Fantasía para otra ocasión

Louis-Ferdinand Céline

Fragmento

bre, uno enorme, un desesperado, llamado Barrabás, ruso, zapatero de profesión, puedo decirlo: le salvé la vida… Estaba cortándose en la radial con unos viajes de tenedor tremendos… y después le daba al muslo bajo la manta… estaba asesinándose… ¡Para que veáis lo que era! ¡la resolución! Si se llega a encontrar la femoral, ¡la arteria de la que no se vuelve!… Dos días después, ¡había mejorado!… ¡sólo por mi influencia! ¡la convicción, la pantomima! ¡para que veáis la moral que le infundo!… ¡volvía a comer el rancho!… pero más adelante se suicidó, he oído decir… dos semanas después… se arrojó bajo el tren… bajo el túnel… había roto las esposas… iban a entregarlo…

¡Tendríais que verme regresar al chabolo! ¡un ánimo! ¡una esperanza! ¡revitaminizado a fondo! ¡y con el vientre ligero! ¡lavativa! ¡juventud! ¡Despliego maravillas! ¡Ya ni siquiera oigo la otaria!…

Se me aparece el Hortensia…
—¡Lárguese! ¡Rastacuero! —le grito…—. ¡Epiléptico! ¡Histérico! ¡Asesor de pollas en vinagre!

¡El tipo de injurias que le suelto!
—¡Vichysta! ¡Nigeria! ¡Habano! ¡Carbonero! ¡Vaya a darse brillo! ¡Cafre! ¡Bujarrón!… ¡mal educado! ¡Jazz-band!

¡Ya veis el efecto de las vitaminas! Lo dejo cortado… ¡con todo lo ecto que es! ¡plasma! ¡Ah, Luis XIV y patatín! ¡Ah, las apariciones! ¡cómo las trato!

—¡Artículo 75!

Lo insulto yo.
¡Eso es definitivo!

Desaparece…
¡Fijaos qué agallas! ¡qué vigor! ¡cinco, seis días conservo esa forma! ¡empalmado! ¡crepitante! ¡la de hojas que lleno!… el lápiz prestigioso, ¡vamos! y después empieza a ir un poco menos bien… y luego peor… los ojos se me vuelven a nublar… veo borroso… ya no veo… ladro, ¡vuelven a subirme al hospital!… ¡Parihuelas!… Si estuviera en Fresnes, ¿no sería peor?… ¡Cien veces!

—¿Y en Wuppertal, farsante?
—¿Por qué no te tocas el chichi, chata?

Mirad, ya que os ponéis tan puntillosos, yo conocí a «Facede-quoi», hombre de Londres, ¡ése estuvo treinta años «empapelado»! ¡Doce marrones! Todas las veces salía con un frescor, una palidez, una transparencia, ¡que todo el mundo veía a través de él!… ¡la «libélula» se llamaba en broma! ¡a sí mismo! Con eso os hacéis idea del temperamento, ¡el optimismo! ¡catorce veces empurado! ¡doce marrones! ¡Reincidía a propósito!

—¡Es un ángel! —decían todos con admiración…

Al final voló… ¡Ya lo creo!… Lo encontraron una mañana, frío… en fin, chupadito… casi sólo piel… ya no se podía llamarlo hombre… de lo delgado que estaba… lo enterraron completamente vestido, chaqueta, gorro, zapatos, pingajos, ¡todo!… un favor de lo más especial… el capellán no quería verlo del todo desnudo… ¡yo también soy flaco y no conozco al capellán!… ¡he perdido cuarenta y ocho kilos! nunca ha venido a verme, ¡el muy cabrón! ¡luterano de servicio! ¡el papista tampoco! ¡Nadie!…°

Seamos serios, reconozcamos las cosas, veinte meses de celda, treinta meses, treinta años, para vosotros, ¡no es nada!… ¡Vosotros estáis fuera!… ¡es el divino alcohol estar fuera!… ¡Están todos locos de amor propio fuera! ¡no se les puede hablar a los de «extramuros»! Todos tienen un «grisgrís» en la andorga, ¡que piensan que nunca los empurarán!… ¡Emborrachaos bien! ¡Oraciones y todo! Lourdes, ¡que dure!… Las estrellas son las que sostienen el cielo, ¡por sí solo se caería!… ¡hacen falta clavos para todas partes! ¡Recuperaos! ¡La niña Thérèse de Lisieux aún hace la mar de milagros!… y Belcebú, verdad, ¡por el otro lado! ¡Intrépidos los dos! ¡la cuestión es que haya baile! ¡doble juego! Yo no tengo vuestras ambiciones, me contentaría con ver un poco más claro, con tener un poco menos de vértigo… e incluso un poco menos de pelagra… parece cosa de nada, la pelagra… Felipe Augusto la tuvo también… buen mozo de chaval, cuando partió para las Cruzadas, volvió francamente espantoso, arrugado, apirujado, escrofulado…° Tampoco habrá quien me miré a mí, ¡cuando regrese!… ¡Lo que se va a alegrar el Jules!… Jules es mi envidioso personal, es divertido incluso… como yo esté guapo, espumajea, se descompone… «¡Es guapo Ferdine! ¡no se puede negar!» ¡Ya está! le crujen los dientes, ¡no puede más!… un cuchillo, ¡y me mata! le dan convulsiones, ¡el ataque! ¡violeta se vuelve! Irresponsable… Lo que se alegrará de verme sin dientes… todas las mañanas tres… cuatro… ¡que me arranco!… ¡Me encargo yo! ¡Me encargo yo!… se bambolean… ¡Oh, desde luego, hay cosas más graves!… ¡coquetería! ¡Respeto personal!… ¡A vosotros no os afectaría! Desde luego, ¡se puede vivir perfectamente sin dientes! ¡figuraos! ¡Sobre todo en un chabolo! ¡Hace miles y miles de años que los presos pierden los dientes! ¡pues no está previsto ni nada!… Nunca nada duro en la comida, ¡todo blandito! ¡gachas! cétera… ¡blando! ¡blando! ¡blando! ¡y sólo blando!…

