Supersubmarina: la historia de cuatro amigos qu...
30 años de «Super 8»: Los Planetas y la banda sonora de una generación
«Super 8», el debut discográfico de Los Planetas, cumple treinta años este 13 de junio de 2024. Un sonido «noise-pop» tan distorsionado como fresco y unas letras donde las relaciones de desamor marcan el paso (y que con el tiempo se convertirían en característica seña de identidad de la banda de Granada) hicieron de este disco un hito generacional y un impulso determinante para el establecimiento del «indie» en España. Hoy, Los Planetas están de gira de celebración, tocando íntegramente esta ópera prima para dejar claro que pocos álbumes resisten el paso del tiempo con tanta solvencia; además, «Segundo premio», la película de Isaki Lacuesta que (no) narra la historia de la banda, sigue recibiendo miles de espectadores en las salas de cine (un apunte: Plaza & Janés acaba de publicar «La planta baja», un diario de rodaje en el que Alejandro Simón Partal narra la intrahistoria del filme). Al hilo de la efeméride y de este auge espontáneo de una banda imprescindible para entender la música alternativa en España, en LENGUA publicamos un extracto de la autobiografía «Cuatro millones de golpes» (Plaza & Janés, 2017), un texto en el que Eric Jiménez, el batería de la formación desde el segundo disco, relata sus primeros encuentros con los miembros fundadores de Los Planetas (cuando ni siquiera se hacían llamar así) y las sensaciones que tuvo cuando, hace ya tres décadas, se topó con aquella epifanía titulada «Super 8».
Por Eric Jiménez

Imagen promocional de Los Planetas. Desde la izquierda: Julián Méndez (bajo), Banin (teclados y guitarra), Jota (voz y guitarra), Eric Jiménez (batería) y Florent (guitarra). Crédito: D. R.
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El recuerdo que guardo con más cariño de aquella etapa es el de un día que, trabajando en El Gallo de Oro, vi aparecer a un chaval con una camiseta de rayas y a otro con una chupa de cuero. Eran dos chicos que solían frecuentar ese bar. Eran grandes melómanos. Les gustaba Lagartija Nick y se interesaban mucho por cómo iba la banda, cómo habíamos grabado las guitarras, las baterías... Aquellos chavales eran J y Florent, los futuros Planetas. J me decía que era muy fan de KGB y había ido a los conciertos que dimos por Granada. Más tarde conocieron a Antonio Arias y a M.A.R. Pareja, que les produjeron el EP Medusa. Quizá en aquella época aún no eran grandes músicos, pero tenían las ideas muy claras; sabían el camino que querían tomar y, sobre todo, ya tenían pensado salirse de los que marcaban los demás grupos. Cuando frecuentaban El Gallo de Oro su grupo se llamaba Los Subterráneos, explicitando de primeras el tinte underground con el que se sentían representados. Recuerdo verles a los dos en el bar pegando un cartel donde anunciaban sus conciertos. Poco más tarde, cuando Christina Rosenvinge salió acompañada de su banda, Los Subterráneos, decidieron quitarse el nombre para no ser confundidos y lo transformaron en Los Planetas.
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Con su primer disco, Super 8, recibieron infinidad de malas críticas. Eso era bueno. Que hablaran mal de ellos los beneficiaba, y les hacía romper con todas las reglas. Si tenían malas críticas en Granada, seguramente serían muy buenas en el resto de España. Y así fue. La gente estaba acostumbrada a oír la voz de los cantantes con nitidez, a lo musicalmente correcto, y ellos no pasaron por el aro. Les encantaba el rock and roll, o más bien el aborto del rock and roll, al más puro estilo The Jesus and Mary Chain. Destrozar el rock and roll clásico. Eso decía muchísimo de ellos. Yo estaba tan cerrado en mis gustos que cuando escuché el disco no lo entendí demasiado. Luego, joder que si lo comprendí. Quizá sea uno de mis álbumes favoritos de Los Planetas, aunque yo no haya tocado la batería en él. No tiene la profesionalidad de los siguientes trabajos, en los que sí que participé. Pero Super 8 tiene espontaneidad, una frescura especial y unas letras alucinantes.

Los Planetas... de viaje por el sol. Crédito: D. R.
Quizá a la primera escucha costaba trabajo asimilarlo, pero luego te dabas cuenta de que estabas ante una obra maestra. Los vi en directo en un pub que se llamaba Palco y me llamó mucho la atención ver a May, la bajista, todo el concierto dándole la espalda al público. Florent, siempre con humor en las entrevistas, cuando le preguntaban por ello, decía que May vigilaba que nadie le robase el amplificador. Tenía muchísimo mérito que entonces, a pesar de no gozar de unos grandes conocimientos musicales, compusieran las canciones, los riffs, absolutamente todo. Recuerdo ir a algunos de sus ensayos y ver cómo J tocaba el bajo nota por nota hasta que lograba sacar la melodía que quería. Era una obra artesanal, increíble. El resultado, después de años, está a la vista.
Lagartija Nick y Los Planetas empezamos a establecer amistad. Íbamos mucho por el pub Factoría, por La Cúpula y Ruido y, además de hablar de música, nos echábamos unas buenas risas. Hubo una gran indignación en Granada cuando quedaron finalistas del galardón de Rockdelux, porque nadie los sabía valorar todavía. Aunque tuviéramos sonidos diferentes, los dos grupos éramos parecidos en esa voluntad de romper moldes, y eso era un aliciente para no sentirnos solos en Granada. Éramos gente incomprendida que iba por el buen camino, el suyo propio. Los Planetas estaban siguiendo su camino. Lo que entonces no podía imaginar es que más tarde yo también lo tomaría.
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