Mystery Series de Daniela Divertiguay 1 - El diario secreto

Daniela DivertiGuay

Fragmento

cap-1

En cuanto ha sonado la alarma del móvil y he abierto los ojos, me he dado cuenta de que el corazón me iba a mil por hora. Como no me calme un poco, me va a salir disparado por la boca. Pero lo de tranquilizarme no es tan fácil, porque resulta que hoy es mi primer día en el insti.

Sí, mi primer día.

Aunque me hace ilusión, estoy ULTRANERVIOSA.

Intento poner en práctica mi técnica de relajación preferida, o sea, me imagino que estoy con mis amigas. Normalmente funciona, pero esta mañana está claro que no.

¡Sigo atacadísima!

El problema es que se me mezclan demasiadas cosas en la cabeza. En plan, estoy superemocionada y, al mismo tiempo, estoy de los nervios.

Empezar el instituto significa conocer a gente nueva y cambios… Pero también significa que no conozco a NADIE, literal. Ni a una sola persona. Es muy raro, porque es la primera vez en toda mi vida que me ocurre algo así.

Por eso me estoy rayando tanto.

Tengo un montón de dudas.

¿Y si la gente me ignora? ¿Y si no conecto con nadie? O, peor todavía… ¿Y si les caigo mal? Solo de pensarlo se me hace un nudo en el estómago. Ahora mismo lo único que tengo claro es que esto de ser la nueva es muy complicado.

Seguramente por eso me está costando tanto decidir qué ropa ponerme. Tenía claro el outfit que iba a lucir, pero hoy al despertarme no me gustaba nada lo que había escogido. Hace más de media hora que me he levantado y aquí sigo, sin saber qué ponerme.

¡No, si todavía llegaré tarde el primer día!

La primera impresión importa mucho, eso lo tengo clarísimo. Así que no me queda más remedio que darle vueltas hasta que salga algo. Normalmente siempre sé qué ponerme, pero hoy estoy tan nerviosa que no me decido. Tengo dudas de si es mejor usar algo muy discreto para pasar el día sin llamar la atención o apostar por un outfit más de mi estilo… Aunque solo de imaginarme a todo el mundo mirándome nada más entrar, me estreso yo sola.

Si hago lo primero, igual pasan de mí y no consigo hablar con nadie. Una cosa es no caer en el postureo el primer día y otra muy distinta ser invisible. Pero si hago lo segundo, es empezar dando la nota, y eso es algo que no me apetece. Sigo rayándome en mi cuarto cuando oigo, alta y clara, la voz de mi madre:

—¡Daniela, espabila! Ya es la tercera vez que te llamo y te aseguro que no habrá una cuarta —me grita desde la cocina. Las palabras de mi madre me recuerdan que, si no me decido, definitivamente voy a llegar tarde.

—Ya casi estoy —le miento.

Todavía llevo el pijama puesto, pero, si se lo digo, es capaz de venir y elegirme ella la ropa. Y eso sería la muerte, porque últimamente nuestros gustos no coinciden ni de casualidad.

—Te lo digo en serio. No pienso permitir que llegues tarde el primer día —insiste. Odio que me dé la chapa de buena mañana. ¿Acaso no comprende que esto es una EMERGENCIA?

—¡Que te he dicho que ya voy! —contesto yo subiendo el tono. Es que hay que ver lo pesadita que está últimamente.

—No te lo pienso repetir. Si no bajas en menos de tres minutos, te quedas sin salir el viernes con tus amigas —me suelta. Eso sí que no. No pienso perderme la salida del viernes con ellas.

¡Es el mejor momento de la semana!

No tengo más remedio que ponerme las pilas. Porque si algo tengo claro es que a mi madre es mejor tenerla de aliada que de enemiga. Además, por mucho que me cueste reconocerlo, tiene razón. Llegar tarde el primer día no es una opción. Y mucho menos en un insti nuevo.

Pero tres minutos es muy poco tiempo. Así que no me queda otra que optar por un método drástico: ¡desparramar la mitad del armario encima de la cama! Es la única forma de verlo todo de una pasada. En un momento se forma una pila de escándalo. Ni yo misma sabía que tuviera tantos conjuntos y complementos.

Tengo que escoger algo antes de que mi madre aparezca y me la líe. Así que al final opto por la única solución que se me ocurre: ponerme algo a medio camino. En plan informal, pero con un toque personal.

¡Espero que funcione!

No es que esté lo que se dice muy convencida. Pero, si no quiero cargármela, tengo que irme ya, sí o sí. Antes de salir corriendo, me echo un último vistazo en el espejo del baño. Bueno, ni tan mal. Además, no queda tiempo para más. Sigo bastante atacada, pero cruzo los dedos y le digo unas palabras a mi reflejo...

«Por favor, por favor, que mi primer día en el insti no sea un completo desastre».

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