Wonder Woman

Leigh Bardugo

Fragmento

Biografía

Cubierta

HERMANA EN BATALLA:

SOY TU ESCUDO Y TU ESPADA.

Y TU AMIGA. SIEMPRE TU AMIGA

Diana está destinada a convertirse en una de las heroínas más poderosas del planeta, pero para ello debe demostrar a su familia que es digna de ser una princesa Amazona.

Cuando por fin le llega la oportunidad de demostrarlo, Diana lo echa todo a perder para salvar a una simple humana: Alia Keralis.

Juntas, Diana y Alia se enfrentaran a todo un ejército de enemigos dispuestos a destruirlas. Porque Alia es humana, sí, pero no es una humana cualquiera. En su pasado se esconde la clave de la gran tragedia que está a punto de desencadenarse. Si quieren salvar sus mundos, deberán permanecer unidas y luchar con todas sus fuerzas para ganar la guerra que se avecina.

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Acercaos, venid a enfrentaros a mí, y así descubriréis

lo que mana del pecho de las amazonas.

¡Con mi sangre se mezcla la guerra!

QUINTO DE ESMIRNA, La caída de Troya

cap-1

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«No participas en una carrera para perderla.»

En la línea de salida, Diana daba pequeños saltitos sobre los dedos de sus pies, con las pantorrillas tensas como cuerdas de un arco y las palabras de su madre resonando en sus oídos. Una ruidosa multitud se había congregado para presenciar las pruebas de lucha libre y lanzamiento de jabalina que marcaban el inicio de los Juegos Nemesianos, pero el acontecimiento más esperado era la carrera de fondo, y ahora las gradas hervían con la noticia de que la hija de la reina iba a participar en la competición.

Cuando Hippolyta había divisado a Diana entre las corredoras agrupadas sobre la arena del recinto, no había dado muestras de sorpresa. Como marcaba la tradición, había descendido desde la plataforma para desear suerte a las atletas en sus esfuerzos, compartiendo una broma con algunas y ofreciendo una palabra de aliento a otras, y había saludado brevemente a Diana con un leve gesto, sin mostrar ningún favoritismo especial, aunque aprovechó la ocasión para susurrar en voz muy baja, tan baja que solo su hija la había oído:

—No participas en una carrera para perderla.

Las amazonas se habían alineado en el pasillo que conducía al estadio, y ya pateaban el suelo con los pies y cantaban a la espera de que empezaran los juegos.

A la derecha de Diana, Rani sonreía radiante.

—Buena suerte.

Siempre tan amable, siempre tan atenta y, por supuesto, siempre tan victoriosa.

A la izquierda de Diana, Thyra soltó un bufido y meneó la cabeza.

—La va a necesitar.

Diana no le hizo caso. Llevaba semanas esperando la carrera, que consistía en una travesía por la isla con el objetivo de retirar una de las banderas rojas que colgaban bajo la gran bóveda de Bana-Mighdall. En el esprint puro y duro no tenía ninguna opción. Todavía no había alcanzado la plenitud de sus poderes de amazona. «Todo llegará, con el tiempo», le había prometido su madre. Pero su madre prometía muchas cosas.

De todas formas, esta carrera era distinta. Requería estrategia, y Diana estaba lista. Se había estado entrenando en secreto, corriendo junto a Maeve, y había trazado una ruta que, aunque transcurría por un terreno más arduo, era sin duda la más directa para llegar a la punta occidental de la isla. Había llegado incluso a... Bueno, no se podía considerar exactamente espiar..., pero había recogido información sobre el resto de amazonas que participaban en la carrera. Ella seguía siendo la más pequeña de estatura y por supuesto la más joven, pero en el último año había crecido muchísimo, y ahora ya era casi tan alta como Thyra.

«No necesito suerte. Tengo un plan», pensó. Contempló la fila de amazonas que se apretujaban en la línea de salida como miembros de una tropa preparándose para entrar en combate, y se corrigió: «Pero un poco de suerte tampoco vendría mal». Ansiaba la corona de laurel. La prefería a cualquier diadema o tiara real, porque era un honor que no se podía conceder, que había que ganar.

Localizó entre la multitud la cabellera roja y el rostro pecoso de Maeve y sonrió, intentando proyectar confianza. Maeve le devolvió la sonrisa e hizo un gesto con ambas manos, como si intentara apisonar el aire. «Adelante», articuló con la boca.

Diana puso los ojos en blanco, pero asintió e intentó calmar su respiración. Tenía la mala costumbre de salir demasiado deprisa y malgastar las energías demasiado pronto.

Ahora se despojó de cualquier pensamiento y se obligó a concentrarse en la carrera, mientras Tekmessa caminaba sobre la línea, supervisando a las corredoras. Sus joyas centelleaban en su magnífica corona de rizos y los brazaletes de plata brillaban en sus brazos morenos. Ell

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