¿Cuánto mide un metro?

Gabriel León

Fragmento

La cuchara

LA CUCHARA

¿Cuál es su sabor de helado favorito? El mío es el de menta con chips de chocolate, ¡el mejor sabor de helado de todo el universo! Hay gente que tristemente no piensa igual, como mi amigo Vicente, que prefiere el helado de vainilla. Él se lo pierde. En cualquier caso, los helados son maravillosos. Con Vicente y mi papá fuimos a conocer una nueva heladería que se instaló cerca de la casa. Cuando digo «fuimos a conocer» no me refiero a que hicimos un tour por el lugar, sino a que fuimos a tomar (¿o comer?) helados.

Mi papá pidió un café con nombre raro y nosotros devoramos nuestras bolitas heladas sentados en la terraza.

—Papá, ¿quién inventó los helados?

—Buena pregunta —dijo Vicente alzando su cuchara—. Yo también quiero saber.

Mi papá dejó su taza en el platillo, mordió una galleta que le habían dado con su café y puso la cara que pone cuando trata de acordarse de algo.

—Mmhh, leí hace mucho tiempo que eso no estaba para nada claro. Lo que sí se sabe es que en muchas partes del mundo había versiones de algo parecido al helado, principalmente hecho de hielo que se traía de alguna montaña cercana y que se mezclaba con miel, vino o jugos de fruta.

—¿Hielo con vino? Qué asco —dijimos a coro con Vicente.

—Como sea, hace solo unos ciento cincuenta años los helados se convirtieron en algo popular, cuando los precios bajaron y se instalaron las primeras heladerías en Europa —concluyó mi papá, tomando su taza de nuevo.

De repente vi que Vicente estaba turnio mirando su cuchara, y movía su cabeza de un lado para el otro.

—¿Qué te pasa, Vicente?

—Esto es muy raro, Pachi, ¡me veo al revés en la cuchara!

De inmediato tomé la mía y me miré en ella, pero no vi lo mismo que Vicente: ¡mi cara se veía alargada, no al revés!

—Qué raro, Vicente, yo me veo como alargada.

—A ver, pásame tu cuchara.

Vicente se quedó viendo en mi cuchara y luego de unos segundos se miró al mismo tiempo en su cuchara.

—Woooaaa, esto es muy loco, Pachi. En mi cuchara me veo al revés, pero en la tuya me veo alargado.

Mi papá había dejado su taza de café en la mesa, y nos miraba con la misma cara de curiosidad que ponen esas personas que hacen documentales de la vida en la selva cuando observan a los monitos jugando.

—¿Por qué pasa eso, papá?

—Esto está muy interesante. Primero quiero que se fijen bien en las cucharas, a ver si se dan cuenta de un detalle importante.

Con Vicente pusimos atención y después de unos segundos él abrió mucho los ojos, como si hubiera descubierto algo.

—¡Ahhh, ya me di cuenta! —exclamó. En mi cuchara me estaba mirando con esa guatita apuntando hacia mí, pero la cuchara de la Pachi estaba hacia el otro lado, o sea con la parte hundida hacia ella, ¿se entiende?

—Muy bien, Vicente. En efecto, las cucharas tienen dos lados. La parte donde va la comida es el lado cóncavo, mientras que el otro es el lado convexo.

—¿Con cabo y con beso? —pregunté poniendo cara de intriga.

—No, cóncavo y convexo. Cóncavo viene del latín y significa cavidad. Es fácil recordarlo si piensan en cavar; si excavan en la arena, les queda una forma cóncava.

—Ahhh, ya entendí —dijimos los dos al mismo tiempo.

—Ya, pero ¿por qué me veo al revés si me miro por el lado cóncavo y alargado si me miro por el lado convexo? ¿Lo dije bien? —preguntó Vicente.

—Muy bien, es tal cual —contestó mi papá—. Todo se debe a un fenómeno óptico, Vicente. Piensen en la cuchara como un espejo curvo que refleja la luz de dos formas distintas. Si se miran por el lado convexo, los rayos de luz que se reflejan en la superficie curva de la cuchara se alejan del centro de ella, haciendo que las imágenes se vean alargadas. Por el contrario, si se miran por el lado cóncavo, los rayos de luz se cruzan delante del centro de la cuchara antes de llegar a sus ojos. La luz que venía desde arriba ahora la ven desde abajo y viceversa. Por eso se ven al revés.

—Ohhh, ahora entendí —dijimos los dos.

—Pero se me acabó el helado —agregué con cara de pena.

—A mí también —siguió Vicente.

—Bueno, a mí se me acabó el café. ¿Qué les pareció esta heladería?

—¡Muy buena! —opinamos al unísono.

—Buenos helados y buenas explicaciones, jeje —dijo Vicente, y salimos poniendo cara de reflejo por el lado convexo de una cuchara.

Suscríbete para continuar leyendo y recibir nuestras novedades editoriales

¡Ya estás apuntado/a! Gracias.X

Añadido a tu lista de deseos