He besado a Shara Wheeler

Casey McQuiston

Fragmento

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1

HORAS DESDE LA DESAPARICIÓN DE SHARA WHEELER: 12

DÍAS HASTA LA GRADUACIÓN: 42

Chloe Green va a romper el cristal de la ventana de un puñetazo.

Por norma general, cuando se le pasa por la cabeza algo así significa que está al límite «mentalmente». Pero ahora mismo, apostada junto a la puerta trasera de la casa de los Wheeler, se siente físicamente preparada para hacerlo.

La hora destella en el móvil: 11.27. Treinta y tres minutos hasta que termine la última celebración religiosa de la iglesia cristiana Willowgrove, donde los Wheeler pasan la mañana fingiendo ser una pareja normal y agradable cuya hija normal y agradable no ha protagonizado un número de desaparición en la fiesta de fin de curso hace doce horas.

Tiene que ser un truco, seguro. Por supuesto, Shara Wheeler está bien. Shara Wheeler no se ha fugado de verdad. Shara Whee­ler está haciendo lo mismo de siempre: representar el papel de chica inocente con ojos de cervatillo que hace que todo el mundo la considere profunda y encantadora, cuando en realidad es el tostón más aburrido de todo ese pueblo mortalmente aburrido.

Chloe va a demostrarlo. Porque es la única lo bastante lista para verlo.

Quería «disfrutar» del baile de fin de curso después de un año entero esforzándose por ser la primera en entregar todos los trabajos y consolidar su puesto como mejor estudiante de la promoción de 2022. Tardó semanas en encontrar el vestido perfecto en una tienda de segunda mano (de gasa negra y encaje, como una vampira asesina sexy), y se suponía que tenía que ser una fiesta de fin de curso ideal. No «la» fiesta de fin de curso perfecta (ni citas ni ramilletes), sino «su» fiesta ideal. Únicamente con sus amigues, vestides de tiros largos y apretujades en el coche de Benjy, cantando a pleno pulmón las letras de Lil Yachty en una habitación con una lámpara de araña antes de desplomarse en un reservado de la Waffle House a la una de la madrugada.

Pero treinta minutos antes de que se anunciara quiénes formarían parte de la corte del baile, la vio: Shara, con los labios rosados y una cascada de tul rosa almendrado, pasó rozando la mesa de los refrescos mientras se dirigía a la puerta. Chloe llevaba toda la noche observándola, con la esperanza de tener la oportunidad de estar a solas con ella.

Sin embargo, cuando llegó a la puerta, Shara se había esfumado y cuando la presidenta del consejo de estudiantes, Brooklyn Bennett, subió a la tarima para coronar a Shara como reina de la graduación, seguía sin aparecer. Nadie la vio marcharse y nadie ha vuelto a verla desde entonces, pero su jeep blanco no está en la entrada de los Wheeler.

Así pues, aquí está Chloe, la mañana después, con el maquillaje corrido alrededor de los ojos y el pelo acartonado por la laca, lista para entrar por la fuerza en casa de Shara.

Encuentra la llave de repuesto dentro de una piedra visiblemente lisa con el versículo de Josué 24:15 grabado encima. «Por mi parte, mi familia y yo serviremos al Señor».

Durante todo el trayecto en coche hasta el club de campo, Chloe se imaginaba la cara que pondría Shara cuando la viera en su puerta. Los ojos verdes agrandados por la sorpresa, el suspiro teatral, el reticente reconocimiento de que su pequeña farsa para llamar la atención no iba a salir como ella planeaba porque Chloe es un genio con mucho atractivo que no se deja engañar. Esa inmensa satisfacción iba a dar a Chloe energía durante los exámenes finales y, seguramente, también durante los dos primeros cursos de la carrera.

Sin embargo, cuando asoma la cabeza por la puerta abierta y escudriña la inmensa cocina de los Wheeler, no hay ni rastro de Shara.

Así pues, hace lo que haría cualquiera en su situación. Cierra la puerta y va a echar un vistazo por toda la primera planta.

Shara no está.

Vale. No pasa nada. Pero, a ver, tiene que estar en algún sitio… Seguro que está en la planta de arriba, en su dormitorio.

En el rellano de la planta superior, una puerta entreabierta revela un cuarto de baño que debe de ser el de Shara. Empapelado en beis y rosado, encimera de porcelana en la que hay un sinfín de productos para el cuidado de la piel y un frasco de su esmalte de uñas de referencia (Ballet Slippers, de la marca Essie). Chloe duda un momento en el umbral; su objetivo no es ese, pero junto al lavabo hay un coletero de seda con estampado de flores que no había visto nunca, pese a todas las clases avanzadas que ha pasado mirándole la coronilla a Shara. Siempre lleva la reluciente melena rubia suelta y recién cepillada. Es su estilo. Seguro que se pone el coletero por la noche para lavarse la cara.

Irrelevante.

Chloe se detiene junto a la puerta siguiente. Está entornada y tiene una S de color rosa pintada a mano.

Sería mentira (una mentira del tamaño del presupuesto para el equipo de fútbol de la Escuela Cristiana Willowgrove) decir que nunca ha imaginado en qué clase de incubadora de perfección se mete Shara Wheeler cuando vuelve a casa cada día. ¿Un depósito de sustancia viscosa para mantener el cutis hidratado? ¿Un estilista profesional a su servicio? ¿Adónde va Shara cuando no está en sus pintorescas citas en Starbucks con su novio quarterback ni alargando trabajos de literatura comparada sospechosamente buenos? ¿Quién es cuando, por una vez, nadie la mira?

Solo existe una forma de averiguarlo.

Abre la puerta con el pie y…

La habitación está vacía.

Como era de esperar, el cuarto de Shara no es más que una habitación normal y agradable. Sospechosamente sosa, incluso. Cama, cómoda, mesilla de noche, tocador, combinación de librería/escritorio, lámpara con pantalla redonda y una cadenita plateada. Hay un ramillete seco del baile de bienvenida en el alféizar de la ventana y una barra de cacao Burt’s Bees en una bandeja de concha encima del tocador, junto a un frasco de desodorante con olor a lilas y una pila de libros de bolsillo con páginas marcadas para los trabajos del instituto. Las paredes son de un sobrio azul celeste, con fotos enmarcadas de su familia, de su novio y de su panda de amigas, todas con idénticas melenas al viento, codos puntiagudos y perfecto maquillaje Glossier.

¿Dónde está ahora la Panda de Glossier? Chloe supone que pasando la resaca como pueden. Está claro que ninguna se ha presentado allí para buscar pruebas. Eso es lo que pasa con las niñatas populares: no tienen la clase de vínculo forjado a fuego de ser rara y queer en una ciudad entre pequeña y mediana de Alabama. Si Chloe intentara esfumarse de esa manera, habría toda una milicia de Shakespeare gais echando abajo todas las puertas de False Beach.

¿Por qué no está Shara?

Chloe aprieta los puños, entra y empieza por el escritorio.

Si no puede interrogar a Shara, tal vez su habitación pueda darle algunas respuestas. Fisga entre lo que hay en el escritorio y en las estanterías, en busca del calendario de Perdida de Shara Wheeler con días de la semana en los que indique «comprar provisiones» e «inculpar a Chloe de mi asesinato». Lo único que encuentra son trípticos de universidades y una caja de tarjetas y sobres con las iniciales de Shara impresas para escribir las notas de agradecimiento ante la inminente avalancha de cheques que recibirá de su familia rica

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