—Pero, ¿de qué habla usted, señor mío? ¿Dónde anda usted acurrucado subrepticio? ¿a fin de cuentas?

Ya oigo vuestra pregunta… ¡Nanay de naquerar!… todos los periódicos afirmaron, incluso con telegramas, incluso los supuestos detectives, que yo estaba en tal paralelo, en tal nación, ¡tal fortaleza!… ¡Pamplinas!…

Estoy bien al Norte, ¡y basta!… ¡Más alto aún! ¡Ni ciudad! ¡Ni lugar! Si os indicara una onza de referencia, un pelín de orientación, la menor chimenea de extremo de aldea, una rama de bosquecillo… ¡aviado estaría! ¡mi fin! ¡el conserje en marcha! ¡Se lanza! ¡reportero, portador, soplón, ceceante! ¡Guapo estaría yo!

Ah, la calamidad, ¡como me encuentre!… No vacila ante nada, ¡con su camelar! ¡la injusticia que me chupo!

—¡Ah, mi querido maestro, Francia está loca!… ¡Ah, el infernal quiproquo!… ¡el genio irradiante de Europa!… ¡el Bikini° de la novela! Ah, si usted supiera, ¡lo que se abomina de los bereberes este año!… ¡Ah, bo! ¡bo! ¡bo! ¡bo! ¡querido Maestro! ¡Ah, es espantoso! ¡es que, vamos!, ¡que la ba! ¡ba! ¡se me seca! ¡Mi! ¡mi! ¡mina! ¡Bobo! ¡nable!… ¡Este trullo! ¡este trullo! ¡aquí! ¡le encuen! ¡cuen! ¡tra! ¡a usted! ¡usted! ¡Lo que nos gustaría em! ¡bro! ¡bro! ¡pa! ¡palar a sus enemigos! ¡Ah, hábleme, Maestro! ¡hábleme! ¡Ba! ¡Ba! ¡Bastille! ¡Ya no sé lo que digo! ¡mala luna! ¡la emoción, Maestro! ¡la emoción! ¡Dígame que tiene confianza! ¡La cárcel nada es! ¡nada es! ¡Esperanza! ¡Libertad! ¿al menos no se desdirá usted, Maestro? ¡Ah, sabía yo que le daría una alegría! ¡Penacho! ¡Gloria! ¡Honor! ¡Victoria! ¡Zasca! ¡Yu! ¡Yu! ¡Las ganas! ¡Zasca! ¡todo! ¡Usted! ¡Usted!… ¡Ese agujero! ¡le! ¡le! ¡le encuentra! ¡sin calor! ¡ni frío! ¡su pobre cara! ¡ah, yu… yu… yu!… ¡Lo que nos gustaría en… sar… tar… los! ¡pa… pa… larlos!… ¡Hable, pues, Maestro! ¡Ah! ¡si me hubiera traído el aparato! ¿verdad?… ¡su voz! un disco… ¡hable! ¡hábleme! ¡confianza! ¡ni un francés ya para llorarlos!… ¡el estado en que lo tienen!… ¡Maestro! ¡maestro! ¡la e! ¡emoción!… ¡sus pobres ojos!… ¡al horno todos! ¡todo! ¡mil hornos!… ¡chungo! ¡como Moch!° ¡chungo!… ¡dígame! ¡dígamelo aquí!… ¡vocifere! ¡que es usted más fuerte que todo! ¡júreme, Maestro! ¡Ah, se acabó! ¡ni un Cassel que se les deplore! ¡diez mil! ¡cien mil! ¡doscientas mil parrillas! ¡Si viera Francia ahora! ¡Llegase a Le Bourget! ¡cuarenta mil ramilletes! ¡chavalitas lo llevarían! ¡esposado y todo! ¡No se puede usted imaginar lo bien que hablan por doquier de usted! ¡El Escritorcísimo del Siglo! ¡no en recuadro! «¡en prim

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