El chico de oro

Fragmento

chico-4

DANIEL

En la escuela mi hermano siempre saca sobresalientes, y en general es amable con todo el mundo. Forma parte del equipo de fútbol del condado, que se entrena y juega en este instituto y en el que para el cargo de capitán se turnan los tres mejores jugadores, él y sus mejores amigos, de modo que cada tres meses es el capitán del equipo durante un mes. Cae bien a la gente porque juega limpio y siempre grita el nombre de los otros jugadores para apoyarles y les aplaude cuando ganan; y si ganan gracias al gol de alguien en concreto, procura que este sostenga el trofeo en la foto del periódico.

De nosotros dos, es el perfecto. Si mi familia sale en el periódico, es porque hay imágenes de mi hermano. A mí básicamente me excluyen. Mi hermano es mucho más alto que yo, y también tiene el pelo más claro y liso que el mío, bastante rizado y de un color amarillo oscuro, que algunos dicen que es anaranjado, razón por la cual en la escuela se han reído mucho de mí. Mamá dice que él parece un ángel y que yo parezco un diablillo, pero no creo que quiera ofenderme, pues cuando lo dice sonríe como si yo estuviera contento de oírlo. Mi hermano tiene buenos músculos y es muy rápido corriendo y gana todas las carreras. También va a hacer un examen de ingreso para la escuela que viene después del instituto, y así papá y mamá no tendrán que pagar dinero para que vaya, y seguramente él va a conseguirlo, dice mamá, porque se esfuerza mucho y es inteligente por naturaleza.

Sus amigos Marc y Carl son divertidos. Graciosos, pero también raros. A veces, cuando están en casa se callan todos al entrar yo en su cuarto.

—¡Eh, estabais hablando de mí! —exclamo.

—No es verdad —dicen.

—Entonces, ¿de qué hablabais? —insisto.

Unas veces ponen excusas tontas, pero otras alguno dice:

—De chicas.

—¡No es verdad! ¡Estabais hablando de mí!

—No, Daniel, en serio —dice mi hermano—. Te juro que estábamos hablando de chicas.

Y entonces les creo, porque mi hermano nunca jamás me mentiría, porque somos hermanos y porque hicimos un pacto de sangre según el cual nunca nos mentiríamos el uno al otro. Pacto de sangre significa morir antes de mentir.

Mi hermano también tiene mucho éxito con las chicas. Me lo dijeron Carl y Marc, y también mamá. Yo he llegado a la misma conclusión porque algunas veces que hemos ido a buscarle a la escuela con el coche él estaba hablando con una chica y cogiéndole de la mano y luego una vez... una vez estaba besando a una chica y a mí me escandalizó y horrorizó y mamá se rio ante mis narices y mi boca abierta e hizo sonar el claxon y le hizo señas y mi hermano sonrió y se sonrojó y se metió en el coche, y una vez que estuvo dentro yo dije:

—¿Por qué te has puesto colorado?

—Cállate, Daniel —masculló.

Y mamá volvió a reírse, con ganas esta vez.

Lo mejor de mi hermano es que como jugador de God of War es increíble. ¡Y ni siquiera juega a menudo! Solo juega conmigo. Con Marc y Carl suele jugar con la Xbox, y abajo a veces jugamos con la Wii con papá y mamá y él de vez en cuando se entretiene con la Sega, pero en realidad no demasiado pues anda por ahí con el fútbol. No obstante, juega conmigo a God of War casi todas las noches hasta las ocho o las ocho y media y después yo tengo que bañarme o ir a la cama o solo ir a la cama, pero normalmente me baño y me acuesto. Antes de acostarme leo a mamá, y a veces a papá, pero por lo general papá aún no ha llegado. Alguna que otra vez viene mi hermano y tenemos nuestras conversaciones, que son conversaciones muy interesantes sobre la vida. Mi hermano me dice que soy muy espabilado, y tiene razón. Siempre le doy consejos.

