Gran Rojo

Iván Moncada

Fragmento

cap

1

—Hoy es el día, hija mía —decía Basil, orgulloso de que su hija cumpliese los diez años.

—¿De verdad tengo que hacerlo, papá? —preguntaba con semblante de preocupación— Ya sé que todas debemos hacerlo, pero..., el resto de chicas mayores dice que cuando te los extraen nunca vuelves a ser la misma.

—No te preocupes, cariño. Ya hemos hablado de esto una y mil veces, no tengas miedo —abrazaba a Mila fuertemente y besaba su frente mientras pensaba en lo madura que ya era, tal y como se les enseñaba a ser a todas las mujeres desde el día en que nacían.

Desde la otra punta del apartamento cúbico prefabricado en el que vivían, Mátia, la madre de Mila y esposa de Basil, reclamaba la atención de ambos para que se diesen prisa. Tenían que estar en el centro de extracciones en media hora y tan sólo bajar en ascensor, desde la planta sesenta y tres en la que estaban, hasta la calle, les llevaba cinco minutos.

Nada más salir, Basil activó el filtro solar de su traje vital y miró al turbio cielo de la mañana. No esperaba ver nada en especial, pues ya advirtieron en las noticias que lo único que se podría observar sería un simple punto que luciría más de lo habitual, pero todo el mundo estaba atento al gran acontecimiento. Hoy era el día en el que, por fin, Encelado colisionaría controladamente contra Marte. Aunque aquello no iba a ensombrecer el gran acontecimiento de su hija, la extracción de sus ovarios para recoger los gametos por la HBCNC (compañía nacional de conservación del ser humano)

El tiempo en la calle era bastante agradable: cincuenta y un grados centígrados de calor, dieciséis por ciento de oxígeno en el aire y una cantidad de partículas de polvo moderada; según indicaba el analizador y computador individual que rodeaba la muñeca izquierda de Basil. Al momento, el PLV (Public Levitational Vehicle) hacía acto de presencia con ese zumbido característico, descendiendo de su medio metro de separación del suelo cuando estaba en marcha, hasta los diez centímetros en la parada para que la gente subiese y bajase con facilidad. Aquel medio de transporte era el más usado, circulaba por carriles específicos para el transporte público y no sufría retenciones de ningún tipo. Aunque este no era un clon del PLV estándar que todo el mundo utilizaba para desplazarse, en él solamente había padres acompañando a sus fértiles hijas. Era un vehículo especial adaptado que la compañía ponía a disposición de las niñas. Jóvenes mujeres que eran el futuro de la humanidad. Desde hacía más de dos siglos una enfermedad que afectaba a los órganos reproductores femeninos se había propagado por todo el globo haciendo que, al transcurrir de cuatro a cinco años desde la pubertad, los ovarios se enquistasen y muriesen. Aún así, el porcentaje de éxito en la fecundación de los óvulos madurados y conservados en el inmenso laboratorio de Conneticut, alcanzaba el tres y medio por ciento. Uno de los más altos del planeta.

Rápidamente, Basil y su familia tomaron asiento y se quitaron el casco. Era una maravilla estar dentro de tan lujoso aparato, todo blanco y luminoso en su interior. Además, había bebidas de todo tipo, snacks y asientos reclinables que automáticamente te preguntaban si deseabas un masaje o qué canal de televisión preferías ver. Un auténtico prodigio para Basil y su familia, pues ellos no se podían permitir nada de eso.

Enseguida, una trabajadora de los laboratorios, que hacía la ruta como azafata para recoger a las receptoras de vida, se acercó a Mila.

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