Un plan top secret (Karina & Marina 6)

Karina & Marina

Fragmento

cap-3

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Estaba yo tan tranquila con mi perrita Chanel, dándole de comer pienso superespecial para que su pelambrera blanca de pomerania sea perfecta y monísima, como es ella, cuando de repente ¡suenan los altavoces del conservatorio!

—¡QUÉ RUIDO! —me quejo a mi Chanelita—. ¿Por qué arman tanto escándalo?

—Atención, atención. —Se oye la voz del secretario retumbar por los pasillos y las habitaciones—. Atención a todo el alumnado del ConSHOWrvatorio. Pedimos por favor que se reúnan todos los alumnos en el salón de actos de inmediato. Atención, atención...

—¿En el salón de actos? —digo—. ¡Qué pereza ir ahí abajo! Pero, bueno, ahora que por fin me han aceptado la solicitud para tenerte aquí en mi cuarto, ¡no te voy a dejar solita, Chanel! Tú te vienes conmigo. ¡Alehop!

Y la cojo en brazos. No protesta ni nada, solo se me queda mirando... ¡es tan buena...!

Según salgo de la habitación, me encuentro a mi hermana Marina saliendo de la suya.

—¿Has oído eso? —me pregunta.

—¡Pues claro! ¿Qué te crees, que estoy sorda o algo? ¿Cómo no lo voy a oír? Si ha sonado por todas partes —contesto.

—¡Cómo te pones por nada! —protesta Marina—. Venga, vamos a ver qué quieren.

¡Se me acaba la paciencia con Marina enseguida! Vale, sí, seremos gemelas, pero ¡no nos parecemos en nada! Por eso no entiende que me irrita cuando dice tonterías sin sentido como esa. ¡Y CÓMO VA VESTIDA!

Pretende ir al salón de actos en chándal y coleta, sin peinarse ni arreglarse, sin maquillarse... ¡en deportivas y todo! ¡AAARRRG! Yo esto no puedo verlo.

Bajamos al salón de actos y nos vamos encontrando con los demás alumnos. Todos nos conocen y nos saludan, ¡como debe ser! Porque somos unas divas... Bueno, quiero decir, YO soy una diva. Aquí mismo, en el auditorio, es donde mi hermana y yo ganamos la competición para obtener una plaza permanente en este ConSHOWrvatorio, el conservatorio de las estrellas. ¡Qué recuerdos!

Nos sentamos todos distribuidos en los asientos y miramos hacia el escenario. Hay dos sillas gemelas (ji, ji, como nosotras) y dos micrófonos delante. Dos personas aparecen por los laterales y se sientan en ellas y, de pronto, todo se llena de cuchicheos.

—¡Mira! ¡Mira! —oigo susurrar a un chico—. Son las directoras.

—¿Cómo lo sabes? —le pregunta la chica que está sentada a su lado—. Si nunca las has visto...

—Sí que las he visto, en las fotos online del instituto —replica él—. Se llaman Doña Clara y Doña Carla. ¡Fundaron el Instituto de las Artes Escénicas juntas!

—¿Son hermanas? —pregunta la chica.

—¡Qué va! ¿No ves que no se parecen en nada?

Y es verdad que no se parecen: Doña Carla es una mujer negra, bajita y con el pelo recogido en trenzas largas de raíz. Sin embargo, Doña Clara tiene precisamente muy claros la piel y el pelo, que es corto y blanco, y es altísima. Pero ¡las dos van vestidas superelegantes y muy fashion!

Las dos se sientan de cara a las gradas del escenario, y todo el mundo se calla, expectante. ¿Qué irán a decir?

—Tenemos una noticia que daros —empieza Doña Carla—. Es una decisión que hemos tomado como compañeras, Doña Clara y yo, tras una ardua deliberación, y creemos que es la mejor tanto para nosotras como para el futuro de esta institución.

—Así es —continúa Doña Clara—. La situación entre ambas, y entre ambas ramas de nuestro conservatorio, se ha vuelto insostenible.

—¿Ambas ramas? —oigo que pregunta un chico a su amigo, que es el mismo que estaba antes hablando de las directoras. Ahora que me fijo, es mono...

—Sííí. ¿No sabes que una lleva las cosas de baile y la otra, las de canto? Y por eso...

—¡Calla, que no las oigo! —ordena la chica de antes, y todos volvemos a poner atención en lo que pasa en el escenario (yo incluida, porque me había quedado un poco embobada con ese chico... ¡nunca lo había visto por aquí!)

Doña Clara y Doña Carla están sentadas a una distancia considerable la una de otra, se las ve incómodas, como si no quisieran tenerse cerca.

—Como ya sabréis, yo dirijo en este conservatorio las disciplinas artísticas que pertenecen al ámbito sonoro —expone Doña Carla—. Esto es, la música en sentido estricto, la interpretación vocal y toda clase de instrumentos musicales.

—Y yo dirijo las disciplinas plásticas o expresivas —explica Doña Clara—, lo que quiere decir que me encargo de aquellas ramas del arte con un componente visual: la danza, el baile, la gimnasia, la pintura y cualesquiera otras que practique nuestro alumnado. Gracias a este acuerdo entre Doña Carla y yo, este instituto se ha enorgullecido de presentar en el mundo artistas completos, de todos los ámbitos y variedades, para que se conviertan en auténticas estrellas del espectáculo.

—Sin embargo... —Doña Carla suspira—, este acuerdo dependía de la buena relación entre nosotras dos. Al romperse dicha relación, no nos es posible continuar de la misma forma que lo hacemos desde la fundación del ConSHOWrvatorio.

Vuelve a haber susurros y gritos ahogados entre el público. ¿No puede continuar el conservatorio?

—No temáis —interviene Doña Clara—. No dejaremos de ofrecer las mejores clases destinadas al mundo del espectáculo, ni de enseñar a nuestros alumnos a ser las estrellas más brillantes. Pero sí habrá una diferencia: de ahora en adelante, el ConSHOWrvatorio se dividirá en dos.

—Aprovechando los dos edificios principales de este instituto, se separarán las clases y a los estudiantes —prosigue Doña Carla, y detrás de ella, en el escenario, se proyecta un plano de todo el conservatorio—. ¿Veis que están separados por el parque y los patios de actividades? En el edificio de la izquierda se alojarán y estudiarán los alumnos que pertenecen a disciplinas sonoras, es decir, mis alumnos.

—Y en el de la derecha, los alumnos que practican disciplinas plásticas —agrega y señala Doña Clara—. Mis alumnos.

Se miran las dos por un momento...

Es obvio por cómo se hablan y cómo se miran. ¡Tiene que ser superespantoso que se rompa así una relación de tanto tiempo! ¡Y más después de haber fundado juntas un instituto como este! Pero si se llevan tan mal, supongo que es lo mejor.

—Pero ¿y mis amigos? —susurra el chico al que ya tengo echado

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