Si no despierto

Lauren Oliver

Fragmento

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Créditos

Título original: Before I Fall

Traducción: Alexandre Casal Vázquez y Xohana Bastida

Traducción de todo el material extra de la presente edición: Gema Moral Bartolomé

1.ª edición: abril, 2017

© 2010 by Lauren Oliver

Un especial agradecimiento a Dujeous, LLC, por permitirnos reproducir sus letras.

«Tomorrow», del musical Annie

Letra de Martin Charnin y música de Charles Strouse

© 1977 (Renewed) EDWIN H. MORRIS & COMPANY, una división de MPL Music Publishing, Inc. y CHARLES STROUSE

Todos los derechos en nombre de CHARLES STROUSE

son propiedad de CHARLES STROUSE PUBLISHING

(administrados por WILLIAMSON MUSIC)

Todos los derechos reservados

www.CharlesStrouse.com

«Psycho Killer»

Letra de DAVID BYRNE, CHRIS FRANTZ y TINA WEYMOUTH, y música de DAVID BYRNE

© 1976 (Renewed) INDEX MUSIC, INC. (ASCAP) & BLEU DISQUE MUSIC CO., INC. (ASCAP)

Todos los derechos administrados por WB MUSIC CORP. (ASCAP)

Todos los derechos reservados

© Ediciones B, S. A., 2017

para el sello B de Blok

Consell de Cent, 425-427 - 08009 Barcelona (España)

www.edicionesb.com

ISBN DIGITAL: 978-84-9069-690-3

Todos los derechos reservados. Bajo las sanciones establecidasen el ordenamiento jurídico, queda rigurosamente prohibida, sin autorización escrita de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento, comprendidos la reprografía y el tratamiento informático, así como la distribución de ejemplares mediante alquiler o préstamo públicos.

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Contenido

Portadilla

Créditos

Dedicatoria

Prólogo

1

2

3

4

5

6

7

Epílogo

Agradecimientos

SI NO DESPIERTO. CONTENIDO EXTRA

LOS INICIOS

Los inicios

Dieciséis velas

Los mejores momentos de mi vida

Un libro con cualquier otro título

Carta de la editora de 2009

Carta de la autora de 2009

Notas

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Dedicatoria

A la entrañable memoria de Semon Emil Knudsen II

Peter:

Gracias por darme algunos de mis mayores éxitos

Te echo de menos.

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Prólogo

Prólogo

Dicen que, cuando mueres, la vida entera te pasa ante los ojos. A mí me ocurrió algo distinto.

La verdad es que eso de repasar toda tu existencia en el último momento siempre me ha dado repelús. Como diría mi madre, hay cosas de las que es mejor no acordarse. Por ejemplo, no me importaría nada olvidarme de cuando tenía once años y llevaba gafas y aparato en los dientes, e imagino que nadie querría volver a su primer día de instituto. Y si a eso le añadimos todos los veranos en familia, las clases de matemáticas, los dolores de la regla y la catástrofe de los primeros besos... uf.

Aun así, la verdad es que no me habría importado volver a mis mejores momentos. Como la noche en que Rob Cokran y yo nos enrollamos en mitad de la pista de baile en una fiesta del instituto, y todo el mundo se enteró de que estábamos juntos. O cuando Lindsay, Elody, Ally y yo bebimos más de la cuenta e intentamos hacer marcas de ángeles en la nieve aunque estábamos en mayo, y destrozamos el césped del jardín de Ally. O el día en que las cuatro celebramos que yo cumplía dieciséis años, y encendimos cien velas y nos pusimos a bailar sobre la mesa del jardín. O aquel Halloween en el que Lindsay y yo le gastamos una broma pesada a Clara Seuse, tuvimos que huir de la policía y acabamos riéndonos tanto que casi vomitamos. Las cosas que querría recordar; las cosas por las que querría que me recordaran.

Sin embargo, no pensé en Rob antes de morirme, ni en ningún otro chico. No pensé en todas las locuras que había hecho con mis amigas. Ni siquiera pensé en mi familia, ni en el brillo suave de las paredes de mi habitación a la luz de la mañana, ni en el olor a canela y miel que desprenden en verano las azaleas que hay bajo mi ventana.

En quien pensé fue en Vicky Hallinan.

Recordé un día al final de primaria, cuando Lindsay anunció en el gimnasio, ante toda la clase, que no quería a Vicky en su equipo de balón prisionero. «Está demasiado gorda —dijo—. Cualquiera podría darle con el balón, hasta con los ojos cerrados.» Lindsay y yo aún no éramos amigas, pero a mí ya me hacía mucha gracia la manera que tenía de decir las cosas, y me eché a reír como todos los demás mientras la cara de Vicky se ponía tan morada como una nube de tormenta.

En lugar de tener una gran revelación sobre mi vida, invertí mi último momento en acordarme de eso: el olor del barniz, el chirrido de las zapatillas de deporte sobre la tarima, lo apretados que me quedaban los pantalones cortos, el eco de nuestras carcajadas en el gimnasio, tan fu

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