Gala y su amante intermitente (Pacto entre amigas 1)

Ángeles Valero

Fragmento

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Capítulo 1

Viernes de buenas noticias

Gala salía de una reunión eterna con una amplia sonrisa que incluso disimulaba las ojeras de cansancio. La sensación de triunfo era tan real que solo tenía ganas de gritar a pleno pulmón. En las cuatro horas de reunión, el señor Puigmayor, uno de los empresarios más influyentes de España, había llenado su agenda de proyectos para el resto del año y principios del siguiente.

Abrió la puerta del edificio de oficinas y el calor húmedo de Barcelona en agosto le impactó de golpe; comparado con el microclima del despacho en el que había pasado la tarde, resultaba agobiante, pero ni por esas se le borró la sonrisa. Paseó por la ciudad, sin prisa, de vuelta a casa, observando los edificios y escogiendo las calles por lo que iba a encontrar en ellas, y no porque fueran la mejor opción en su trayecto.

Entre los edificios de esa parte de la ciudad podían encontrarse maravillas arquitectónicas que su mirada profesional no dejaba escapar. Incluso en alguna ocasión, en esos paseos, había descubierto algunas joyas desconocidas que la habían llevado a indagar en los archivos municipales, buscando a su creador.

Andar sin prisa y callejear era su forma de desconectar. Algunos preferían el deporte o la fiesta; para ella, la arquitectura era su droga y le había dedicado gran parte de su vida.

Su teléfono sonó. Estuvo tentada de ignorarlo, pero miró sin querer la pantalla y la cara sonriente de su amiga Clara le hizo cambiar de opinión.

—Hola, preciosa —saludó Gala—. ¿Cómo estás?

—Aburrida de conducir. Hazme un favor, la próxima vez que te diga que voy a ir de Salamanca a Málaga en coche, me das una colleja.

Gala rio mientras giraba a la derecha, adentrándose ya en su barrio.

Clara y ella se habían conocido en el aeropuerto de Barajas, en la época en que el overbooking estaba a la orden del día y tuvieron que esperar dos horas para embarcar. Ese tiempo había sido el inicio perfecto de su relación.

Una Clara nerviosa y excitada, porque al día siguiente viviría su primer Sant Jordi como escritora. No dejaba de hablar; primero, con ilusión; y después, con pavor, al pensar que nadie acudiría a la firma y estaría todo el día sola.

Gala la había escuchado como se escucha a una persona que habla desde su más profunda emoción, prometiéndose a ella misma que el miedo de la escritora no se cumpliría. De camino a casa compró el libro en una pequeña librería cercana, lo devoró esa noche y la tarde siguiente acudió al puesto de la firma junto con unas amigas, haciendo que ese día quedara en la memoria de Clara grabado a fuego. Después de ese Sant Jordi habían venido muchos más, ocho para ser exactos, y en todos se repetía, sin excepción, lo que ese día instauraron como tradición: una cena de amigas hasta la madrugada.

Desde entonces habían sido un apoyo constante la una en la otra. Existen muchas maneras de encontrar a tu alma gemela y el aeropuerto pareció ser la suya.

—Tranquila, en el próximo viaje te sugeriré el avión. ¿Por dónde vas?

—Entrando en Badajoz.

Gala arrugó la nariz, no era muy buena haciendo rutas, pero, que ella supiera, el camino lógico hasta Málaga no pasaba por la ciudad pacense.

—No sabía que te viniera de camino.

—Y no lo hace, pero ya en el coche me daba igual hacer unos kilómetros más y pasar aquí la noche. Me gusta mucho la ciudad y nadie me espera en Málaga hasta el lunes.

—Es lo mejor, no conduzcas sola de noche. ¿Quieres que hagamos videollamada cuando llegue a casa? Vemos una película chorra y nos reímos un rato.

—Tengo que trabajar, necesito repasar las galeradas de la última novela.

—¿Cuándo la entregas?

—Debería haberlo hecho ya, pero con todo esto del divorcio... —se lamentó—. Menos mal que Mercedes es comprensiva.

Mercedes era su editora desde hacía años y siempre había resultado ser una mujer dura pero comprensiva. La clase de profesional que tienes que tener cerca si quieres llegar a algo en ese mundo.

—Es humana, Clara. Estás pasando por momentos duros y no me refiero solo al divorcio, el cual acabas de firmar. Es normal que no llegues a todo, sigues exigiéndote demasiado, es que cabría esperar que no hubieras podido escribir nada.

—El trabajo me ayuda a seguir adelante. Y mira quién fue a hablar, te he llamado antes y estabas desconectada, llevas todo el día reunida. Un viernes de agosto y sales de trabajar casi a las nueve de la noche.

No la contradijo, eran adictas al trabajo; de momento, lo único que les estaba reportando satisfacciones. Llegó a la pequeña plaza llena de terrazas que tenía detrás de su casa, estaba atestada de gente. Grupos de amigos que tomaban cervezas y reían, disfrutando de la bajada de la temperatura una vez desaparecido el sol.

—Tienes razón, pero tengo muy buenas noticias. El señor Puigmayor me ha contratado para que diseñe sus nuevas oficinas en Madrid.

—¡Eso es estupendo!

—Sí. Empezamos mañana.

—¿Cómo que mañana? Gala, mañana es sábado.

—Bueno, será solo una reunión. Ya reservé el billete de AVE, tengo que ver el local antes de nada, les corre un poco de prisa.

—No descansas ni el fin de semana y me dices que baje el ritmo.

—Es una excepción.

En realidad, no. Llevaba trabajando por encima de sus posibilidades desde principios de año, pero había conseguido llegar a lo más alto y ahora era el momento de demostrar que se merecía estar donde estaba.

Cerró la puerta de casa y se quitó los zapatos con un gesto de alivio. Volver andando sobre diez centímetros de tacón no había sido tan buena idea. Anduvo descalza hasta la habitación, dejó el teléfono en la cómoda mientras tiraba con delicadeza de la cremallera del vestido y se desnudaba. Entretanto, escuchó la voz soñadora de su amiga al otro lado de la línea.

—Estoy parada en la Arco del Peso, a los pies de la Alcazaba, contemplando la Plaza Alta, y solo me apetece sentarme, tomarme un vino y olvidarme de todo.

—¿Quién te lo impide? Hazlo.

—Tienes razón. Creo que voy a buscar un hotel por aquí cerca y disfrutar de un momento para mí. Y mañana me quedaré en Sevilla —dijo decidida de pronto—, puedo llegar a casa de mi hermano el domingo por la noche.

—¡Di que sí! Un viaje inspiracional, dedícate tiempo, disfruta. Haz lo que te nazca: pasear por la ciudad, visitar sitios, lo que sea, pero que te salga de dentro. Vuelve a encontrarte a ti misma, y si por casualidad algún sevillano con arte quiere ayudar en la tarea...

—¿Un sevillano? Creía que me querías y no me deseabas ningún mal.

Gala rio, se le había olvidado que su amiga era malagueña y, según le había contado, entre las dos ciudades había cierta enemistad.

—Perdona, por un momento lo he olvidado.

—Que no vuelva a ocurrir. —Trató de sonar enfadada, pero ella misma empezó a no poder aguantarse la risa—. Acabo de imaginar la cara de mi hermano, Adrián, si de pronto me presento en El Firmamento con un nuevo chico y lo llama «mi arma».

El Firmamento era el nombre de la finca familiar que Clara tenía en Málaga.

—Madre mía, te deshereda —dijo unién

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