Somos muy diferentes. De todos modos, algunas diferencias son buenas; por ejemplo, él es mejor en inglés y geografía e historia y no sabe qué quiere ser de mayor, y yo, para la edad que tengo, soy muy bueno diseñando robots y sé exactamente qué quiero ser de mayor: ingeniero robótico. Diseñaré toda clase de robots y supervisaré la construcción de los prototipos y luego organizaré una carrera de robots y utilizaré mis conocimientos sobre robots para añadir extensiones robóticas a seres humanos normales para que sean lo que quieran ser. Por ejemplo, uno no ve lo suficiente pero quiere ser piloto de caza y yo puedo darle una visión 20/20, o incluso una visión 40/40 y visión nocturna, con capacidad para detectar luz tanto infrarroja como ultravioleta. Tendría en la cabeza un dial que podría girar para ver lo que quisiera ver. Una persona vendría a mi taller y yo la miraría y la mejoraría hasta que fuera absolutamente perfecta y ya no fuera capaz de mejorar más. Trabajaría con mi hermano y lo volvería realmente grande y musculoso y rápido como un guepardo, y le daría una voz verdaderamente profunda y le raparía el pelo y haría que le saliera un arma del brazo izquierdo cuando sus agudizados sentidos le avisaran de algún peligro.

Yo le explicaba a mi hermano lo que quería ser, y él decía que era muy chulo pero por desgracia no permitiría que yo le añadiera extensiones porque quería ser quien era y ver cómo resultaba todo así. Yo dije que eso era una tontería. ¿Había alguien que no quisiera ser perfecto? ¿O un robot?

Por eso he decidido escribir mi redacción de clase sobre mi hermano.

Atentamente, Daniel Alexander Walker, nueve años y nueve meses y medio.

KAREN

Mis padres eran la antítesis el uno del otro. Mi madre era una mujer triste, hermosa, morena, bajita y se enfadaba muy fácilmente. Siempre mascullaba sobre los sacrificios y todo lo que había hecho por nosotros. Murió cuando yo contaba dieciséis años y ahora lamento no haberla conocido mejor. Mi padre era alto, con el cabello dorado peinado con la raya a un lado y un carácter tranquilo y afable. Era abogado y cada día, por la mañana temprano, iba a su despacho de Nueva York. Más adelante se dedicó a la política. Había visto mucho mundo y tenía sueños para nosotros, y cuando llegó el momento —todavía estaba yo en secundaria— me mandó a la Universidad de Oxford.

Yo tenía tres años más que mi hermana Cheryl y no quería ir sola, así que mi amiga Leah presentó la solicitud para estudiar enfermería en Oxford y vino conmigo. Al cabo de dos años de trasladarnos a Oxford, ella conoció a Edward, un estudiante de filosofía, mientras practicaban remo por el río. Me sorprendió que le gustara tanto, pues Leah tenía los pies en el suelo y Edward tendía a la arrogancia. Era demasiado frío para calentar a Leah. A los seis meses, él la llevó a un picnic al mismo río y le propuso matrimonio delante de todos sus amigos. Se casaron y se mudaron a Hemingway debido al trabajo de Edward. Las casas tenían una buena relación calidad/precio y eran espaciosas, y la ciudad era tranquila y segura. Al cabo de unos años supieron que iban a tener un niño.

Leah se había trasladado a una zona residencial, pero a mí me encantaba Oxford, la ciudad donde llegué a ser abogada, donde conocí a mi esposo, donde compramos el primer piso, donde el zumbido de energía adquiría un ímpetu único que impulsaba el inicio más trivial de una noche hacia algo nuevo, diferente e inesperado. Mi novio, Steve, iba dos cursos por delante de mí en la facultad de derecho. Después de que se licenciara, casi todas las noches nos encontrábamos en el pub hacia las seis. Luego o bien

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos