Las aventuras de Supergirl en Super Hero High (DC Super Hero Girls 2)

Lisa Yee

Fragmento

cap-1

–¡¡¡Wonder Woman!!! —bramó la directora Waller.

La joven parpadeó varias veces sin acabar de entender lo que ocurría. Los gritos de entusiasmo aumentaron, aunque también oyó algún que otro comentario malicioso de Cheetah. La mordaz superheroína bostezó, se estiró con la gracia de una bailarina y chocó como quien no quiere la cosa con Katana, que le devolvió el empujón de inmediato. Por suerte, tanto el auditorio como los demás edificios de Super Hero High estaban construidos a prueba de invasores, tormentas de fuego, cometas y adolescentes.

—Wonder Woman, por favor, sube al estrado —repitió la directora, intentando reprimir una sonrisa. Mostrarse alegre no entraba dentro de sus funciones. Al fin y al cabo, Amanda Waller, The Wall, se enorgullecía de dirigir Super Hero High con dedicación y mano férrea, lo que no le dejaba tiempo para frivolidades. Con su espalda imponente, sus trajes serios y su peinado de corte militar, su sola presencia bastaba para meter en cintura a una flota entera de invasores alienígenas... o a una sala abarrotada de bulliciosos aprendices de superhéroes.

Harley Quinn, dueña del canal de ViewTube Los Quinntaesenciales de Harley, se echó a reír y empezó a grabar mientras Bumblebee se acercaba volando a Wonder Woman y la acompañaba al estrado.

—¡Adelante, Wondy! —gritó la alegre superheroína rebosante de felicidad al tiempo que sus alas amarillas la elevaban en el aire—. ¡Ya sabes que The Wall odia que la hagan esperar!

La siempre sociable Wonder Woman escuchó boquiabierta a la directora Waller. La tiara de oro que adornaba su larga y abundante melena oscura lanzaba destellos.

—Nuestra Superheroína del Mes ha demostrado su entrega a este instituto, al que ha cubierto de orgullo —dijo The Wall—. No está aquí en busca de gloria personal, sino en busca de un bien mayor, y para centrar la atención en los demás. Eso es lo que hace a alguien ser un verdadero líder.

La joven contuvo las lágrimas como pudo. Solo llevaba unos meses en Super Hero High. Su madre, Hippolyta, reina de Themyscira, también conocida como Paradise Island, se sentiría orgullosa. Se moría de ganas de hablar con ella.

—Wonder Woman —oyó que decía la directora—, tu primer cometido como Heroína del Mes será enseñarle el instituto a la nueva incorporación a Super Hero High. ¡Ah, por ahí viene!

El auditorio contuvo la respiración. La princesa amazona sonrió. Cheetah frunció el ceño. Harley Quinn continuó grabando.

cap-2

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cap-3

Tenía la sensación de que había transcurrido una eternidad desde que había atravesado el espacio a toda velocidad con destino desconocido. La nave no había tomado la ruta más rápida y directa, pero al final la había llevado donde debía. Apenas guardaba ningún recuerdo del viaje; en cambio, no hacía más que pensar en una época anterior en la que vivía feliz y despreocupada, hasta tal punto que había imaginado que siempre sería así...

A varios sistemas solares de distancia de la Tierra, doblando a la izquierda, una jovencita estaba a punto de acabar una tarjeta de felicitación de cumpleaños para su madre cuando empezaron a sonar las alarmas. Kara estaba acostumbrada a aquellos simulacros desde pequeña y ya no les prestaba atención. Sin embargo, cuando su madre irrumpió en la habitación, el pánico que se reflejaba en su mirada le dejó claro que ese día era diferente.

—¡Kara! —le gritó sin aliento—. ¡Date prisa! ¡Ven conmigo ahora mismo!

Sin hacer preguntas, le dio la mano y echó a correr después de soltar la tarjeta. Había escrito «Para la mejor madre del universo», pero no le había dado tiempo de añadir un «Siempre te querré, Kara».

Su padre se paseaba nervioso frente a la nave, en el exterior. Por un breve instante, el alivio que lo embargó al ver a su hija suavizó su expresión, aunque enseguida recuperó la seriedad.

—Kara, sube —ordenó. La voz calmada y tranquilizadora de siempre había sido sustituida por una que la adolescente no había oído nunca y se asustó—. ¡No hay tiempo! ¡¡¡Sube, ya!!!

Kara Zor-El, del planeta Krypton, lo obedeció mientras el aullido ensordecedor de las sirenas aumentaba a su alrededor. Sintió que el corazón se le aceleraba cuando la nave empezó a sacudirse..., aunque no había despegado. Era la vibración del planeta entero, que se estremecía desde el mismo núcleo. Su madre le colocó un collar de cristal alrededor del cuello con manos temblorosas.

—Te queremos, Kara. Más de lo que puedas llegar a imaginar —dijo.

Su padre las envolvió en un abrazo.

—Pero ¡mamá, no entiendo nada! —protestó la joven, presa del pánico. Sus padres la estrecharon con más fuerza en la entrada de la nave—. ¿Qué ocurre? ¿He hecho algo malo?

—Tú no has hecho nada malo —le aseguró su madre, apartando los mechones rubios de los ojos de su hija con delicadeza. La preocupación se dibujaba en su rostro—. Haz las cosas siempre lo mejor que sepas, Kara, y todo irá bien. Te lo prometo. Tienes alma de heroína.

Sus padres siempre habían sido personas fuertes y sensatas, por lo que no estaba preparada para verlos llorar cuando le ajustaron los cinturones del único sillón de mando de la nave y se alejaron. De pronto, la puerta se cerró con Kara dentro... sola. La niña apoyó las manos contra el cristal y su madre hizo otro tanto desde el otro lado. Su padre la apartó apenas unos segundos antes de que la nave despegara.

Entonces, sin entender aún qué estaba pasando, una explosión potente y ensordecedora sacudió la nave de Kara, que ya se adentraba en la oscuridad a toda velocidad. Los escombros alcanzaron el diminuto vehículo, que empezó a dar vueltas como las manecillas de un reloj de cuco enloquecido. Si no hubiese llevado puesto el cinturón, habría acabado zarandeada como una muñeca de trapo en el interior del estrecho cubículo de la nave. Sin embargo, solo perdió la conciencia.

Lo que menos se imaginaba era que la nave se había salido completamente de su ruta a una velocidad superior a la de la luz. Y a esa velocidad, el tiempo experimentaba cambios extraños, como acabaría averiguando.

Cuando Kara se despertó, la envolvía el silencio. Habría preferido oír el ruido ensordecedor de los escombros golpeando la nave..., al menos así se habría distraído con algo. Gracias al panel de navegación, vio que se dirigía a la Tierra, un planeta que se hallaba a 21,7 años luz de

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