Chica Rosadita y la gran hackatón

Valentina Muñoz Rabanal

Fragmento

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—Todos los niños interesados en la tecnología ya pueden inscribirse en el nuevo taller de programación —dijo el profesor de computación, a quien solo había visto un par de veces en el pasillo—. A final de semestre, el taller representará al colegio en la hackatón, la gran competencia de programación del país.

—¡No puede ser! ¡Una hackatón! —grité de la emoción, poniéndome de pie. Al notar los ojos de todos sobre mí, mi rostro se enrojeció y me acurruqué en mi asiento en silencio.

El profesor suspiró.

—La palabra «hackatón» procede de juntar los términos «hacker» y «maratón», y se trata de un evento en el que se reúnen programadores para desarrollar una solución tecnológica a una problemática específica en un tiempo limitado. Mañana antes de que empiecen las clases los estaré esperando en la sala de profesores para la inscripción —continuó antes de retirarse de la sala.

«Mi gran oportunidad ha llegado», pensé. El momento para el que me había estado preparando toooda mi vida.

Hace bastante tiempo había decidido que quería dedicarme a la programación. Lo supe un día viendo la tele en casa de mis abuelos, cuando en las noticias explicaron que los «hackers», a diferencia de lo que muchos creen, no son gente malvada ni delincuentes, sino profesionales que desarrollan soluciones tecnológicas para problemáticas que afectan a la comunidad y así lograr mejoras que nos beneficien a todos y todas, como por ejemplo las aplicaciones de mensajería. Por otro lado, los «crackers» son los malos, quienes solo usan su conocimiento en tecnología para dañar sistemas de manera ilegal para su propio beneficio. Obvio que yo quiero ser hacker y hacer el bien. Para mí, son algo así como los héroes del siglo XXI, y muero de ganas de ser parte de eso

Pero ¿cómo puede alguien convertirse en hacker? ¿Debe entrar a la universidad y estudiar hackerología? Cuando les comenté a mis papás que ser una heroína tecnológica era mi sueño, me llevaron a la Biblioteca Municipal de Quilicura para investigar juntos sobre el tema. Mi sorpresa fue tremenda cuando descubrí que, de hecho, la carrera de hackerología no existe, sino que los hackers son personas expertas en algo llamado programación. No sé a ustedes, pero a mí me parecía que hackerología era un nombre mucho más adecuado.

Fue en medio de esta exhaustiva investigación que me inscribí en un taller gratuito de programación que se impartió durante el verano, así que el nuevo espacio del colegio era la oportunidad perfecta para llevar mis habilidades de programadora al siguiente nivel.

Una hackatón.

Ayyy, ¡qué emoción!

Me di vuelta en mi silla para mirar a Nahuel, mi mejor amigo y compañero de puesto, que devoraba sus barritas de cereal.

—La gran competencia de programación... ¡Es perfecto! ¿No crees que es emocionante?

—¿El qué?

—¿Qué va a ser? El nuevo taller, aquí en el colegio.

—Ah, sí —dijo sin una pizca de emoción—. No es muy de mi estilo, pero supuse que a ti te llamaría la atención. Me interesaría si en el taller nos hicieran jugar videojuegos...

—¡La programación es mucho mejor que eso! Si supieras programar, podrías hacer tus propios videojuegos.

—¿En serio? —preguntó con sorpresa mi compañera Riri, girándose en su asiento para mirarnos con atención.

—No es cierto —intervino mi compañero Manu desde su puesto—. Si así fuera, todos los gamers serían programadores.

¿Ustedes para qué creen que sirve la programación?¿Ustedes para qué creen que sirve la programación?

a) Para crear videojuegos.

b) Para desarrollar aplicaciones móviles.

c) Para seguridad en internet.

d) Para realidad virtual y aumentada.

e) Todas las anteriores.

Respuesta: e) Todas las anteriores.

Un coro de «Uuuuuh» se expandió por la sala. Giré mis ojos con desagrado, me molestaba muchísimo que me llevaran la contra cuando yo estaba cien por ciento segura de que tenía la razón.

—¿Y tú cómo sabes eso, Manu? Porque Rosita aprendió a programar en el verano, así que tiene conocimiento sobre el tema —acotó Riri, agitando sus manos con molestia, lo que hacía que su hermoso pelo rizado se moviera sobre su rostro. Ella estaba tan segura de su defensa que me puse nerviosa. Era demasiada responsabilidad sobre mis hombros y ahora los ojos de todos mis compañeros y compañeras estaban sobre mí. Me hundí un poquito en el asiento. Sentí cómo mis cachetitos se ponían rojos.

—¡Ya, niños, no peleen! —La profesora se puso de pie y me miró—. Rosita, ¿te parece si nos cuentas qué es la programación? Así tus compañeros y compañeras también se animan a aprender.

Ay, no.

—Yo... ehhh... —Me quedé en blanco. No sabía qué decir. Me daba vergüenza ser el centro de atención. Hasta olvidé todos mis conocimientos, lo juro.

—¿Ven? Les dije que no sabe nada —dijo Manu y todos y todas empezaron a reír. Quería hacerme bolita. La profe los hizo callar y el sonido de la campana para salir a recreo fue mi salvación.

Suspiré y cubrí mi cabeza con la capucha de mi polerón para luego tirar de los cordones y ocultar mi rostro por completo.

—Qué rabia. Manu siempre cree que sabe más que el resto —reclamó Riri. Sentí unas palmaditas en la coronilla de mi cabeza y supe de inmediato que era Nahuel, consolándome en silencio.

No somos amigas muy cercanas con Riri, pero me gustaría mucho que así fuera para aprender de ella. Riri es una chica muy segura de sí misma. Cuando habla, lo hace fuerte y claro, sin titubear, incluso cuando no está del todo segura de lo que está diciendo. Yo muchas veces me siento insegura hasta de decir lo que yo sé que sé. Nahuel, por el contrario, está en paz consigo y con su entorno, no siente la necesidad de llevarle la contra a nadie, aunque sepa que están equivocados.

—Rosita —no contesté, supuse que Riri quería seguir conversando sobre el tema—. ¡Rosita! —repitió una voz y salté de mi asiento al darme cuenta de que era mi profesora—. Rosita, noté que te avergonzaste cuando te pregunté hace un rato, lo lamento, solo que a mí también me interesa saber qué es la programación.

—¿En serio? —corroboré con un poquito de emoción. Ella asintió—. La programación es como el lenguaje que hablan las máquinas. O sea, si un humano quiere darle una instrucción a una máquina para que esta haga algo, primero tiene que aprender a hablar su lenguaje. Ese sería la programación.

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