Quiero volver

Daniel De la Peña

Fragmento

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2

MARTINA

Mejorando

Llevaba más de una hora de viaje en la carretera y había sido incapaz de no reproducir una y otra vez en mi mente las imágenes de la deslealtad de Fran de aquella mañana. Solo le había pedido un poco de tiempo para responder con seguridad a su propuesta de irnos a vivir juntos. Él se agobió ante mis dudas, me acusó de tener fobia al compromiso y decidió por los dos que, si no dábamos un paso más en nuestra relación, lo mejor era tomarnos un tiempo. El descanso duró dos semanas. Estuve medio mes cavilando. Convenciéndome de que no era tan precipitada la idea de convivir con él bajo el mismo techo y, sobre todo, echándole en falta. Durante nuestro parón sentimental no supe nada de Fran. No recibí ni una sola llamada por su parte, no actualizó sus redes sociales ni me envió un mensaje. Nada. Si su estrategia consistía en mantener contacto cero para que lo extrañara y accediera a su proposición, funcionó. Así que a las dos semanas le escribí un wasap para quedar y poner fin a nuestro distanciamiento. Me moría de ganas de besarle, mirarle a los ojos y fundirnos en un abrazo. Fran respondió de inmediato y propuso quedar al día siguiente. La mañana de nuestra cita apenas pude probar bocado del desayuno que me había preparado. Una tostada con mermelada de fresa y trozos de kiwi, un zumo de naranja y un café con leche. Como era un poco masoquista, solo di un bocado a la tostada y me bebí todo el café, por si no estaba lo suficientemente nerviosa la cafeína me ayudaría a hiperventilar durante un buen rato. No habíamos quedado a una hora concreta, así que decidí ir temprano a su casa para sorprenderlo y mostrar mi interés en compartir vivienda. Si tenía que ser sincera, la idea de vivir juntos me agobiaba bastante. Estaba acostumbrada a tener mi espacio y adoraba mis momentos de soledad e intimidad, pero más me agobiaba la posibilidad de perder a Fran por un motivo tan pobre y fácil de resolver. La cafeína hizo efecto y mis pulsaciones aumentaban a medida que caminaba por la calle de su urbanización. Fran vivía en una zona de chalets y jardines independientes. Durante nuestros dos años de relación, pasamos muchas horas en su casa y me encantaba lo cómoda que me sentía allí, pero también me gustaba saber que tenía mi piso para poder refugiarme si era necesario. Siempre lo había hecho en momentos de crisis, falta de inspiración o esos días en los que me levantaba triste sin saber por qué… Suspiré y me convencí a mí misma de que estaba haciendo lo correcto al renunciar a mi independencia y abrir la puerta a la convivencia en pareja. Fran no sabía que iba aceptar su propuesta, solo le escribí en el mensaje que tenía ganas de verlo y solucionar nuestros problemas. Sonreí impaciente al saber que iba a abrazarlo, oler su aroma masculino y sentir su calor. Entonces, unos metros antes de llegar a su casa, mi sonrisa se esfumó. Cambié el gesto y presencié aquella cruel escena que me rompió el corazón. No daba crédito a lo que estaba viendo. Di media vuelta y sentí la urgente necesidad de huir. Quería alejarme de él y de… ¡¡¡¡RIIIIIIING!!!! Sonó mi teléfono y me trajo de nuevo a la realidad. Salí del bucle de recuerdos gracias al sonido del móvil, que estaba conectado a los altavoces del vehículo por bluetooth. Dibujé una sonrisa al comprobar que me llamaba Úrsula.

—Buenos días, cariño —la saludé.

—¡Lo serán para ti! ¿Te vas a la playa sin nosotras? —preguntó decepcionada. Estaba claro que Noe ya la había puesto al día.

—Solo voy unos días antes… He llamado a la agencia de viajes y me han confirmado que el apartamento estaba libre. He reservado dos noches más. En Zaragoza no consigo inspirarme y quizás delante del mar aparezcan las musas —mentí.

