¿Ave ?
Estoy casi segura de que está muerta.
Llego y la llamo apenas abro la puerta, como siempre. Pero lo sé de antemano. Lo sé porque no huele a tortilla española, porque no viene corriendo para abrazarme. Estoy sola en casa.
Camino lentamente hacia la ventana mirando al piso. Necesito valor, pero ya sé que para estas cosas no soy nada valiente. Tardo unos minutos en subir la mirada y luego miro con temor por la ventana: no, no hay pájaros azules volando. Puedo respirar.
Quizá mi abuela no está muerta, puede ser que solo no vino a mi casa hoy y soy una exagerada, como suele decirme mamá. Pero ¿por qué no vendría? Siempre está cuando llego del colegio, ¿será que llegué antes?, ¿será que no sonó su alarma en la mañana y no se despertó?, ¿será que mamá me avisó que no venía y no lo recuerdo? O murió, murió y lo de los pájaros es solo un cuento suyo, murió y me quedé sola, sola por todas las tardes del mundo. Ya me empieza a doler el pecho y eso solo significa algo: el asma se aproxima. Necesito calmarme.
Tomo el teléfono y llamo varias veces a su apartamento, siempre repica y repica... no tiene contestador, así que tampoco puedo dejarle un mensaje importante como: «¿Estás viva? ¡Llámame!». Nadie contesta.
Recurro al plan B.
Sé que mamá está de turno en el restaurante y que no debería interrumpirla, porque siempre se queja de que es un trabajo muy ajetreado y que yo la llamo por tonterías a veces, que no la llame a menos de que sea alguna emergencia, porque igual ella me va a llamar siempre a mí un rato después de que yo llegue del colegio. Pero hoy no puedo esperar.
La última vez que la llamé al trabajo por una emergencia no le pareció tan emergencia y solo me dijo «yo te compro otro pez», como si la vida de mi Pintor Invisible (que en paz descanse) no importara nada. Trato de no pensar en eso. Si no fuera por mi torpeza, al menos lo tendría a él aquí para hacerme compañía.
Llamo y espero mucho, muchísimo, el «pi, pi, pi, pi» es interminable. Le grito a su contestadora automática después del bip, que suena a robot: «¡es una emergen...!» y me trago los mocos del llanto que me trato de aguantar. Pienso en mi Pintor Invisible de nuevo (que en pez descanse), en mi abuela y en el asma que se aproxima. Marco de nuevo y por fin atiende.
—Hola, amor, ¿pasa algo?
—Mamá... jiiii Ave no ha llegado jiiii, no contesta mis llamadas jiii, yo jiii creo jiii que algo malo le pasó jiii jiii jiii.
—Oh... hija, respira tranquila, te escucho el pecho hasta acá, tómate tu jarabe y trata de relajarte y, si no funciona, ya sabes usar el nebulizador... Quédate tranquila, hija, quizá tu abuela se quedó dormida, recuerda que es una persona mayor. No te preocupes, si no llega, antes de ir a la casa yo paso por su apartamento a ver cómo está. Necesito que te quedes tranquila —me dice con voz calmada.
—Me da miedo que esté jiiii muerta.
—Eli, no digas eso, mi mamá tiene noventa años, pero está muy bien de salud. En verdad no creo que le haya pasado nada malo, tal vez solo se atrasó. ¿Qué tal si mientras la esperas te calientas el almuerzo que te dejé en el refrigerador? Debes tener mucha hambre, come y si sigues con asma usa el nebulizador quince minutos, luego haz tu tarea, puedes ver televisión cuando termines, o leer o jugar... ¡Y no le abras la puerta a nadie! Te tengo que dejar ahora, pero en un rat