com

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidas en el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

Contenido

Contenido

Portadilla

Créditos

 

Introducción

Capítulo 1

Capítulo 2

Capítulo 3

Capítulo 4

Capítulo 5

Capítulo 6

Capítulo 7

Capítulo 8

Capítulo 9

Capítulo 10

Capítulo 11

Capítulo 12

Capítulo 13

Capítulo 14

Capítulo 15

Capítulo 16

Capítulo 17

Capítulo 18

Capítulo 19

Capítulo 20

Capítulo 21

Capítulo 22

Capítulo 23

Capítulo 24

Capítulo 25

las_aventuras_de_menguaman-3.xhtml

POR R. L. STINE

La gente siempre me pregunta de dónde me vienen las ideas. Por lo general, no sé qué responder a esa pregunta. Pero sé de dónde saqué la idea de Las aventuras de Menguamán. Fue una idea robada... a mí mismo.

Cuando mi hermano Bill y yo éramos críos, nuestros padres medían nuestra estatura cada mes. Nos colocábamos con la espalda contra la pared, lo más rectos posible. Tomaban la medida con un metro y trazaban una marca con un lápiz justo encima de nuestras cabezas.

Yo a veces intentaba hacer trampa poniéndome de puntillas, pero siempre me pillaban. No sé por qué eso nos divertía tanto a Bill como a mí, pero me encantaba ver cómo ascendían por la pared las marcas a lápiz conforme crecíamos.

Un día, cuando yo tenía diez u once años, mi madre se quedó mirando la marca que acababa de hacer. Tenía los ojos abiertos como platos.

—No me lo puedo creer. Eres dos centímetros más bajo.

—¿Qué? —jadeé.

—¡Te has encogido! —gritó Bill con una carcajada.

—Déjame ver —dije. Giré sobre los talones para examinar la marca en la pared.

Entonces Bill y mamá rompieron a reír. Me estaban gastando una broma.

No me hizo ninguna gracia. Me puse a pensar qué pasaría si empezara a encoger de verdad.

A los diez años, ya escribía cuentos. Fui a mi habitación, me senté frente a mi máquina de escribir grande y negra y comencé a escribir una historia sobre un niño menguante. La ideé como una historieta, con dibujos y bocadillos de pensamientos.

Me encantaba leer historietas cuando era un chaval, e intentaba dibujar las mías propias. Luego se las enseñaba a mis amigos. Recuerdo que les gustó mucho la que escribí sobre unos niños que encogen hasta tener el tamaño de insectos.

También recuerdo que Bill y yo no éramos los únicos a los que nos gustaba medir nuestra estatura. A muchos chicos les preocupaba saber si serían altos o bajos. La mayoría quiere tener más o menos la misma estatura que el resto de la clase.

Creo que esta es una razón por la que las historias sobre gigantes y personas diminutas son populares desde hace

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos