Judy Moody y Stink Felices Fiestas

Megan McDonald

Fragmento

Frosty, el cartero

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Stink permanecía pegado a la tele para enterarse del tiempo que iba a hacer en los próximos días, cuando fuera, en el porche, sonó un timbre: «Ding Dong!». Stink saltó del sofá para ver quién era.

—¡El cartero! —gritó alegremente—. ¡Trae un paquete!

—Stink, espero que no hayas vuelto a escribir cartas para que te manden cosas gratis —le gritó Judy—. Papá y mamá se enfadarían mucho.

—Nopi —dijo Stink. Abrió la puerta y salió corriendo para alcanzar la furgoneta del cartero antes de que desapareciera de su vista. Le gustaba hablar con el señor Harvey, el cartero. El señor Harvey tenía una coleta y un perro llamado Chuletilla.

—¿Cómo está Chuletilla? —preguntó Stink, pero cuando el hombre se volvió se dio cuenta que no era para nada su cartero. No llevaba coleta. Ni tenía la pinta de un tipo que llama a su perro Chuletilla.

El hombre tenía una melena blanca y una amplia sonrisa, una poblada barba blanca y espesas cejas, además llevaba un gorro de piel con las orejeras vueltas hacia arriba. No parecía un cartero.

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—¿Quién es usted? —le preguntó Stink—. ¿Y dónde está el señor Harvey?

—Soy el nuevo cartero —dijo el hombre—. Encantado de conocerte. Me llamo Frost, pero puedes llamarme Jack —dijo el señor Frost sonriendo, guiñando un ojo y alzando sus pobladas cejas.

—¡No puede ser! ¿Quiere decir que usted es Jack Frost, o sea, Jack Escarcha? ¿De verdad? ¿No se llama así el hombre de nieve que pinta dibujos de hielo en las hojas y en las ventanas?

—El mismo —dijo el nuevo cartero—. Y adivina qué ocurre cuando un perro me muerde.

—¿Qué? —preguntó Stink.

—Se queda helado — dijó Jack.

Stink se echó a reir.

Jack Frost le entregó a Stink otros dos paquetes.

—Hoy hay entrega especial. No caben en el buzón.

—¿Viene alguno del Polo Norte? —Stink agitó las cajas.

Una venía de L.L. Beanery y olía a café. La otra pesaba tanto como si estuviera llena de libros, pero sonaba a tarta de frutas. ¡Qué asco!

—Probablemente es tarta de frutas —dijo Stink —. Mi abuela Lou nos envía una cuando se acerca la Navidad. El único que se la come es nuestro gato Mouse.

—Bueno, pues que tengas más suerte la próxima vez, ¿vale? —deseó Jack.

—Oiga, si usted es Jack Frost —dijo Stink—, se me ocurre que a lo mejor… ¡Podría traernos nieve este año! Me encanta que nieve en Navidad.

—Nieve, ¿eh? Bueno, nunca se sabe. Quizá pueda hacer algo.

—¿Podría—se entusiasmó Stink—. ¿De verdad?

Jack Frost soltó una risita y se mesó la blanca barba, guiñando los ojos y mirando al cielo.

—Por lo que veo hay un sistema de bajas presiones acercándose. Un frente frío puede llegar aquí hacia el comienzo del fin de semana.

—¡Guau! —eclamó Stink—. ¿Sabe usted también predecir el tiempo?

—He trabajado en en ello durante un montón de años. Noto el tiempo en mis huesos —Jack Frost saco la lengua—. En este momento casi puedo sentir el sabor de la nieve en el aire.

—Yo soy un estupendo súper olfateador —aseguró Stink—. Quizá pueda olfatear el aire.

Cerró los ojos y alzó la nariz. «Sniff, sniff». Se imaginó copos de nieve cayendo sobre su lengua. «Sniff, sniff». Se imaginó una batalla con bolas de nieve. «Sniff, sniff». Se imaginó una enorme extensión blanca.

—Sí, creo que huelo la nieve —dijo Stink.

Stink y Jack Frost permanecieron quietos durante unos minutos.

Los dos miraron al oscuro cielo gris y olfatearon el aire húmedo.

—Mi hermana mayor dice que en Virginia nunca nieva—dijo Stink—. Mi hermana mayor dice que la Tierra está demasiado caliente. Mi hermana mayor dice que hay una probabilidad contra un millón de que nieve este año.

—Tu hermana mayor debe de ser muy lista, ¿no?

—Eso se cree ella.

—Bueno, podría ocurrir —dijo Jack Frost—. Hace mucho tiempo, en el invierno de 1980, cayeron más de 50 centímetros de nieve en un día. Superamos todos los records.

—¡Guau! —exclamó Stink.

—¿Ves? A lo mejor, después de todo, se cumpla tu deseo de ver una buena nevada —dijo Jack Frost—. Piensa en la «nieve». Siéntela en tus huesos.

—¡Gracias! —agradeció Stink—. He tenido suerte al encontrarme con usted. ¿Sabe? Me ha enseñado lo que tengo que pensar y todo eso.

—Bueno, no prometo nada —dijo Jack Frost con un guiño—, pero mantendré mis dedos cruzados.

—¡Estupendo, colega! —agradeció Stink.

Stink entró en casa cantando.

—Frost es un hombre estupendo, Frost es un hombre estupendo, Frost es un hombre estupendo… ¡Porque lo digo yo! ¡Oídme! ¡No os lo vais a creer! ¿A que no adivináis a quién he visto?

—Al señor Harvey, el cartero —dijo Judy levantando los ojos de su hoja.

—Nones. ¿Quién tiene una gran barba blanca?

—Papá Noel.

—Otra vez te equivocas. Es Jack Frost. Acabo de hablar con él. ¡De verdad!

—¿De verdad? 

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