—¡Tal vez aparezca la poca vergüenza que te queda! —exclamó Úrsula—. Martina, soy una de tus mejores amigas y, además, la psicóloga que te hace terapia gratis. Te conozco mejor que nadie y sé que no te has ido por falta de inspiración, sino por Fran.

Tragué saliva. A Úrsula no podía mentirle. Nunca tuve secretos para ella, mejor dicho, para ninguna de mis amigas. Nos contábamos todo y Úrsula sabía que yo jamás había tenido problemas para escribir. Puede que quizás algún bloqueo momentáneo, pero nada tan grave como para buscar la inspiración en otra ciudad. No fallaba cuando afirmaba que Fran era el responsable de mi huida, aunque no era lo único que motivó mi fuga. Decidí no contar nada para evitar problemas. Sentía que manejaba una bomba entre mis manos y quería salir ilesa si estallaba. Me fastidiaba tener que ocultarle aquel secreto que me reconcomía, pero en esos momentos era lo más cabal hasta que decidiera qué iba a hacer.

—No puedo mentirte, pero necesito que te quedes calladita. Cuando lleguéis a Peñíscola os cuento todo. Ahora debo reflexionar y estar sola —aseguré.

—¿Qué voy a contar? ¡Si no me has dicho nada! —protestó—. Solo quiero recordarte que tenías todo el derecho del mundo a rechazar su propuesta de convivir con él. Tiene que respetar tus decisiones y me pareció un tanto drástico que te pidiera un tiempo ante tus dudas o negativa. No te sientas culpable, Martina.

—Lo sé… No me siento mal… Ha pasado algo que ha cambiado mi punto de vista, por eso quiero alejarme de Fran y recapacitar qué voy a hacer con él. Por favor, no hables con nadie sobre esto —volví a pedirle—. Ni con Noe ni con Victoria.

—Ya sabes que me encanta ser la que posee información privilegiada, pero me dejas preocupada ante tanto misterio. ¿Habéis discutido?

—Úrsula, te lo cuento tomando unos mojitos en una terraza al lado de la costa, ¿te parece? —Intenté dar el tema por zanjado.

—No me parece, pero te respeto, cariño. Si necesitas cualquier cosa me llamas, ¿ok?

—Estaré bien. Estos días sola me van a sentar genial. Así cuando vengáis tendré las pilas cargadas para pasárnoslo de puta madre —afirmé feliz.

—¡Uy, has dicho un taco! La señorita Modales ha dicho «de puta madre». Ahora sí que me has asustado —bromeó. No era propio de mí decir palabrotas, pero necesitaba soltar alguna para no reventar.

Liberé una carcajada y me sentí mejor. Una buena amiga es capaz de sanar cualquier alma rota. Por un momento me tentó pedirle que se viniera para pasar los tres días juntas, pero sabía que tenía faena en la consulta y yo necesitaba estar sola.

—Me alegra hacerte reír, eso significa que no estás tan jodida como pensaba —dijo orgullosa.

—Eres maravillosa, Úrsula. ¡Nos vemos el sábado!

—¡Perfecto! Tengo ganas de pasar un mes entero en Peñíscola bebiendo gin-tonic, mojitos, tomando el sol, yendo de compras y bañándome en el mar. ¡Nos vemos el sábado, bombón!

Colgué y dejé libre otra carcajada. Me sentí bien, mejor que bien; con ganas de comerme el mundo. Úrsula era tan buena psicóloga que su terapia era efectiva hasta en una simple conversación telefónica. Subí el volumen de la radio para mantener mi momento de subidón, emitían One Kiss, de Dua Lipa y Calvin Harris que no dudé en berrear como una loca. One kiss is all it takes. Fallin’ in love with me. Sonó otra vez mi teléfono y el instante de euforia se fue a tomar viento fresco. Mi corazón se revolucionó al saber que quien llamaba era Fran.

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