Contenido
Portada
Dedicatoria
Mapa
Lema
LIBRO PRIMERO
1922
Aquel náufrago anglicano
A la hora acordada
Amistad
Ahora bien...
A dar una vuelta por ahí
Asamblea
Arqueologías
Adviento
LIBRO SEGUNDO
1923
Addendum
1924
1926
LIBRO TERCERO
1930
Artes de Aracne
Acudir a una cita por la tarde
Alianza
Absenta
Addendum
1938
Ajustes
Ascenso y descenso
Addendum
1946
Arrebatos, antítesis y un accidente
Addendum
LIBRO CUARTO
1950
1952
1953
LIBRO QUINTO
1954
Avanzar como Aquiles
Arrivederci
Adultez
Anuncio
Anécdotas
Asociación
Antagonistas, frente a frente(y una absolución)
Apoteosis
A MODO DE EPÍLOGO
A continuación...
Anónimo
Créditos
Para Stokley y Esmé
Lo recuerdo muy bien.
El visitante llegó a pie
y habitó un tiempo entre nosotros:
una melodía con la falsa apariencia de un puma.
Pero ¿qué fue de nuestro propósito?
Contesto esta pregunta
como tantas otras,
desviando la mirada
mientras pelo una pera.
Doy las buenas noches con una reverencia
y salgo por el balcón al sencillo esplendor
de otra primavera templada.
Esto es lo único que sé:
no se perdió entre las hojas de otoño de la Plaza de Pedro.
No está entre las cenizas de los cubos de basura del Ateneo.
Ni en las pagodas azules de vuestras bonitas chinoiseries.
No está en las alforjas de Vronski;
ni en la primera estrofa del soneto xxx,
ni en el veintisiete rojo...
«¿Qué ha sido de él?» (versos 1-19)
Conde Aleksandr Ilich Rostov, 1913
21 de junio de 1922
COMPARECENCIA DEL CONDE ALEKSANDR ILICH ROSTOV
ANTE EL COMITÉ DE EMERGENCIA DEL COMISARIADO
POLÍTICO DE ASUNTOS INTERNOS
Presiden: Camaradas V.A. Ignátov,
M.S. Zakovski, A.N. Kósarev.
Por la acusación: A.Y. Vyshinski.
Fiscal Vyshinski: Diga su nombre.
Rostov: Conde Aleksandr Ilich Rostov, condecorado con la Orden de San Andrés, miembro del Jockey Club, Jefe de Cacería.
Vyshinski: Puede quedarse sus títulos; no nos interesan para nada. Limítese a confirmarnos si es usted Aleksandr Rostov, nacido en San Petersburgo el veinticuatro de octubre de mil ochocientos ochenta y nueve.
Rostov: Sí, soy yo.
Vyshinski: Antes de comenzar, permítame observar que no recuerdo haber visto jamás una chaqueta adornada con tantos botones.
Rostov: Gracias.
Vyshinski: No era ningún cumplido.
Rostov: En ese caso, exijo una satisfacción en el campo del honor.
(Risas.)
Secretario Ignátov: ¡Silencio en la sala!
Vyshinski: ¿Domicilio actual?
Rostov: Suite trescientos diecisiete del Hotel Metropol, Moscú.
Vyshinski: ¿Desde cuándo vive allí?
Rostov: Me alojo en el hotel desde el cinco de septiembre de mil novecientos dieciocho. Es decir, desde hace casi cuatro años.
Vyshinski: ¿Profesión?
Rostov: No es propio de caballeros tener profesión.
Vyshinski: De acuerdo. Entonces, dígame, ¿a qué dedica su tiempo?
Rostov: A cenar, conversar, leer, reflexionar. Los líos habituales.
Vyshinski: ¿Y escribe poesía?
Rostov: Me defiendo bien con la pluma.
Vyshinski: (Sostiene en alto un panfleto.) ¿Es usted el autor de este poema largo de mil novecientos trece: «¿Qué ha sido de él?»?
Rostov: Se me ha atribuido.
Vyshinski: ¿Por qué escribió este poema?
Rostov: Exigía ser escrito. Yo sólo estaba sentado, casualmente, ante determinado escritorio determinada mañana, cuando él decidió presentar sus exigencias.
Vyshinski: ¿Y dónde sucedió eso exactamente?
Rostov: En el salón del ala sur de Villa Holganza.
Vyshinski: ¿Villa Holganza?
Rostov: La finca de los Rostov en Nizhni Nóvgorod.
Vyshinski: Ah, sí. Claro. Qué oportuno. Pero volvamos a concentrarnos en su poema. Por el hecho de haber salido a la luz durante el período de represión posterior a la fallida revolución de mil novecientos cinco, muchos lo consideraron una llamada a la acción. ¿Está usted de acuerdo con esta valoración?
Rostov: La poesía siempre es una llamada a la acción.
Vyshinski: (Repasa sus notas.) ¿Y fue en la primavera del año siguiente cuando abandonó usted Rusia para dirigirse a París...?
Rostov: Creo recordar que los manzanos estaban en flor. De modo que sí, es muy probable que fuera en primavera.
Vyshinski: El dieciséis de mayo, para ser exactos. Bien, entendemos que decidiera imponerse un exilio voluntario; hasta simpatizamos, en cierto modo, con sus motivos para huir del país. Lo que nos preocupa es su regreso en mil novecientos dieciocho. Es inevitable preguntarse si volvió usted con la intención de tomar las armas y, en ese caso, si a favor o en contra de la Revolución.
Rostov: Me temo que, a esas alturas, ya había dejado atrás la edad de tomar las armas.
Vyshinski: Entonces ¿por qué regresó?
Rostov: Echaba de menos el clima.
(Risas.)
Vyshinski: Conde Rostov, por lo visto no es usted consciente de la gravedad de la situación. Ni demuestra el respeto debido a las personas aquí reunidas.
Rostov: En su día, la zarina se quejaba de lo mismo.
Ignátov: Fiscal Vyshinski. Si me permite...
Vyshinski: Adelante, secretario Ignátov.
Ignátov: No tengo ninguna duda, conde Rostov, de que en la sala muchos estarán sorprendidos por su encanto personal; yo, en cambio, no lo estoy en absoluto. La historia nos ha demostrado que el encanto personal es la máxima ambición de las clases privilegiadas. Lo que sí me sorprende es que el autor del poema en cuestión pueda haberse convertido en un ho