INTRODUCCIÓN
Este volumen cubre el período que va desde la caída del gobierno de Juan Domingo Perón en 1955 hasta el golpe militar que puso a fin al tercer gobierno peronista en marzo de 1976. Durante estos años de violencia, proscripción y autoritarismo, la historia argentina fue atravesada por diversos problemas que se entrecruzaron permanentemente. En el nivel económico fue visible la búsqueda de un nuevo modelo de desarrollo que intentó superar los límites del modelo populista. En el plano político, la meta principal fue la instauración de un régimen democrático que se basó hasta 1973 en la exclusión y marginación del peronismo. En lo social, el período se caracterizó por la presencia de varios elementos, tales como: el aumento de la población de las grandes ciudades, particularmente de Buenos Aires, como consecuencia de las corrientes migratorias internas y de los países limítrofes, y el creciente aumento de la conflictividad social tanto en la zona litoral como en distintas provincias del interior del país. En el plano cultural, el dato más relevante fue la emergencia de una cultura juvenil que más allá de la formación de nuevos gustos en la moda, la música y el cine estuvo marcada por una fuerte impronta de rebelión.
Los capítulos de este volumen se dedican a explorar todas estas dimensiones enfatizando aquellos elementos relacionados con las movilizaciones obreras y estudiantiles, con el surgimiento de nuevas formas de protesta y de prácticas políticas y con la aparición de nuevos actores políticos y sociales.
El libro se inicia con el análisis de la situación política a partir del golpe militar de 1955 y el impacto de los varios intentos por construir un sistema democrático y representativo con un régimen de partidos políticos sin la participación del peronismo. La Argentina permaneció desde entonces en un callejón sin salida donde se alternaron elecciones cuyos resultados eran inaceptables para una parte importante de la sociedad y la reiteración de golpes militares que buscaban restablecer un orden que se suponía amenazado. Este juego de imposible resolución, donde se alternaban golpes militares y gobiernos civiles ilegítimos, no sólo hizo que los partidos políticos fueran perdiendo legitimidad; también implicó la decadencia de la noción de democracia y favoreció el surgimiento y la consolidación de la violencia como forma de acción política. Esta pérdida de valor de la democracia se extendió al conjunto de la sociedad y se convirtió en la base de las confrontaciones políticas de todo el período.
Las dificultades políticas no fueron las únicas. En el plano económico hubo varios intentos de establecer las bases de una política fundada en los nuevos parámetros del sistema económico internacional: el ingreso de capital extranjero y el desarrollo industrial relacionado con los nuevos avances tecnológicos y, al mismo tiempo, la reorientación de los vínculos entre capital y trabajo produciendo una nueva distribución de la renta nacional. Estas nuevas orientaciones económicas estuvieron dirigidas e impulsadas por el Estado nacional, que desempeñó un papel importante en la promoción de las actividades económicas en las provincias. Fue en esta época cuando las nociones de “economías regionales”, “promoción industrial” y “desarrollo regional” cobraron fuerza.
Las tensiones generadas por los intentos de promover cambios en el modelo económico, en la distribución del ingreso y en los desarrollos regionales dieron lugar al surgimiento de nuevos actores sociales, que respondieron acomodándose a las nuevas situaciones o resistiendo a veces de manera violenta.
En este marco de acomodación y resistencia, los sindicatos de obreros industriales continuaron ejerciendo un papel importante una vez fracasado el intento inicial de desperonizar los sindicatos. Los cambios operados en la industria favorecieron el surgimiento de nuevos sectores dentro de la clase trabajadora que protagonizaron conflictos que superaron los marcos de la protesta obrera tradicional. En el interior del país, particularmente en Córdoba, las manifestaciones obreras se convirtieron en protesta social involucrando a otros sectores de la sociedad como estudiantes, empleados y vecinos así como a las instituciones de la sociedad civil y a la Iglesia. Las transformaciones de las economías regionales tradicionales, en el caso tucumano, hicieron visible la complicada situación de los productores cañeros y de los obreros de los ingenios azucareros, y, en el sur del territorio, la construcción de una represa como El Chocón condensó bastante bien las tensiones entre la construcción de un imaginario sobre la modernización, las realidades asociadas con la injusticia social y el autoritarismo político.
No sólo los actores políticos y sociales urbanos estuvieron involucrados en esta puja de tensiones. En las áreas rurales, las ligas agrarias hicieron más visible la precaria situación socioeconómica de amplias capas de la población de provincias como Chaco y Corrientes.
Las formas que adquirió el conflicto implicaron cambios en las posturas de los sindicatos y de los dirigentes sindicales. Estos últimos se encontraron en una posición en la cual, por un lado, tenían que negociar con los empresarios y el Estado las condiciones de trabajo de sus afiliados y, por otro, como representantes efectivos del peronismo defender los intereses políticos del movimiento peronista frente a otros factores de poder. Esta situación les dio una dosis muy importante de influencia y poder, pero al mismo tiempo fue minando su relación con las bases. El poder sindical quedó prisionero de un juego que, en el largo plazo, no le dio los resultados esperados y lo dejó vulnerable a los opositores dentro del movimiento peronista y del movimiento obrero.
Uno de los hilos principales que subyacen en los capítulos del libro es la idea de que de esta etapa de la historia argentina depende la noción misma de la modernidad, con todas sus implicancias, y también el debate sobre los contenidos y criterios necesarios para organizar una nación moderna. En general el período fue analizado desde una óptica donde predominó el examen de las variables económicas. Sin embargo, para entender mejor el proceso resulta más fructífero desplazar el foco desde la economía hacia la política y la cultura. Desde la perspectiva que privilegia lo económico, el cuadro estadístico revela que la Argentina había alcanzado adecuados niveles de desarrollo en comparación con otros países latinoamericanos. Incluso, en un área tan sensible como la de los niveles salariales, es posible observar que la caída de la participación de los salarios en el producto bruto interno (PBI) es notable, pero no dramática. Entonces lo que llama la atención es que el nivel del conflicto político y social va mucho más allá de lo esperado y, por eso, en este volumen se privilegian las zonas de tensión que articulan el conflicto político, social y cultural.
En el campo de la cultura se manifiestan dos líneas claramente definidas que se complementan y tensionan entre sí y tienen un contenido específico de clase pues están asociadas con la cultura de la clase media principalmente. Es imposible referise a las décadas del sesenta y setenta sin hacer referencia a una cultura juvenil, influida crecientemente por los parámetros que se definen en el campo internacional. Los nuevos códigos sexuales generaron cambios en las relaciones entre los géneros. La música difundió nuevos temas, ritmos y canciones que entraron muchas veces en colisión con las tradiciones musicales autóctonas. Nuevos códigos visuales dieron impulso a la producción cinematográfica, que adquirió mayor presencia en el orden nacional e internacional. Durante toda la época fue a