Judy Moody es doctora

Megan McDonald

Fragmento

Un día negro

Un día negro

¡PLIP! Judy Moody se despertó. Tip, tip, tip, golpeaba la lluvia en el tejado. Blip, blip, blip, sonaban las gotas contra la ventana. ¡Otra vez no! Llovía sin parar desde hacía siete días. ¡Qué rooollo!

Ella, Judy Moody, estaba ya harta de la lluvia. Le ponía enferma.

Metió la cabeza debajo de la almohada. ¡Ojalá se pusiera enferma de verdad, era genial! Te quedabas en casa, y tomabas gaseosa para desayunar y tostadas cortadas en tiras especiales para comer. Veías la tele en tu habitación. Te pasabas el día leyendo las novelas de misterio de Cherry Ames, la estudiante de enfermera, y tomando ricas pastillas Cherry, con sabor a cereza, para la tos. ¡Eh! ¡A lo mejor Cherry Ames se llamaba así por las pastillas!

El caso es que Judy buscó el viejo libro de Cherry Ames de su madre y se tomó una pastilla para la tos.

—¡Vamos, mueve el esqueleto! —dijo Stink llamando a su puerta.

—No puedo —protestó Judy—. Llueve un montón.

—¿Qué?

—Déjalo. Vete tú solo al colegio.

—¡Mamá, Judy no quiere ir a clase! —gritó Stink.

La madre entró en la habitación de Judy.

—Judy, cariño, ¿qué te pasa?

—Estoy enferma. De lluvia —le susurró a Mouse.

—¿Enferma? ¿De qué, qué te duele?

—En primer lugar la cabeza, por todo ese ruido que hace la lluvia.

—¿Tienes dolor de cabeza?

—Sí. Y me duele la garganta. Y tengo fiebre. Y el cuello tieso.

—Eso es por dormir con el diccionario debajo de la almohada… —intervino Stink—. Para sacar buena nota en el examen de ortografía.

—No es por eso.

—¡Sí es por eso!

—Mira, mira. Tengo la lengua toda roja —Judy le enseñó a Stink la lengua, teñida entera del color de las pastillas.

La madre le puso a Judy la mano en la frente:

—No parece que tengas fiebre.

—¡Mentirosa! —protestó Stink.

—Vuelve dentro de cinco minutos, ya verás como para entonces tengo fiebre.

—Mentirosa, mentirosa, mentirosa —insistió Stink.

¡Si tuviera sarampión! O varicela. O… ¡PAPERAS! Las paperas te daban dolor de cabeza y de garganta. Las paperas te dejaban el cuello tieso. Las paperas te ponían mofletes de cara huevo, como Humpty Dumpty [1]. Judy se colocó una pastilla en un lado de la boca e infló el moflete para tener cara de huevo.

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—¡Paperas! —dijo la doctora Judy—. ¡Creo que tengo paperas! ¡De verdad!

—¡¿Paperas?! —repitió Stink—. Imposible. Te han puesto una vacuna contra eso. Nos la han puesto a los dos, ¿a que sí, mamá?

—Sí, Stink tiene razón.

—Pero a lo mejor no ha hecho efecto…

—Ummm, parece que alguien no quiere ir hoy al colegio —dijo la madre.

—¿Puedo? ¿Puedo quedarme en casa, mamá? Te prometo que voy a estar enferma. Todo el día.

—Vamos a ponerte el termómetro —la madre lo sacó del estuche—. ¿Pelos de gato? ¿Qué hacen estos pelos en el termómetro?

—Judy anda siempre haciendole sacar la lengua a Mouse para tomarle la temperatura —se chivó Stink.

La madre meneó la cabeza y fue a limpiar el termómetro. Luego volvió y se lo puso a Judy.

—Tienes 36,5° C. ¡Normal!

—¡Mentirosa, mentirosa! —exclamó Stink—. No estás enferma, eres una gran mentirosa.

—Menos mal que la temperatura es normal, ya que mi hermano no lo es.

—Más vale que os vistáis si no queréis llegar tarde a clase —advirtió la madre—.

—Stink, eres una rata de cloaca. Stink, la Rata de Cloaca. A partir de ahora te voy a llamar así.

—Pero tendrás que llamármelo en el colegio, porque no has logrado quedarte en casa.

Judy le sacó a Stink la lengua-sin paperas-color-cereza.

Tenía el ánimo por los suelos y se había pillado un enfado de los buenos. Tenía un humor muy Moody de lunes sin paperas. ¡Ella, Judy Moody, se sentía igual de cara huevo que Humpty Dumpty! Humpty Dumpty sin fiebre, claro.

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