No la mires a los ojos

PABLO ILLANES

Fragmento

Corre. Simplemente, corre. Es el último recurso que le queda, su única oportunidad de salvación, echar mano a lo más simple que Dios le dio.

Corre como si su vida y la de todas las personas que amó alguna vez dependieran de su trote frenético.

Corre sin control ni tiempo ni espacio, sin saber dónde quedan puertas, entradas o salidas.

Corre a perderse, hasta que le metan una bala o le claven un cuchillo de caza, hasta que una flecha le atraviese la espalda, o hasta chocar contra una muralla inoportuna y quedar aturdida en el suelo, pensando que al menos lo intentó, que no se rindió, que llegó hasta el final.

Corre entre personas que apenas alcanza a ver, figuras borrosas en la penumbra que debe evitar como sea porque son enemigos. Gente mala. No mira hacia atrás ni por un segundo, siempre enfilando hacia una sola dirección, la que sospecha que es la salida, aunque no está completamente segura.

Corre por la oscuridad de esa construcción vieja y maloliente, abandonada en un rincón podrido del fin del mundo y poco después, cuando logra salir al exterior, el aire la reconforta por un segundo, le da una rara sensación de libertad que se acaba demasiado pronto, no es más que una ilusión fulminante derribada por más disparos que lo revientan todo a su alrededor, balas asesinas que la persiguen para seguir torturándola y recordarle que le llegó la hora, que ni los privilegios ni el carácter la salvarán, que esta vez no se saldrá con la suya.

Corre por el bosque de eucaliptos a la máxima velocidad que le dan las piernas, sin miedo a caer o a torcerse un tobillo. A su alrededor escucha pasos sobre las ramas secas seguidos por débiles murmullos que se cuelan entre los árboles.

Corre con más ganas porque no quiere escuchar nada y porque se niega rotundamente a pedir perdón. El perdón, jamás. Eso sí que no.

Corre sin parar hasta la lancha. No hay señales de los policías que le prometieron. Reza para que el Señor la ayude a cruzar el lago y consiga llegar al maldito pueblo. Después de un par de intentos logra encender el motor. Venciendo el temblor de las manos agarra el timón y guía la lancha a través del inmenso lago de sus peores pesadillas. Lamentablemente, la suerte se le acaba pronto. Cuando todavía faltan varios kilómetros para alcanzar la orilla este, la pequeña embarcación se queda sin bencina. Desesperada, aunque sin pensar en rendirse, examina su entorno en busca de ayuda. A lo lejos, a la derecha junto a un claro en el bosque, ve una pequeña playa de piedras negras donde se levanta una carpa. Desde la lancha puede distinguir a dos personas junto al humo de una fogata.

Entre sus gritos frenéticos, que los estudiantes universitarios oyen, y su esperado rescate pasa un tiempo que no es capaz de medir con exactitud. Solo recuerda que lloró, gritó y oró hasta que tres hombres morenos aparecieron de la nada en otro bote más grande y le preguntaron cómo se llamaba, de dónde era y cómo había terminado a las siete de la mañana a la deriva en medio del lago Aurora.

—Sarita —respondió—. Me llamo Sarita Mellafe.

I. Verano, 1987

I

VERANO, 1987

AURORA

o AQUÍ VIVE EL AMOR

                              HORROR

Después de la sangre vienen los chicos. Olfateando como perros, mostrando los dientes y babeando, tratando de descubrir de dónde viene el olor.

STEPHEN KING,

Carrie

De vez en cuando la vida nos da chicotazos para recordarnos que habitamos en la larga y angosta faja de envidia que se llama Chile.

JOAQUÍN EDWARDS BELLO,

La chica del Crillón

1. Joya de la provincia

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JOYA DE LA PROVINCIA

Como cada año, justo a mediados del último mes de la temporada estival, nuestro pueblo se viste de gala para celebrar su ya clásico aniversario. Este 1985 se cumplen nada menos que cuarenta y ocho años desde aquel recordado 12 de febrero, cuando don José María Hurtado Guzmán fundó esta pequeña franja de tierra «con la forma de una pequeña almendra» en el majestuoso valle del lago otrora conocido como lago Buenaventura.

Un poco de historia

Cuna de poetas románticos, audaces aventureros y misteriosas damas de sociedad caídas en repentina desgracia, desde siempre Aurora ha servido de refugio para enfermos con problemas cardiorrespiratorios gracias a su aire puro e invaluable calma. Por su cercanía con la carretera Panamericana, de la que nos separan apenas veintitrés kilómetros y medio, también es el destino predilecto de las familias acaudaladas del Gran Santiago y sus alrededores, quienes pagan altas sumas de dinero por disfrutar de los deportes acuáticos, la buena mesa y, por supuesto, los excelentes hoteles y residenciales de la zona.

¿Cómo visitar Aurora y no atreverse con unas clases de esquí acuático sobre estas aguas color esmeralda?

¿Por qué no probar las legendarias ancas de rana fritas con espeso puré picante y pebre con tomate de la zona en el mítico restaurante Loyola de Avenida Central?

¿Cómo pasar por el pueblo sin alojar al m

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