He leído que no mueren las almas (Flash Poesía)

Anna Ajmátova

Fragmento

cap-18

LA MUJER DE LOT

Pero la mujer de Lot miró hacia atrás y se convirtió en una columna de sal.

Génesis

Y el justo siguió al enviado de Dios,

enorme y luminoso por el negro monte.

Pero alto a la mujer el ansia habló.

No es tarde, puedes aún mirar al horizonte:

las rojas torres de tu natal Sodoma,

la plaza en que cantaste, el patio donde hilabas,

las ventanas vacías en la casa que asoma,

donde al amado esposo hijos dabas.

Y miró y, paralizada de un dolor mortal,

sus ojos contemplar ya no pudieron;

y su cuerpo se hizo de transparente sal

y sus ágiles pies en la tierra crecieron.

¿Quién por esta mujer irá a llorar?

¿No es ella la menor de las pérdidas dadas?

Solo mi corazón no va a olvidar,

a quien la vida entregó por una mirada.

cap-19

Cómo iba a saber cuando de blanco vestidas

a mi estrecho refugio las musas llegaron,

que en la lira para siempre empetrecida

mis manos vivientes aquellas posaron.

Cómo iba a saber cuando jugando

la última tormenta por mi alma venía,

que al mejor joven sollozando

los ojos aguileños cerraría.

Cómo iba a saber cuando, del éxito cansada,

del admirable destino tenté la suerte,

que pronto la gente reiría despiadada

en respuesta a mi suplicar ante la muerte.

cap-20

A libertad huele la dulce miel,

el polvo – a la luz dorada,

a violetas – la boca fiel,

pero el oro – a nada.

Como el agua huele la reseda

y a manzana el amor,

pero para nosotros siempre queda

que de la sangre es a sangre el olor.

En vano el gobernador de Roma

lavó las manos ante todo el pueblo,

al clamor de plebe siniestro

y la reina de Escocia

sus estrechas palmas en balde

secó de rojas gotas

en la oscuridad del palacio sofocante.

cap-2

EL ÚLTIMO BRINDIS

Yo brindo por la casa arruinada,

por la vida que sufrí,

por la soledad a dos llevada,

y también por ti –

por la mentira de labios traicioneros,

por tus ojos fríos de muerte,

por el mundo cruel y grosero,

por Dios que no asignó la suerte.

cap-17

Guardé de ti mi corazón

como si al Neva lo echara…

sin alas y sin pasión

vivo ahora en tu morada.

Mas… de noche oigo crujidos

– qué es eso – en la oscuridad.

¿El susurrar de los tilos

o los duendes del hogar?

Cautelosamente entran

como el agua que murmura,

al oído ardiente se pegan,

negro son de desventura.

Y murmuran como si

toda la noche

brincaran aquí:

«¿No querías comodidad,

ahora sabes dónde está?».

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